Orden de los Caballeros de
Su Santidad el Papa
"San Ignacio de Loyola
Su Santidad el Papa
"San Ignacio de Loyola
La Orden de los Caballeros de Su Santidad el Papa "San Ignacio de Loyola", es jesuita laica, bajo la Bendición del General de la Compañía de Jesús, Padre Adolfo Nicolás, Coadjutores Jesuitas Temporales en la obra de Dios y de la "Societas Jesu" en la misión de Cristo, en obras inspiradas en el desarrollo, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos el cuidado del medio ambiente y en la espiritualidad ignaciana, sean o no sus dignatarios de la Compañía de Jesús) click..
Quiénes somos
Los Caballeros de la Orden , soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.
(dijo Lord Maculay)
Bandera de las Américas, adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana de
Montevideo el 13 de diciembre de 1933
"Corresponde a nosotros dar la batalla y a
Dios la Victoria
Dios la Victoria
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¿Qué es la caballería? Es, ante todo, un ideal, dice León Gautier en su obra “La Chevalerie”, basada en el estudio de los cantares de gesta francos. “Es la forma cristiana de la condición militar. El Caballero, es el soldado cristiano”.
Nació del anhelo medieval de “la paz de Cristo en el reino de Cristo”, que San Agustín definió genialmente como “la tranquilidad en el orden”. En defensa de la paz y el orden verdaderos, el caballero empuña las armas, dispuesto a correr todos los riesgos por amor a Dios, el bien, la patria, la Cristiandad.
El fin de la caballería es extender las fronteras del reino de Dios, y sus leyes comprenden estos mandamientos:
- Amar a Dios y practicar su ley
- No retroceder
- Hacer guerra sin cuartel a los enemigos de la Fe
- Ser paladín del Derecho y el Bien y protector de los desvalidos contra la Injusticia y el Mal.
Suponía el heroísmo de toda una existencia y el deseo del Cielo.
La idea de Dios era el aire que se respiraba en la Edad Media,centrada en la Persona divina y humana de Cristo, sus obras y milagros, quien se entregó por nosotros y nos dio su nombre, y por El nos llamamos cristianos.“En todas las circunstancias de la vida, acariciando sus hijos en la gran sala del castillo o en pleno combate, elevan su pensamiento hacia el Dios que hizo el cielo y el rocío, que nació de la Virgen y se dejó clavar en santa cruz por nosotros”
Continuadores locales de la tradición caballeresca, los heroicos vecinos feudatarios que fundaron y sostuvieron la Argentina temprana tenían una concepción católica de la vida que dejó huellas profundas en los héroes de la patria.
Luchar denodadamente contra el infiel era la misión fundamental del caballero, a quien la épica presenta como capaz hasta de volver de la otra vida para cumplirla: “Si estuviéramos en paraíso, bajaríamos de nuevo para combatir los sarracenos”.
En la Iberoamérica del Descubrimiento y la Conquista es a Isabel la Católica y a los Jesuitas a quienes se le debe que las naciones americanas nacieran cristianas.
La que galopaba las leguas que fuera necesario para combatir infieles y asegurar la paz de su reino. La solícita protectora de sus vasallos indígenas y de todos los necesitados, nobles y plebeyos.
La que galopaba las leguas que fuera necesario para combatir infieles y asegurar la paz de su reino. La solícita protectora de sus vasallos indígenas y de todos los necesitados, nobles y plebeyos.
Procurando “el reino de Dios y su justicia”, “lo demás” se daba por añadidura. Como en la “dulce Francia” pintada por la Chanson de Roland, “tierra incomparable, valiente, encantadora, abundante en bosques, ríos y prados, doncellas y bellas damas, buenos vinos y caballeros temidos”.
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De ella salieron las cruzadas, “gesta de Dios por los francos”, pues entonces, por obra de la Iglesia, “la Caballería ya estaba formada cuando el Beato Papa Urbano II precipitó todo el Occidente cristiano sobre ese Oriente donde el sepulcro de Cristo estaba en manos de los infieles…”
Roland, en la leyenda de los doce pares de su tío, el emperador Carlomagno, fue el perfecto héroe caballeresco, mientras que Godofredo de Bouillon lo fue de la historia. Era capaz de cortar en dos un camello con su espada, por la fuerza que le daba la virtud de la pureza de costumbres.
El mandamiento de no retroceder fortalecía al caballero, convencido de que: “más vale morir que ser llamado cobarde”. Si un solo cobarde puede descorazonar un ejército, el auténtico caballero se complace en el combate cuerpo a cuerpo, y en dar buenos lanzazos.
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Cuando un caballero se degradaba, se volvía indigno de montar a caballo, por lo que se le cortaban las espuelas cerca del talón. Pues había traicionado el alto deber contenido en una “gran fórmula luminosa”: “Recuerda, caballero, que debes ser el defensor del Orden y el que castiga la Injusticia”.
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Los guerreros católicos encarnaron el ideal de Caballería, cuya belleza se expresaba en magníficas armas, estandartes y caballos. Pero lo fundamental era su amor al bien y rechazo al mal, y la heroica dedicación al orden basado en los principios del Evangelio y el magisterio tradicional de los Papas.
Todo católico debe tener al menos algo del ideal perenne de Caballería para defender lo que resta de civilización cristiana y hacer lo posible por su restauración, en un mundo cada vez más trabajado por la revolución cultural, el hedonismo y la falta de ideales. Puede constituir una vocación específica para quienes sienten el llamado de consagrarse a esa causa.
Con ayuda de la Virgen, que en Fátima prometió el triunfo de su Inmaculado Corazón, el orden católico volverá a tener plena vigencia, para bien de la humanidad y gloria de Dios.
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