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Soberana Orden Militar de Caballería Ligera del Papa de
San Ignacio de Loyola
Caballeros Americanos Siglo XXI
Durante el medievo y, del mismo modo que ocurriera en otros lugares de la Cristiandad , en suelo hispano se crean órdenes militares autóctonas, que, si bien compartían muchas similitudes con otras órdenes internacionales,(como la del Temple o el Hospital convertida despues en la Orden de San Juan) presentaban peculiaridades propias, ya que nacían bajo las especiales circunstancias históricas de la Reconquista Cristina marcada por el enfrentamiento entre musulmanes (almorávides) y cristianos.
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Una guerra Santa que llegó a convertirse Cruzada a partir de que el Papa Alejandro II en 1064 concediese la remisión de los pecados a quienes acudieran a luchar contra el Islam en España. En 1118 un Concilio reunido en Toulouse confería a la campaña militar contra los moros en nuestra península caracter oficial de “Cruzada”.
Asi que nacidas de “Las Cruzadas” en territorio español, estas órdenes autóctonas se desarrollan fundamentalmente en la fase de la Reconquista y van de la mano de la Repoblación cristiana ocupando los territorios de Castilla, Extremadura y el Sistema Ibérico. En estas zonas cada Orden, a través de sus encomiendas, ejercía un papel político y económico bastante similar al señorío feudal.
Ordenes militares castellanas
A partir del s. XII se fundarán en la península ibérica las tres órdenes militares más importantes que aunque eran castellanas tenían carácter nacional.
la Orden de Calatrava, (en Castilla), fundada por monjes del Císter,y la de Alcántara, en León, ambas con carácter fuertemente militar, para la defensa de fortificaciones.
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Sólo unos años despues se estableció en el noroeste la Orden de Santiago para la protección de los peregrinos que iban al sepulcro del apóstol. Ambas tres se fundaron a comienzos del s.XII entre 1150 y 1160.
Compuestas por monjes guerreos cuyo régimen de vida eran las armas y la vida religiosa, la Ordenes militares eran unas organizaciones armadas que irrumpieron en España a raíz de la Reconquista para unir sus huestes a las de los monaras en la lucha contra el Islam; asegurando el orden y protegiendo a los peregrinos y desvalidos.
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Los pontífices confirieron a la empresa de la Reconquista la categoría de Cruzada.
Pero además, como otras organizaciones religiosas, se vieron favorecidas por múltiples donaciones de los monarcas y de los fieles. Su espíritu caballeresco propició que la nobleza se incorporara a ellas aportando cuantiosos bienes.
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El poder de las Órdenes Militares llegó a ser enorme, teniendo bajo su mando y jurisdicción numerosas tierras, villas, castillos y fortalezas. Como, sus servicios como ejercito en campaña eran inestimables, los reyes no sólo no se atrevían a enfrentarse a sus Maestres, sino que los cubrían de riquezas.
Órdenes de Aragón
A pesar de que como hemos visto, las más importantes en el XII fueron las de la Corona de Castilla, hubieron muchas otras en la Corona de Aragón que no han llegado a perdurar como las Militia Christi aragonesas de Alfonso I el Batallador, la Cofradía de Belchite (fundada en 1122) o la orden de Monreal (creada en 1124), que tras ser reformadas por Alfonso VII de León tomaron el nombre de Cesaraugustana y en 1149, con Ramón Berebguer IV, se integran en la Orden del Temple. La portuguesa Orden de Avis respondía a idénticas circunstancias, en el restante reino cristiano peninsular. Ya en el s.XIV tras la disolución de la orden del Temple y tratando de salvar sus bienes, el Rey Jaime II de Aragón funda la orden de Montesa a quien cedió el Castillo de Montesa ubicado en la frontera con los sarracenos en tierras valencianas.
Consecuencias del poder económico de las Ordenes
Las consecuencias de la fundación de estas órdenes fueron principalmente económicas. Los bienes de las órdenes se concedían en encomienda.
