miércoles, 31 de marzo de 2010

Caballeros de Loyola: Existieron órdenes militares entre los aztecas, como las llamadas «Hombres Valientes», «Caballeros del Sol».



"San Ignacio de Loyola"


Bandera de la Hispanidad en las Américas, 
adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana 
de Montevideo el 13 de diciembre de 1933

Ordenes de los Aztecas - Se trata de una Orden radicada en el Nuevo Mundo y, como es obvio, asociada al Imperio Azteca que estaba dotado de un cuerpo militar escogido en el que sólo tenían entrada aquellos que pertenecían a la nobleza.

Escudo de sable con cuatro círculos de aros amarillos puestos dos y dos, con dibujos distintos en cada uno de los cuatro.

lunes, 29 de marzo de 2010

Caballeros de Loyola: Caballeros medievales






Quiénes somos 


Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.


Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)

Normalmente todo lo que pongo está redactado por mí, pero me ha parecido muy completo y a la vez sintetizado este documento.

Conseguir el nombramiento de caballero era pasar por una larga carrera de aprendizaje que empezaba en la infancia. Para empezar y dadas las reglas sociales imperantes en aquel entonces, el futuro caballero debía de nacer en el seno de una familia noble y a partir de ahí tenía que recorrer muchos escalones hasta llegar a ser nombrado caballero.

Desde niño se empezaba a formar en el castillo familiar y sus primeras lecciones tenían que ver con su comportamiento, tenía que ser amable y cortés con las damas que le encargaban algunas tareas y por supuesto comenzaba a ejercitarse en el manejo de las armas y el arte ecuestre, aprender a cazar, el arte de la cetrería y la simulación de las justas a lomos de caballos de madera con ruedas y enfrentarse a los estafermos (monigotes giratorios con brazos).

Hacia los diez o doce años su padre le enviaba al castillo de un superior a él en categoría, en donde el alumno comenzaba un aprendizaje más duro recibiendo como primer título el de paje; entre sus obligaciones estaba la de entretener a las damas, no, no como estáis pensando, su cometido era recitarles poemas, interpretar música o jugar al ajedrez; también se encargaba de llevar y traer mensajes, de servir el vino a la hora de las comidas o cortar la carne para los ancianos que ya no tenían su dentadura en orden que eran la mayoría. Además de todo esto, tenía que seguir ejercitándose con las armas que para entonces ya eran reales y no de madera, participaba en las cacerías como asistente siempre al servicio de su señor al que tenía que ponerle la armadura así como ocuparse de sus caballos y de sus armas (lanzas, espadas, mazas, hachas y escudos).

Cuando alcanzaba la edad de poder participar en los torneos y si su aprendizaje marchaba según lo establecido, dejaba de ser paje para convertirse en escudero, lo que le permitía además de seguir atendiendo a su señor, luchar a su lado sirviéndole de promoción si el resultado era el esperado. La duración de esta nueva categoría no estaba estipulada, algunos tardaban años en promocionar y otros ascendían con rapidez dependiendo de su valía; claro que en tiempos de guerra los ascensos se hacían con mayor celeridad ya fuera antes de la batalla para que pudieran demostrar su coraje o terminada esta si se habían portado valientemente. El paso de escudero a caballero se hacía mediante una ceremonia que se conocía con el nombre de investidura.

Si se estaba en tiempos de guerra, esta ceremonia se reducía a la pronunciación de una fórmula ya establecida y a un toque de espada sobre el escudero, esta ceremonia podía ser oficiada por cualquier caballero, pero como todo en esta vida cuanto mas importante fuese ese caballero, mejor que mejor. En tiempos de paz, la ceremonia era mas complicada; según la categoría de la familia del aspirante, se hacían festejos mas o menos suntuosos con festines y justas a los que asistían todos los señores importantes de la zona. Fijaros si era importante este momento que una de las primeras cosas que hacía el aspirante a caballero era bañarse (cosa no habitual en aquellos tiempos en los que se solía decir que un hombre solo se bañaba tres veces en su vida: cuando nacía, cuando se casaba y cuando moría; bueno, el caballero por lo que se ve lo hacía una vez más). Después de asearse bien, tenía que velar las armas y rezar durante toda la noche, en esta ocasión solía ir vestido de blanco, símbolo de limpieza interna y externa. Al amanecer era cubierto por una capa roja que representaba la sangre que estaba dispuesto a derramar y se le daban unas medias de color marrón, por la tierra que debía de defender, un cinturón blanco, espuelas de oro y una espada de dos filos (uno por la justicia y otro por la lealtad). Y por fin llegaba el momento mas esperado, el espaldarazo, lo administraba el señor feudal recitando mas o menos estas palabras: “Recuerda al que te hizo caballero y te ha ordenado; despierta del malvado sueño y mantente alerta confiando en Cristo” el investido juraba lealtad, honrar y ayudar a las damas y asistir a misa diariamente siempre que le fuera posible. Entonces el señor feudal le daba con la espada en el hombro y así quedaba convertido en caballero.

