martes, 8 de abril de 2025

Un notable literato argentino evocaba, en 1920, a un destacado maestro cordobés al momento de su fallecimiento. El autor era el riojano Joaquín V. González, y el educador recordado era JAVIER LAZCANO COLODRERO. El escenario de la memoria: las aulas del Colegio Monserrat.


En este como en alguno de los otros linajes, se ha usado la verdadera ortografía del apellido: Los Lazcano de la Argentina, después de 1810, más o menos suprimieron la preposición “de” y cambiaron la “z” por la “s”. El primer caso es el Bisabuelo del fundador de la Soberana Compañía de Loyola, "Don Francisco Javier de Lazcano e Igarzabal" registrando a su hija Como "Vicenta Lascano Hernández" abuela de Don Carlos Gustavo Lavado Ruíz y Roqué Lascano, explicable, y se debe sin duda al deseo de acortar la firma, pese a tentado a las reglas gramaticales que tal decisión significa cuando se trata de apellidos solariegos – como Lazcano_ según lo expresa bien claro la gramática de la Lengua Española.

 ARBOL GENEALÓGICO FAMILIA
 LASCANO/LAZCANO/LAZKANO

 Javier Lazcano Colodrero, al maestro con cariño 

Aspectos cercanos referidos al cursado de clases en el Colegio Monserrat por jóvenes internos provincianos, entre finales de la década de 1870 y comienzos de la de los ochenta, aparecen evocados con proximidad por Joaquín V. González en una necrológica dedicada al cordobés Javier Lazcano Colodrero (1848-1920), y publicada en la revista Caras y Caretas del 22 de mayo de 1920. Lazcano Colodrero había sido su Prefecto de estudios en el Colegio Nacional de Monserrat, una especialidad educativa dedicada a acompañar a los estudiantes desde un lugar de mayor proximidad, con mayor dedicación, entre otras cosas, a sus procesos de aprendizaje y a su integración y cumplimiento de normas. Javier Lascano Colodrero transitaba la treintena de su edad y el juvenil Joaquín Víctor González era un adolescente riojano que había debido dejar a su familia y a su patria chica para trasladarse a estudiar en el Monserrat. 

Javier Lazcano Colodrero tuvo una destacada actuación pública en la educación cordobesa y en otros campos de la cultura. Fue catedrático de Literatura y Castellano y luego rector del Colegio Nacional de Monserrat, ejerció el periodismo, escribió poesía y narrativa, dirigió los diarios El Progreso y el Eco de Córdoba. Fue ministro de Hacienda e Instrucción Pública de la Provincia de Córdoba, y ejerció los cargos de vicepresidente y vocal del Consejo de Educación. La revista Caras y Caretas le publicó eventuales colaboraciones. 

A su fallecimiento el 25 de abril de 1920 su dilecto alumno riojano en aquellos años de fines del siglo XIX, lo evoca en este sentido homenaje publicado por el semanario porteño y que al año siguiente aparecerá como prólogo del libro de su Prefecto de estudios: Mis notas, una edición realizada por el hijo de Lazcano Colodrero, Godofredo, reuniendo papeles de su padre. Resulta curioso que, en 1921, en la sección de Caras y Caretas llamada Los Libros, aparecía el 17 de septiembre una reseña bien poco amable del libro Mis notas, sin firma de autor: “Los que, dejándose llevar por el título de este libro, crean que se trata de una colección de las comunicaciones oficiales de algún funcionario público, se equivocarán lastimosamente. Es un libro de versos que tiene ese título quizá porque el autor es aficionado a la música. Los versos del señor Lazcano Colodrero no se distinguen por ninguna cualidad brillante ni por ningún efecto insoportable; son de aquellos que demuestran una vez más cuánto se presta el idioma castellano para, escribir versos que sin ser malos no son tampoco buenos. Resolver si el autor es poeta o no, es tarea que queda de hecho encomendada a la posteridad.”
El efecto de la reseña se acentúa, dado que el autor del libro ya había fallecido. 