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En lo que se refiere a la riqueza que llegaron a poseer las Órdenes Militares, basta citar a la de Calatrava, cuyas posesiones pasaban de 350, entre villas y lugares donde vivían más de 200.000 personas. Sus iglesias eran 90 y sus encomiendas llegaban a 130 que producían anualmente más de cuatro millones de reales.
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En lo que se refiere a la de Alcántara, poseía 35 encomiendas, con 53 villas y aldeas, dos conventos de comendadores y un colegio en Salamanca que fundó Felipe II.
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Los Grandes Maestres de las Órdenes Militares, esencialmente en Castilla, disponían de un poder enorme y un influjo social importantísimo lo que les permitía alternar con los reyes en un plano de igualdad. Los Reyes Católicos no toleraron que esta situación siguiera vigente como en el pasado. Así que, con habilidad política, incorporaron los Maestrazgos de la mayor parte de las Órdenes Militares a la Corona.
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Querían disponer de un poder total y absorbente, sin permitir que existiera un Estado dentro de otro Estado. Terminada la Reconquista con la toma de Granada, la altivez antigua de la nobleza debió someterse al poder real.
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Los cuantiosos bienes de las Órdenes españolas pasaron al poder de la autoridad real y tierras, villas y castillos tuvieron por sus únicos señores a los reyes. A las Órdenes Militares ya no les quedó otra cosa que la denominación de instituciones honoríficas. Por si esto no bastaba, se creo el llamado Consejo de las Órdenes Militares, organismo que en realidad, tan sólo era el conducto por el que a dichas Órdenes les llegaba la voluntad real.
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La presencia de otras órdenes militares foráneas, como la del Temple o la de San Juan fue simultánea, y en el caso de los caballeros templarios, su supresión en el siglo XIV benefició significativamente a las españolas.
El Consejo de las Órdenes Militares
Incorporados los maestrazgos a la Corona, se creó el Consejo de las Órdenes para que conociese de los asuntos en última instancia, Consejo que fue, andando el tiempo, convertido en tribunal.
EL Papa Adriano VI convirtió en perpetua, en 1523, la administración por la Corona de las Órdenes Militares. Algunos autores sostienen que los Reyes Católicos crearon en el citado año de 1489 un Consejo para cada una de las Órdenes, siendo Carlos I hacia 1626 quién los refundiría en uno solo.
Felipe II
San Pío V, confirmó en la correspondiente Bula, que la administración de las Órdenes debía ser conjunta de la Santa Sede y la Corona.
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En tiempo de Felipe II, y para resolver las desavenencias surgidas entre el Consejo y casi todos los obispos del Mediodía y Centro de España, se confirió a dicho monarca por Bula de 20 de octubre de 1684 de Gregorio XIII autorización para terminarlas, nombrando el Rey una Junta compuesta de un Consejero de Castilla, otro de Indias y otro de las Órdenes, Junta que recibió el nombre de Apostólica.
Conclusión
Cuando las necesidades que habían cubierto las Órdenes Militares en su origen (defensa de los territorios fronterizos y repoblación de las tierras conquistadas a los musulmanes) se perdieron, la justificación que había amparado la percepción de rentas empezó objetivamente a diluirse, al compás del creciente control de las funciones y de los aparatos militares por parte del Estado. El contenido que hasta entonces habían tenido las Órdenes Militares se perdía al pasar su control al Consejo de las Órdenes y, en definitiva, a la Monarquía.
No hay duda que a partir del siglo XVI las rentas de las encomiendas de Órdenes Militares iban a ser utilizadas para los propósitos de la Monarquía.
Dichos bienes fueron comprendidos en la desamortización, incautándose de ellos el Estado, especialmente por la Ley del 1 de mayo de 1855 y por la de 11 de julio de 1856. Imagen; Retrato del Rey Alfonso XIII con el hábito y las 4 cruces de Gran Maestre
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