Una vez investidos su trabajo principal era la guerra y desde luego, trabajo no les faltaba, y cuando no había guerra, se dedicaban a batirse en los torneos y las justas. Podemos aclarar aquí que las justas y los torneos no eran lo mismo. Los torneos en su origen (hacia el siglo XII), se parecían mucho a los combates reales, se libraban en lugares abiertos y llanos entre dos grupos de jinetes (los caballos, armas y arneses de los derrotados eran botín para los ganadores y los prisioneros debían de pagar rescate por su libertad). Con el paso del tiempo pasaron a organizarse junto a los castillos y se ofrecían premios a los contendientes, se reglamentaron perdiendo su agresividad y eran arbitrados por jueces, aunque seguían siendo choques entre dos pequeños ejércitos. Las justas surgidas en el siglo XIII ya no eran combates, sino duelos entre dos paladines, dos parejas o dos cuadrillas, montados a caballo y empuñando una lanza larga y pesada. La armadura de los caballeros oscilaba entre los 30 y los 50 kilos; si los combatientes caían del caballo, podía seguir la lucha a pie, con mazas o con espadas.

Esta profesión no era precisamente barata, cada caballero debía de disponer de por lo menos tres caballos: uno para la batalla, otro para el camino y otro para el equipaje. Y sus sirvientes no podían ser menos de cuatro: uno para cuidar los caballos, otro para el mantenimiento y limpieza de las armas, uno como ayudante personal para ponerle la armadura y subirle al caballo y levantarle del suelo si se caía durante la lucha y otro para custodiar a los prisioneros.

Estos caballeros cubiertos de metal eran unas fortalezas móviles, montado a caballo era difícil matarle o herirle pero si tenía la desgracia de caer del caballo entonces era presa bastante fácil pues su pesada armadura le restaba movilidad y dejaba uno de sus puntos vulnerables a merced del enemigo, las axilas, buen sitio para entrar un puñal. Hasta el siglo XIV la estrategia en las batallas era la siguiente, la caballería pesada se lanzaba en tropel contra el enemigo empuñando sus lanzas firmemente sujetas bajo la axila derecha, apoyada en el ristre (una parte del peto); una vez rota la fila del enemigo, solían abandonar la lanza y luchaban con la espada o con la maza. Pero las técnicas avanzan y con la llegada de los arqueros, protegidos por la infantería, lograron derrotar a la caballería pesada.

Bueno, no todo eran luchas y guerras y justas y torneos, también existía el amor cortés que a decir verdad solía ser un vínculo idealizado al extremo en el que un caballero, joven y soltero, se proclamaba vasallo de una señora, casada y de buena posición y le entregaba su vida, sus proezas y su fama. Ella aceptaba este amor idealizado y le correspondía entregándole una prenda de amor (una flor, un guante, una cinta o un pañuelo) y conseguía que el caballero fuese más audaz y luchara ante cualquiera en nombre de su dama.

sábado, 27 de marzo de 2010

Caballeros de Loyola: El caballero de la Virgen de Ricardo Palma

Toda era júbilos Lima en el mes de septiembre del año de 1617.

El galeón de España había traído, en cartas y gacetas, pomposas descripciones de las solemnes fiestas celebradas en las grandes ciudades de la metrópoli en honor de la Inmaculada Concepción de María. Apenas leídas cartas, una lechigada de niños, pertenecientes a una familia rica que habitaba en la calle de las Mantas, paseó en procesión por el patio de la casa una pequeña imagen de la Virgen. Agolpáronse a la puerta los curiosos, y el devoto pasatiempo de los niños fue tema de la conversación social, y despertó el entusiasmo para hacer en Lima fiestas que en boato superasen a las de España.

El virrey príncipe de Esquilache, ambos cabildos y las comunidades religiosas se pusieron de acuerdo, siendo los padres de la Compañía de Jesús los que más empeño tomaron para que los proyectos se convirtiesen en realidad. Todos los gremios, y principalmente el de mercaderes del callejón, que así se denominaban los comerciantes que tenían sus tiendas en la encrucijada de Petateros, decidieron echar la casa por la ventana para que la cosa se hiciese en grande y con esplendidez nunca vista.

Los caballeros de las cuatro órdenes militares españolas que existieron en el Perú por aquel siglo, gastaron el oro y el moro. Eran estas órdenes las siguientes:

La de Santiago, fundada en 848 por el rey don Ramiro, en memoria de la batalla de Clavijo. La encomienda de esta orden es una espada roja en forma de cruz, que imita la guarnición o empuñadura de los aceros usados en esa época.

