Aunque podamos hablar de una teología argentina antes del Concilio Vaticano II, no concentré mi atención sobre ella, pero sí en la post-conciliar.
Durante el Concilio, hubo dos hechos importantes: el encuentro en Roma, en aquella ocasión, de peritos conciliares provenientes de diversos países latino-americanos y su conocimiento recíproco; de entre ellos, estaba el argentino Lucio Genera. Y el encuentro de teólogos – y no menos importante que aquellos peritos – en la Facultad Franciscana de Petrópolis, en Brasil, en 1964, que tenía entre sus objetivos el examen, del punto de vista teológico, de la problemática de la Iglesia latino-americana. Entre los pioneros que en él participaron estaban el peruano Gustavo Gutiérrez, el uruguayo Juan Luis Segundo y el ya recordado Lucio Genera.
Pues bien, aún en 1968, antes de Medellín, Gutiérrez había pronunciado una conferencia titulada “Rumbo a una teología de la liberación”, dando así un nombre a la reflexión teológica entonces emergente en el clima del Concilio, aplicado a nuestra América. Ese lenguaje y esa óptica fueron aceptadas tanto en la Conferencia de Medellín (1968) cuánto en el post-Medellín, también en Argentina, principalmente por el propio Genera – especialista en esa conferencia – y por los teólogos de la COEPAL (Comisión Episcopal para la Pastoral), así como por el Movimiento de los Sacerdotes para el Tercero Mundo, nacido como respuesta al Manifiesto de los Obispos del Tercero Mundo (15 de agosto de 1967).
La Conferencia Episcopal Argentina había confiado a la COEPAL, en el post-Concilio (1966), la tarea de pensar un plan nacional de pastoral según el espíritu de Vaticano II. Ella era compuesta por varios obispos (Marengo, Zaspe e Angelelli), teólogos, pastoralistas, religiosos y religiosas, de entre los cuales figuraban, además de Lucio Genera, Rafael Tello – ambos profesores de la Facultad de Teología de Buenos Aires –, los sacerdotes diocesanos Justino El'Farrel (anteriormente de la congregación del Pe. Orione), Guillermo Sáenz (del Movimiento Rural de la Acción Católica), Gerardo Farrell (especialista en doctrina social de la Iglesia), Juan Bautista Capellaro (del movimiento Mundo Mejor), los jesuitas Fernando Boasso y Alberto Sily (ambos del Cias, Centro de Investigación y Acción Social), el biblista pasionista Mateo Perdía, las hermanas Aída López, Laura Renard y Esther Sastre, y otros más.
Justamente esa comisión fue el ámbito en que nació la teología argentina del pueblo, cuya marca ya era visible en la Declaración del episcopado argentino en San Miguel (1969) – especialmente en el documento VI, sobre la pastoral popular –, que aplicaba las orientaciones de Medellín a Argentina.
Aunque la COEPAL como tal dejó de existir al inicio de 1973, varios de sus miembros continuaron reuniéndose y renovándose como grupo de reflexión teológica, bajo el liderazgo intelectual de Genera. Este último también participó como perito del encuentro de Puebla, fue miembro del grupo teológico-pastoral del CELAM, ejerció una fuerte influencia teológica y personal en el Movimiento del Tercer Mundo y, después, formó parte de la Comisión Teológica Internacional.
Su teología era más oral que escrita, pero él también nos dejó algunos textos importantes, y, además de eso, muchas de sus intervenciones orales fueron oportunamente grabadas y después transcritas.
El contexto político argentino de aquel tiempo incluía el gobierno militar de Onganía (una dictadura, pero no tan cruel como dictadura posterior de Videla), la prohibición del peronismo la caída de Onganía en 1955, la represión del movimiento obrero peronista, el nacimiento de la futura guerrilla y un fenómeno nuevo, probablemente debido a las circunstancias ya recordadas: muchos intelectuales, profesores y estudiantes universitarios progresistas defendieron en esa época el peronismo como resistencia popular a los militares y como movimiento de protesta social, lo que no había ocurrido durante las presidencias de Perón.
Así nacieron, en las universidades de Buenos Aires, las llamadas cátedras nacionales de sociología, con figuras de destaque como Justino El'Farrell, Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo, José Pablo Feinmann y la filósofa Amelia Podetti, de entre otros.
El primero, Justino El'Farrell, de hecho, fue el nexo entre tales cátedras y la COEPAL, formando parte de ambas instituciones y teniendo un papel importante en ambas. Fue así que, distanciándose tanto del liberalismo cuanto del marxismo, una y otra encontraron su propia definición conceptual en la historia latino- americana y argentina (oral y escrita) con categorías como “pueblo” y “antipueblo”, “pueblos” e “imperios”, “cultura popular”, “religiosidad popular”, y otras más.
En el caso de Lucio Genera y de la COEPAL, se trataba del “Pueblo de Dios” – categoría bíblica privilegiada por el Concilio para designar la Iglesia – y de los pueblos, principalmente el argentino. Para ambos, lo que estaba en juego no era sólo la emergencia del laicado dentro de la Iglesia, sino también la inserción de la Iglesia en la vivencia histórica de los pueblos, como sujetos de la historia y de la cultura, receptores de evangelización y, si ya evangelizados, también evangelizadores.
Creo que lo que los influenció – igual que al resto de la teología latino-americana de aquel tiempo – fue la “teoría de la dependencia”, pero esta fue entendida a partir no tanto del ámbito económico, sino de la dominación política (imperial), que incluye la económica, encuadrando ambas en la línea evangélica de la liberación integral del pecado y también de sus consecuencias sociales y estructurales.
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