Pero si se trata de presentar un perfil más apegado a las cualidades humanas e intelectuales de Javier Lazcano Colodrero, allá está el testimonio de gratitud de Arturo Capdevila, quien lo recuerda como uno de sus profesores más queridos, y lo evoca de levita y con sus quevedos de carey. Otro escritor que recuerda a Lazcano Colodrero como un deber intelectual, es Leopoldo Lugones.


Y, sin duda, ese destaca esta pieza en su memoria escrita por Joaquín V. González, donde se agranda la figura del educador y literato, y de la que aquí se extraen los mejores párrafos. 

“Un hombre de talento, de distinción y de rara bondad acaba de terminar sus días en Córdoba, donde vivió su vida de afectos íntimos, de estudio y de consagración al mejor oficio conocido: el de enseñar y educar a la juventud. Le profesaba yo un cariño filial y un culto tan intenso como silencioso, pues durante mucho tiempo nos sostuvimos en nuestra reciproca y segura amistad, sobre la fe inquebrantable, más poderosa que las continuas declaraciones y ceremonias.

Lo conocí al poco tiempo de mi permanencia en el internado del Colegio de Monserrat; y no recuerdo ya cómo se inició nuestra más próxima relación, aparte del obligado acatamiento que yo le debía, como alumno sometido a su vigilancia de Prefecto de estudios. Recuerdo su noble, sereno y dulce aspecto de padre joven y amable, sentado o paseando sin ruido por entre las avenidas de bancos de la enorme sala de estudios en común, en la segunda hora nocturna, después de nuestro breve recreo d'aprés dinner.

Era la hora en que yo más me distraía en pensamientos propios, por la misma razón que nos mandaban ocuparnos de estudiar pensamientos ajenos. Más de una vez, en reemplazo de mi aritmética, mi gramática o mi geografía, me pasaba la hora haciendo figuras o copiando retratos de cualquier historia o, escribiendo de mi cabeza las primeras tonterías literarias. «Don Javier», como le llamábamos todos, algunas veces se acercó a mi lado, fijó sus lentes lindos, de reluciente oro, que limpiaba con excesiva frecuencia con su pañuelo, aburrido también como nosotros de hacer cosas mandadas, y me dijo:

— Amiguito, me parece que usted no estudia; lo veo siempre distraído y como si hiciera versos.

Pero no me reprendía, y aun creo que se empezó a preocupar de mí más que de otros condiscípulos. Y a mí me gustaba mucho cuando se me acercaba, porque, además de su limpieza, su bondad y el timbre musical de su voz, a la que contribuía su acento cordobés, el corazón me decía que yo tendría que ser amigo suyo.”

Naturalmente, el texto habla tanto de Javier Lazcano Colodrero como del propio Joaquín V. González, cuyos inicios literarios tanto le debieron al acompañamiento y al apoyo que recibió de su tutor colegial cordobés. Aun sin juzgar los alcances poéticos de la figura homenajeada por el riojano -que homenajeaba a la vez su propia juventud- no hay duda de que un formador que ha sembrado en sus discípulos un intenso cariño y ha quedado grabado en la gratitud de sus memorias, es porque ha sido una influencia beneficiosa. El texto, por su parte, franquea una mirada cercana a aquellas clases de más de un siglo atrás. 


San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que  el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo  Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.


domingo, 6 de abril de 2025

Ignacio Ciro Xavier de Arteaga-Lazcano e Idíaquez. Señor de la Casa de Lazcano (XX), marqués de Valmediano (IV), conde de Corres Estella (Navarra), 1.VI.1748 – Madrid, 15.VII.1817. Noble y hacendado. Caballero de la insigne Orden del Toisón de Oro Caballero de Orden militar Cortesano, Gentilhombre de cámara Grande de España Militar, estuvo emparentado con los reyes de Castilla y Navarra. San Ignacio de Loyola pertenecía a esta familia.