La de Calatrava, instituida en 1158 por el rey don Sancho III. La insignia era cruz de gules cantonada.

La de Alcántara, fundada en 1176 por don Fernando II. La cruz de los caballeros era idéntica a la de los de Calatrava, diferenciándose en el color, que es verde.

La de Montesa, fundada en 1317 por don Jaime II de Aragón. La encomienda era una cruz llana de gules.

El jesuita limeño Menacho, de universal renombre; su famoso compañero el padre Alonso Mesía, muerto en olor de santidad; el agustino Calancha que, como cronista, es hoy mismo consultado con avidez; el canónigo don Carlos Marcelo Corni, que fue el primer peruano que ciñó mitra; Villarroel que, andando los tiempos, debía también ser obispo y autor de excelentes libros, y otros sacerdotes de mérito no menor fueron los predicadores designados para las fiestas.

Quince días de procesiones, calles encintadas, árboles de fuego, mojigangas, toros, sainetes e incesante repique de campanas: quince días de aristocráticos saraos, y en los que las limeñas lucieron millones en trajes y pedrerías: quince días en los que se iluminó la ciudad con barriles de alquitrán, iluminación que, para la época, valía tanto como la del moderno gas: quince días en que el fervor religioso rayó en locura, y... pero ¿a qué meterme en descripciones? Quien pormenores quiera, échese a leer un libro publicado en Lima en 1618 por la imprenta de Francisco del Canto, que lleva por título: Relación de las fiestas que a la Inmaculada Concepción de la Virgen Nuestra Señora se hicieron en esta ciudad de los reyes del Perú, etc. Su autor es nada menos que el ilustre don Antonio Rodríguez de León Pinelo, catedrático de derecho cesáreo y pontificio y una de las más altas reputaciones literarias del siglo XVII.

Entre las muchas comparsas que en esos días recorrieron las calles de la ciudad, fue la más notable una compuesta de quince niñas, todas menores de diez años e hijas de padres nobles y acaudalados. Iban vestidas de ángeles, con tuniquilla de raso azul y sobre ella otra de velillo de plata, ostentando coronitas de oro sembradas de perlas, rubíes, zafiros, diamantes, esmeraldas y topacios. Cada angelito llevaba encima un tesoro.

Cuando el príncipe-virrey se asomó al balcón de palacio para ver pasar la infantil comparsa, la más linda de las chiquillas, la futura marquesita de Villarrubia de Langres, que, representando a San Miguel, era el capitán de aquel coro de ángeles y serafines, se dirigió a su excelencia y le dijo:

«Soy correo celestial,
y por noticia os traía
que es concebida María
sin pecado original».


Pero tan solemnes como lujosas fiestas, en las que Lima hizo gala de la religiosidad de sus sentimientos, tuvieron también su escena profanamente grotesca, si bien en armonía con el espíritu atrasado de esos tiempos.

Referir esta escena es el propósito de mi tradición.

Manuel Ricardo Palma Soriano
(7 de febrero de 1833 - 6 de octubre de 1919)
Escritor y periodista peruano.


viernes, 19 de marzo de 2010

Caballeros de Loyola: El Cristianismo - El Beato Martín de Porres - La Orden de Calatrava - Sudamérica


El Beato Martín de Porres nace en Lima el 9 de diciembre de 1579, hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava y de Ana Velázquez, negra libre panameña. Martín fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, en la misma pila bautismal en que siete años más tarde lo sería Santa Rosa de Lima. Juan de Porres marcha a Guayaquil, Ecuador, comisionado por el Virrey Don García Hurtado de Mendoza. Allí reclama a sus dos hijos que salen para Ecuador. Años más tarde, Don Juan Porres es nombrado Gobernador de Panamá por lo que los niños, Martín y Juana, regresan con su madre a Lima; es el año 1590, Martín tiene once años. A los Doce Martín está de aprendiz de peluquero, y asistente dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima.

Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio de Mogrovejo, primer Arzobispo de Lima, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón, corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su Madre.

Conoce a Fray Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes. Le invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario.

La legislación de entonces impedía ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresa como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.

San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: “Pasar desapercibido y ser el último”. Su anhelo es seguir a Jesús de Nazaret. Se le confía la limpieza de la casa; su escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida.

Sirve y atiende a todos, pero no es de todos comprendido. Un día cortaba el pelo y hacía el cerquillo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarle: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.

San Martín lleva dos años en el convento, hace ya seis que no ve a su padre, éste le visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín sea hermano cooperador.

