La “Familia Ignaciana” de la
Provincia Argentina Uruguaya, está formada por los jesuitas y laicos que colaboran
en forma conjunta en obras inspiradas en la espiritualidad ignaciana, sean o no de la
Compañía de Jesús. Se generan espacios de encuentro
entre jesuitas y laicos para reflexionar sobre los temas que hacen a la misión,
ya sea referidos al contexto, a las acciones propias de los diferentes
apostolados, las circunstancias sociales emergentes, la realidad de pobreza en
que vive más de la mitad de la población argentina, la propuesta de proyectos
puntuales, etc.
RESPUESTA A UN MUNDO EN CRISIS
por
JUAN GILI
Nuestro mundo está en crisis. Y los economistas, políticos y sociólogos no son optimistas en cuanto al futuro. Algunos incluso apuntan hacia un trágico empeoramiento de la situación mundial, que puede desembocar en una catástrofe
Otros, sin ser catastrofistas, afirman que los mas de seis mil millones que habitarán la tierra tampoco disfrutarán de una calidad de vida mejor ni tendrán ningún seguro de felicidad. Vivimos ? según Galbraith ? en la Era de la incertidumbre.
Este es un mundo en crisis, en el cual prepararse para la guerra es más importante que alimentar a la mitad de la población mundial que sigue desnutrida o alfabetizar al 30% de los seres humanos que no saben leer ni escribir. Un mundo que gasta un millón de dólares cada minuto en asuntos bélicos, es evidentemente un mundo en crisis.
Es un mundo en crisis, no solamente por los problemas de la contaminación, falta de alimentos, paro, injusticia social, pérdida de los derechos humanos, miedo a una guerra nuclear, incremento de la población toxicómana, sino mayormente por las grandes crisis internas que afectan directamente a la vida de los hombres y mujeres que las sufren. Crisis de familia, de identidad, de moralidad. Crisis de fe, de esperanza. El orgullo, el egocentrismo y la envidia están muy por encima del amor y del «usted primero».
Este es un mundo en crisis, donde proliferan las ofertas de evasión y escapismo más extrañas. Hay catalogados más de cinco mil libros sobre el suicidio. En Francia circula un manual donde se ofrecen 160 maneras distintas de quitarse la vida. Se dice que el suicidio es hoy más frecuente que el asesinato.
Sectas, ocultismo y negocios para mitigar la soledad, la depresión y el aburrimiento se ofrecen diariamente en el mercado de los grandes desengaños.
Las crisis y los problemas son ya irreversibles. Pero no son de hoy. La auténtica paz y libertad se perdieron en el momento en que se perdió la comunión con Dios y se intentó vivir y ser «como dioses». Desde entonces, como ha dicho un estadista contemporáneo, «no hay paz en el mundo porque no hay paz en el corazón del hombre».
Los dioses nos proporcionan «cosas», pero no felicidad. Nos planifican guerras, pero no nos dan la paz. Nos ofrecen más máquinas, pero no más corazón. Forman nuevos organismos de relaciones humanas, pero seguimos sin amarnos más. Nos hablan de libertad, pero continuamos siendo esclavos. Nos dan más medios de comunicación, pero estamos cada vez más incomunicados. Los dioses fomentan la cultura, la ciencia y el conocimiento, pero no la sabiduría y la inteligencia.
Pero el Dios único y verdadero, el que era, el que es y el que será, no nos ha dejado huérfanos ni a la deriva.
La Biblia dice: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito para que todo aquel que crea en El no se pierda, mas tenga vida eterna».
Hay, pues, una oferta de salvación que no es de los dioses, sino de DIOS. La oferta y la esperanza es Jesucristo. No había otra manera de librarnos del pecado/crisis ni de los dioses/fracasos si Jesucristo no lo hacía por nosotros. El lo hizo en la cruz. Pagó la deuda de desobediencia y rechazo que habíamos contraído con Dios. Y ahora, todos loso que le confiesan y le reconocen como su Salvador y Señor están ? como dice San Pablo -- «justificados por la fe y tienen paz con Dios por medio de Jesucristo».
La salvación que Jesucristo ofrece se obtiene reconociendo nuestro pecado, la imposibilidad de salvarnos por nosotros mismos y depositando nuestra fe en EL. A partir de ahí, EL nos perdona, nos reconcilia con Dios y empezamos a vivir una nueva vida de fe y esperanza. Y las buenas obras son un resultado natural de esta nueva vida.
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