En este como en alguno de los otros linajes, se ha usado la verdadera ortografía del apellido: Los Lazcano de la Argentina, después de 1810, más o menos suprimieron la preposición “de” y cambiaron la “z” por la “s”. El primer caso es el Bisabuelo del fundador de la Soberana Compañía de Loyola, "Don Francisco Javier de Lazcano e Igarzabal" registrando a su hija Como "Vicenta Lascano Hernández" abuela de Don Carlos Gustavo Lavado Ruíz y Roqué Lascano, explicable, y se debe sin duda al deseo de acortar la firma, pese a tentado a las reglas gramaticales que tal decisión significa cuando se trata de apellidos solariegos – como Lazcano_ según lo expresa bien claro la gramática de la Lengua Española.


Perteneciente al antiguo y poderoso linaje guipuzcoano de los Lazcano, que fue cabeza del bando oñacino y estuvo emparentado con los reyes de Castilla y Navarra. San Ignacio de Loyola pertenecía a esta familia, siendo su padre Juan Ruiz de Lazcano, señor de Murúa. En 1540, María de Lazcano —hija mayor de Felipe de Lazcano y de Elvira de Gauna— casó con Bernardino Pérez de Arteaga —señor de la Casa solar y Torre de Arteaga, en Villafranca—, de cuya unión resultó la fusión de ambos apellidos. 


Biznieto de éstos sería Ignacio Ciro, que acumulaba los títulos de decimosexto señor de Lazcano, cuarto marqués de Valmediano y primer conde de Corres. El primer marqués de Valmediano fue Tomás Isidro de Chiriboga y Mendoza, en 1692, heredando su hermana el título que al estar casada con Juan Antonio de Arteaga-Lazcano, lo pasó a esta familia. 


Recibió Ignacio Ciro la merced de conde de Corres el 19 de enero de 1773. Joaquín José de Arteaga-Lazcano y Mendoza, padre de Ignacio Ciro, pleiteó infructuosamente para lograr el título de duque del Infantado, al que tenía derecho, pero luego éste no prosiguió el litigio ya que era muy amigo del decimotercer duque del Infantado, Pedro de Alcántara.


Ignacio Ciro de Arteaga-Lazcano contrajo matrimonio, en Madrid, el 20 de abril de 1783 con María Ana de Palafox y Silva, hija de Fausto Francisco de Palafox y Pérez de Guzmán, VII marqués de Ariza y de Estepa, entre otros títulos, y de María Teresa de Silva Bazán y Sarmiento.


Como rentista que era y poseedor de vínculos, bienes y patronatos, mantuvo los casi inevitables pleitos que su gestión solía acarrear. Así, sostuvo un pleito en 1775 con vecinos de Urdúliz (Vizcaya) con motivo de la obra nueva de un molino y otro contra el cabildo eclesiástico de la parroquia de la misma localidad en 1800, a causa de la asignación de cuotas a la fábrica de la citada parroquia. 


Mantuvo también un litigio, entre 1784 y 1787, con el señor de la casa de Terán por haber abierto el arrendatario del molino de Hontanares (Segovia), propiedad del conde de Corres, una zanja que perjudicaba a un prado de aquél.


Igualmente pleiteó contra la villa de Ataun (Guipúzcoa) en 1801. Por último, como señor de la casa de Chiriboga que era, entre 1790 y 1802, siguió pleito para recuperar un solar perteneciente a este mayorazgo situado en el valle de Urbieta, jurisdicción de Cestona (Guipúzcoa).


Por lo demás, afincado en Madrid, desarrolló la clásica vida de cortesano acumulador de títulos y honores.


Fue gentilhombre de Cámara del Rey, heredó de su padre la Grandeza de España de segunda clase en 1789, obtuvo el nombramiento de caballero de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III en 1791 y fue nombrado caballero de la Orden del Toisón de Oro en 1816.


San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que  el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo  Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.