El 2 de junio de 1603 se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: “Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor”. La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: “No hay gusto mayor que dar a los pobres”.

San Martín de Porres es un amor desbordante y universal. Su hermana Juana disfruta de buena posición social, por lo que, en una finca de ésta, da cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.

Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa. El Superior le prohibe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados pos su docilidad. Su vida termina en olor de multitudes el 3 de noviembre de 1639.

San Martín ve confirmado en su persona el Evangelio: “El que se humilla será ensalzado”. Este hombre que sintonizaba con la oscuridad de su piel y que disfrutaba en Dios al verse humillado y postergado, pasados los siglos será un Santo que centre en su persona los dos continentes: Europa y América, San Martín es querido por todos, invocado por ricos y pobres, enfermos y menesterosos, por hombres de ciencia y por ignorantes. Su imagen o su estampa va en los viajes, está en las casas y en los hospitales, en los libros de rezo y en los de estudio. A nadie extraña que sea Patrono de los Hermanos Cooperadores Dominicos, del Gremio de los Peluqueros, de la Limpieza Pública, Farmacéuticos y Enfermeros. Una Congregación sudafricana le tiene por abogado: Son las Hermanas Dominicas de San Martín de Porres y muchos más. Todos ellos se gozan de que “Fray Escoba”* sea su patrono y su ejemplo.

*Al beato Martín de Porres se le conoce como "Fray Escoba" porque en el convento se desempeñaba como barrendero

CENTINELA DEL DESARROLLO NUCLEAR ARGENTINO

D CARLOS GUSTAVO LAVADO RUÍZ ROQUÉ LASCANO 
 SOBERNA COMPAÑÍA DE LOYOLA
FUNDADOR 1ER GENERAL


lunes, 15 de marzo de 2010

Caballeros de Loyola informa: Jesuitas, Caballeros de Calatrava y la réplica del Santo Sudario en Santiago del Estero República Argentina



ORDEN CABALLEROS DE
 SAN IGNACIO DE LOYOLA

La sábana Santa . Su Historia


Convento de Santo Domingo

Santiago del Estero es una de las pocas provincias del mundo bendecidas con la presencia permanente de una copia del original de La Sabana Santa. La misma permanece en custodia de los padres y religiosos dominicos del convento de Santo Domingo, y se halla en exposición en el templo que la Orden posee en nuestra ciudad capital.

De acuerdo a la opinión de especialistas en la materia, el sacratísimo lienzo original recaló en Santiago del Estero en el año 1.553 y aquí permaneció hasta el año 1.767, y la copia del mismo, que a la actualidad se halla en posesión de la Orden Dominica sería la mas perfecta de las escasas 56 reproducciones copias diseminadas por el mundo, lo que lleva a presumir que la misma fue confeccionada con el original a la vista.

El Santo Sudario permanecía celosamente atesorado en la catedral de Chambery (Francia), pero hacia el año 1.532 este templo es víctima de un incendio que llega a afectar el cofre de metal que guardaba la santa reliquia, dañándola en parte, lo que obliga a repararla y, para mayor seguridad, envolverla entre dos mantos.

En el año 1.540, en virtud de la Bula “Regimini Militantis”, emanada del Papa Paulo III, nace oficialmente La Compañía de Jesús, Orden Religiosa conocida ordinariamente como los Jesuitas, quienes desembarcan en América en el año 1.549 y apenas cuatro años después, hacia el año 1.553, con 30 religiosos, ya evangelizan extensos territorios de Brasil, extendiéndose paulatinamente hacia tierras del Perú, Paraguay y actual noroeste argentino. Esto es, Chaco, Tucumán y Santiago del Estero.

La historia de la iglesia habla de sucesivas oleadas de misioneros llegados a América entre los años 1.553 y 1561, entre los que arribaron numerosos padres jesuitas, siendo parte de la tradición no corroborada por documento alguno, que el original Santo Sudario habría sido traído e introducido secretamente en estas tierras por religiosos de La Compañía de Jesús durante alguno de esos viajes

La versión mas arraigada acerca del arribo de la copia de la Sabana Santa a nuestra provincia, es la que dice que la misma habría sido obsequiada por la Casa de Saboya al rey de España Felipe II en el año 1.572. Asimismo, el monarca habría dispuesto que la misma tenga como destino final y permanente la ciudad de Santiago del Estero, por ser la primera ciudad fundada por conquistadores españoles en lo que posteriormente fue la Argentina. Francisco de Aguirre de la Rua, Caballero de Calatrava, fundador de Santiago del Estero. No existen documentos que avalen esto.

Ahora bien. Si realmente Felipe II hubiera honrado a nuestra ciudad obsequiando este santo objeto, por una cuestión de importancia y jerarquía debería haber recalado y sido expuesto en el templo mas importante, en este caso la catedral. Pero los santiagueños recién toman conocimiento de su existencia hacia el año 1767, casi 200 años después, cuando al momento de hacer un inventario de los bienes de los padres jesuitas, expulsados de América, se topan con un pequeño receptáculo en el que se hallaba guardada la Sabana Santa.

La historia de este hallazgo abona indirectamente la versión que indica que el original estuvo en Santiago, ya que si la copia permaneció oculta durante casi dos siglos, bien pudo haber pasado lo mismo con el original.

Aunque poco se ha estudiado de la copia santiagueña, es probable que se trate de un tejido autóctono. Cabe recordar que entre las actividades que se desarrollaban en las misiones, ocupó un rol importante el hilado y el tejido de telas de lino y algodón. La tela no es de tejido espigado como la Sábana Santa, sino de trama rectilínea y sus hilos se cruzan en ángulo recto como era costumbre en las primeras telas de origen americano. También las facciones del rostro aparecen aindiadas (a diferencia de las copias existentes en Europa). La cara es más redondeaba que el original; el cuerpo de tórax y hombros más robustos, el cuello más corto, la nariz menos prominente, como si el artista al interpretar la imagen que copiaba, hubiera recibido la influencia étnica de la comunidad donde vivía.

En Europa se conservan más de 50 copias de la Sábana Santa y la característica dominante es el rostro más alargado, el tórax y los hombros menos robustos. Por otra parte, las copias europeas suelen ir acompañadas de un acta fecha y firmada en Chambery o Turín por el jefe de la Casa de Saboya, para identificar su procedencia.

El científico norteamericano Max Frei, logró reconstruir en parte el itinerario a que fue sometido el Santo Sudario por parte de sus distintos poseedores. Para ello, en el año 1.978, tomó una pequeña muestra del lienzo original y, luego de estudiarla en conjunto con un grupo de 44 expertos en diversas disciplinas, concluyó en que la Santa Sindone contenía pólenes que delataban su paso por Jerusalén, Edesa, Constantinopla, Italia y Francia. Frei también halló pólenes típicos y exclusivos de América, cuya presencia el equipo de investigadores imputó al contacto de visitantes e investigadores que estuvieron cerca de la sabana, calificándolo como “contaminación accidental”.

No obstante la explicación simplista acerca de la presencia de elementos polínicos americanos en la Sabana Santa, existen pruebas fuertes e innegables del transito y estadía de la Sabana Santa en tierras americanas, y son las mas de sesenta especies de polen hallados en la muestra, y que Frei no pudo identificar ni encontrar clasificada en ningún catalogo de flora europea o asiática.

El primer estudioso sobre el paño Mons fue Giulio Ricci (miembro de la curia vaticana y Presidente del "Centro Romano di Sindonología"). Un estudio de 1999 por Mark Guscin, miembro del equipo de investigación polifacética del Centro Español de Sindología, investigó la relación entre el sudario de Oviedo y la sábana santa de Turín. Basándose en la historia, patología forense, composición sanguínea (de tipo AB, como la de la sábana), y patrones de las manchas, concluyó que ambas prendas cubrieron la misma cabeza en dos momentos distintos, pero próximos entre sí. Avinoam Danin asintió con este análisis, añadiendo que los granos de polen del pañolón coinciden con los de la sábana.

sábado, 13 de marzo de 2010

Caballeros de Loyola . Pedro Osores de Ulloa Caballero de Calatrava Gobernador de Chile




(San Juan, España, 1554 - Concepción, Chile, 1624) Militar español que fue gobernador de Chile. Participó en la batalla naval de Lepanto (1571) contra los turcos. Estuvo prisionero en Argel. Al recuperar su libertad viajó a América. Se desempeñó como corregidor del Plata hacia 1586. Tuvo igual oficio en Potosí (Bolivia) en 1591. Luego en 1597, bajo las órdenes del virrey de Perú, fue comisario y debió combatir la presencia del holandés Simón de Cordes. En 1617 fue corregidor de Huancavelica. El año 1618 pasó a ser caballero de la Orden de Calatrava.


En 1621 asumió la Gobernación de Chile. Llegó con un pequeño ejército de 300 hombres. Impuso la disciplina en el ejército de la Frontera y consideró un error la intención de someter al mapuche mediante la evangelización católica (la "guerra defensiva" del padre Luis de Valdivia), opinión que transmitió al rey y al virrey.

Con este acto se convirtió en el gobernador que puso fin a esa política que buscaba la convivencia en la Frontera y la incursión exclusiva de misioneros en territorio mapuche, evitándose matanzas y apresamientos indebidos de adultos y niños para ser vendidos como mano de obra esclava. Mandó incursionar en tierras mapuches, pero éstos, sabedores de sus planes, evitaron a las fuerzas españolas. Por otro lado, suspendió la tasa de Esquilache.



jueves, 11 de marzo de 2010

11 de Marzo de 2010 "Día de la exhumación de los restos de Juan José F Campero Marqués de Yavi" Caballero de Calatrava

Batalla de Salta 20 de febrero de 1813

 EL REGRESO DEL MARQUES

por S.E.Doña María Cristina Fernández SOCMHSIL

Desde el año 2004 el Dr. Rodolfo Martín Campero viene realizando innumerables gestiones destinadas a repatriar a Juan José Fernández Campero (popularmente conocido como “Marqués de Yavi”), nacido en San Francisco de Yavi, Provincia de Jujuy, República Argentina, el 9 de Junio de 1777 y fallecido en Kingston, Jamaica, el 22 de Octubre de 1820. El Dr. Rodolfo Campero expresa que “Desde hace más de seis años, quienes somos sus familiares directos, de sangre y por afinidad, tratamos infructuosamente de que el Estado Argentino tuviese la iniciativa de repatriar sus restos, como homenaje a su gesta personal, a la Guerra Gaucha de la que fuera su Comandante y, particularmente, como homenaje y reconocimiento a la conmemoración del Bicentenario de nuestra Patria. Fernández Campero es además el único miembro argentino del Congreso de la Independencia en Tucumán, de 1816 cuyos restos mortales aun no descansan en suelo patrio. Ha sido considerado Héroe de Bolivia y declarado Prócer de la Independencia del Perú por ley Nº 6824."

Juan José Feliciano Fernández Campero fue Comandante durante las Guerras de la Independencia y principal lugarteniente del General Martín Miguel de Güemes, de quien era primo. Obtuvo el grado de Coronel Mayor del Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata y fue electo Diputado al Congreso de Tucumán. Murió traumáticamente después de ser capturado en la Batalla de Yavi, en Jujuy, el 15 de noviembre de 1816.

El Dr. Campero comenta que “No habiendo sido posible la sanción de una ley que disponga esta reivindicación, los integrantes de la Familia Campero hemos decidido traer sus despojos mortales simbólicos, puesto que, transcurridos casi doscientos años desde su muerte acaecida en Kingston por los apremios sufridos en su captura y exilio, es poco probable encontrar restos físicos de su persona en el atrio de la Iglesia Católica de esa ciudad, donde han sido ubicados sus despojos por el personal consular argentino en el año 2005. En estos momentos y con la colaboración de la Embajada Argentina en Kingston, estoy realizando las gestiones necesarias para concretar el gesto simbólico de recoger una urna con la tierra del lugar donde se encuentra sepultado y traerla al país. Creo que es un deber histórico cumplimentar con este justo merecimiento: que sus despojos descansen en la tierra que lo vio nacer y por la cual luchó”.

La gestión del Dr. Campero, no significará gasto alguno para el Estado argentino o su representación diplomática en Jamaica ya que los mismos serán cubiertos por el solicitante y por los restantes miembros de la Familia Campero radicados en el Norte argentino, Bolivia, Perú y Chile.

Con gran emoción el Dr. Campero expresa: “para el Embajador argentino en Jamaica, Mario José Pino, la repatriación simbólica de los restos de Juan José Fernández Campero es un acto trascendente. Por ello la ceremonia tendrá carácter oficial y se iniciará con ella la conmemoración del Bicentenario de nuestra Independencia en Jamaica”.

Juan José Fernández Campero heredó títulos y fortuna y renunció a ellos arriesgando su vida. Fue perseguido, acosado, detenido, torturado y condenado por los realistas, bajo el cargo de alta traición y deslealtad al rey. Cuando Fernández Campero optó por la Patria, durante la Batalla de Salta (librada el 20 de Febrero de 1813) firmó su sentencia. Consecuencia de su opción fue la pérdida de su patrimonio, su prisión y su trágica muerte cuando era trasladado a España para ser degradado y condenado. Merece reposar en la tierra por la que luchó, lo que constituiría también un acto de reparación para con los mártires de Yavi. Tanto los que murieron como consecuencia de su lucha contra los realistas como del pueblo en general, que fue diezmado aquel dramático 15 de Noviembre de 1816, cuando el Marqués fue tomado prisionero junto a otros patriotas. Esta fecha debiera figurar entre las Efemérides Nacionales y ser recordada en todo el país, en memoria de los olvidados forjadores de nuestra libertad.

La ceremonia de exhumación de los restos se realiza hoy 11 de Marzo de 2010, con presencia de autoridades del Gobierno de Jamaica, representantes de la Iglesia Católica y del Embajador Argentino Dr. Mario J. Pino.



Dr. Rodolfo Martín Campero Médico, Profesor Universitario, Político, Ejecutivo de Empresa, Escritor..

S.E. Prof. Doña María Cristina Fernández SOCMHSIL

miércoles, 10 de marzo de 2010

ORDEN DE LOS CABALLEROS DE SU SANTIDAD EL PAPA DE "SAN IGNACIO DE LOYOLA" - LA RELIGIOSIDAD DEL CABALLERO CRISTIANO.



La Orden Militar de Caballería Ligera del Papa, es jesuita laica, bajo la Bendición del General de la Compañía de Jesús, Padre Adolfo Nicolás, en colaboración abraza la misión Jesuita en la obra de Dios, y en la misión de Cristo, inspirada en el desarrollo, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos , el cuidado del medio ambiente y en la espiritualidad ignaciana, sean o no sus dignatarios de la Compañía de Jesús) click..

Quiénes somos 
Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.


Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)


Intentaremos caracterizar -en sus grandes rasgos- la religiosidad peculiar del caballero cristiano. Porque el caballero cristiano es esencialmente religioso. Lo es de modo tan profundo y auténtico, que, en efecto, el serlo constituye una de sus características radicales, y resulta imposible separar y discernir en él la religiosidad y la caballerosidad. Y no podía por menos de ser así. En la psicología del pueblo español, la fe religiosa, cristiana católica, está tan indisolublemente unida y fundida con el sentimiento nacional, que no le es nada fácil al español ser español y no ser cristiano. ¡Como que el pueblo español se ha forjado en la lucha por salvaguardar su fe, en la preocupación secular de mantener su fe frente al invasor musulmán! La nacionalidad española, el «estilo» hispánico, ha tenido que afirmarse y consolidarse desde un principio, y a lo largo de muchos siglos, justamente en y por la negación de lo no-español. Mas como lo no-español era principalmente lo musulmán, lo español hubo necesariamente de identificarse, desde luego, con lo cristiano, y la hispanidad con la cristiandad.


Pero no basta decir que el caballero español es esencialmente religioso; hace falta, además, caracterizar un tanto en qué consiste esa religiosidad. Para resumir brevemente mi pensamiento, condensaré en tres formas principales el carácter de la religiosidad española.

CONFIANZA EN DIOS


La primera es la confianza ilimitada en Dios y su providencia. El caballero español fía fundamentalmente en Dios. Por eso es paladín de grandes causas; por eso menosprecia la mezquindad y cultiva la grandeza; por eso antepone el arrojo a la timidez y la resolución heroica a la lenta ejecución prudente; por eso, en suma, quiere en todo momento hacer él la vida y la historia, en vez de ser hecho por la vida y por la historia. Frente al fatalismo oriental o al determinismo racionalista, el caballero opone su propio poderío ejecutivo, pero fundado sobre la confianza omnímoda en la asistencia de Dios.

FE FIRME Y CRISTOCÉNTRICA


La segunda forma o modalidad de la religiosidad hispánica consiste en el peculiar matiz que la fe tiene en ella. La fe constituye el centro, el eje en torno del cual gira todo el pensamiento y sentimiento religioso. En dos sentidos: como sólido fundamento de todo lo demás y como inequívoca certidumbre de sí misma. Otras almas religiosas conocen las tormentas terribles del corazón y son escenario de dramáticas, de angustiosas luchas entre la voluntad de creer y las acometidas de la duda. Pero la fe del caballero español no sufre jamás de tales vacilaciones y congojas. Es una fe tan segura de sí misma, que ni necesita ni teme las razones. Es, por decirlo así, previa a la razón; más honda que la razón, y arraigada tan en el centro del ser, que su pérdida equivaldría a la destrucción del ser mismo. Es una fe pura, como el puro azul del cielo, sin nubes de duda que la empañen; y tan certera y entera, que podría decirse, en cierto modo, que todo el edificio o estructura de la religiosidad hispánica empieza en la fe y sobre la fe, no antes de la fe; y se desenvuelve a partir de la fe, no como puntal para asegurar la fe. En este carácter del sentimiento religioso español encontraríase seguramente el origen de otros muchos matices propios y peculiares.

IMPACIENCIA DE ETERNIDAD


La tercera forma en que se determina la estructura del sentimiento religioso español es algo que yo llamaría «impaciencia de la eternidad». ¡Impaciencia de la eternidad! ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que el caballero cristiano siente en su alma un anhelo tan ardoroso de eternidad, que no puede ni esperar siquiera el término de la breve vida humana; y «muere porque no muere». Quisiera estar ya mismo en la gloria eterna; y si no fuera pecado mortal, poco le faltaría para suicidarse. Ahora bien, esta premura le conduce a una consideración de los hechos y de las cosas, que es bien típica y característica de su modo de ser. Consiste en poner cada acto y cada cosa en relación inmediata y directa con Dios. Otros tipos humanos consideran y determinan cada cosa y cada acto en relación con la cosa siguiente y el acto siguiente. Construyen así una curva de la vida, una especie de parábola, en donde los hechos y momentos se integran, formando un conjunto singular, personal, individual, la vida histórica de un hombre. Y cabe entonces proponer, como ideal de vida, ese ideal de una «vida bella» que Goethe, el gran pagano, encomiaba y quiso realizar. Pero el caballero español, que tiene mucha prisa por estar en Dios y con Dios y siente insaciable afán de eternidad y quiere la eternidad ya mismo, ahora mismo, procederá en la vida de muy distinto modo. No colocará los actos y las cosas en relación con los siguientes, para tenderlos a lo largo del tiempo en una curva plástica o estética, sino que querrá poner cada acto y cada cosa en relación directa e inmediata con Dios mismo; querrá «santificar» su vida santificando uno por uno cada acto de su vida; querrá vivir cada momento «como si» ya perteneciese a la eternidad misma; querrá «consagrar» a Dios cada instante por separado, precisamente para descoyuntarlo de todo sentido y relación humanos y henchirlo, desde ahora mismo, de eternidad divina.


Para satisfacer esta su impaciencia de la eternidad, el caballero español necesita, empero, abolir toda distancia entre el ser temporal y el ser eterno. Necesita unir indisolublemente su vida personal con Dios. Y esto, de dos maneras complementarias: viendo, percibiendo, descubriendo a Dios en cada uno de los momentos y hechos de su vida terrestre; y, por otra parte, encumbrando hasta Dios, hasta la eternidad de Dios, cada uno de esos momentos y hechos. ¡Doble movimiento del misticismo hispánico, que descubre al Señor en los «cacharros» y sabe elevar hasta Dios los repliegues más humildes de la realidad humana! Así, más o menos vagamente, la conciencia religiosa del caballero concibe la gloria eterna no tanto como una recompensa que ha de merecer, sino más bien como un «estado» del alma, al cual desde ya mismo puede por lo menos aspirar. Al «muero porque no muero» hay que añadir el «no me mueve mi Dios para quererte». La vida terrestre se le aparece al caballero como una especie de anticipación de la gloria eterna; o mejor dicho: el caballero se esfuerza por impregnar él mismo de gloria eterna su actual vida terrestre -tal y tanta es la premura, la impaciencia que siente por estar con Dios-. A diferencia de otras almas humanas, que aspiran a lo infinito por el lento camino de lo finito, el caballero cristiano español anhela colocarse de un salto en el seno mismo de la infinita esencia.


Y si meditáis, señoras y señores, esta condición espiritual del sentimiento religioso español, fácilmente encontraréis en ella la raíz más profunda de todas las demás propiedades que hemos señalado en el caballero cristiano, o, lo que es lo mismo, en el estilo español. Porque es cristiano, y porque lo es con ese dejo o rasgo profundo que llama impaciencia de la eternidad, es por lo que el hispánico es caballero y todo lo demás. Dijérase un desterrado del cielo, que, anhelando la infinita beatitud divina, quisiera divinizar la tierra misma y todo en ella; un desterrado del cielo, que, sabiendo inmediatamente próximo su ingreso en el seno de Dios, renuncia a organizar terrenalmente esta vida humana y se desvive por anticipar en ella los deliquios celestiales. La impaciencia de la eternidad, he aquí la última raíz de la actitud hispánica ante la vida y el mundo. Mientras prepondere entre los hombres el espíritu racionalista de organización terrestre y el apego a las limitaciones; mientras los hombres estén de lleno entregados a los menesteres de la tierra y aplacen para un futuro infinitamente lejano la participación en el ser absoluto, la hispanidad desde luego habrá de sentirse al margen del tiempo, lejos de esos hombres, de ese mundo y de ese momento histórico. Pero cuando, por el contrario, el soplo de lo divino reavive en las almas las ascuas de la caridad, de la esperanza y de la fe; cuando de nuevo los hombres sientan inaplazable la necesidad de vivir no para ésta sino para la otra vida, y sean capaces de intuir en esta vida misma los ámbitos de la eternidad, entonces habrá sonado la hora de España otra vez en el reloj de la historia; entonces, la hispanidad asumirá otra vez la representación suprema del hombre en este mundo, y sacará de sus inagotables virtualidades formas inéditas para dar nueva expresión a los inefables afanes del ser humano.
Autor: Manuel García Morente


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