lunes, 4 de abril de 2016

EL ARZOBISPO DE LA PLATA, Y GRAN PRIOR DE LA ORDEN DE CABALLERÍA DEL SANTO SEPULCRO DE JERUSALEN EN LA REPÚBLICA ARGENTINA S. E. R. MONS. DR. HÉCTOR AGUER, MANIFESTÓ “NO HAY DERECHO A QUE LOS POBRES PAGUEN LOS PLATOS ROTOS”.



Bandera de la Hispanidad en las Américas, 
adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana 
de Montevideo el 13 de diciembre de 1933



El arzobispo de La Plata, y Gran Prior de Argentina de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalen en Argentina S. E. R. Mons. Dr. Héctor Aguer, manifestó que cuando escuchó a la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, decir que “la Provincia está quebrada” le vino a la imaginación la figura de “los platos rotos”, y recordó que en el lenguaje coloquial, cuando uno habla de “los platos rotos” lo primero que se pregunta es quién los paga. 

El prelado consideró que hay otras preguntas que hacerse como “¿quién los rompió? o ¿sí verdaderamente están rotos?, y acotó: “De esto último no me voy a ocupar porque no soy comentarista de ‘relatos’ pero de lo primero y lo segundo sí, ya que se refiere no al “relato” sino a la penosa realidad”. 

 “Debo decir que los que los pagan son los pobres; por lo menos ellos son los que pagan el precio más alto. En realidad, habría que decir que los pagamos todos; lo paga todo el país con el atraso con el cual se hunde, porque en mi opinión, esa imagen hay que traducirla en conceptos económicos concretos. No soy un economista, pero leyendo los diarios uno se da cuenta de lo que ha sucedido y de lo que sucede. Las teorías económicas no pueden ocultar la realidad; ésta finalmente se impone”, advirtió. 

 “La cuestión es un hecho real que nos atañe a todos y la verdad es que ‘los platos están rotos’ y, como decía, los que van a pagar más son los pobres. Pero ¿hay derecho de que esto ocurra así? ¿Es justo eso? La verdad es que no, no hay derecho a que sea así y, en realidad, el pago tendría que ser proporcional y, de hecho, de alguna manera, es proporcional. ¿Y por qué hay que pagar? Porque aunque la palabra sea horrenda, los desajustes sólo se arreglan con ajustes”, reconoció. 

 “Lo importante es que el ajuste sea inteligente, que sea mirando al futuro, que tenga como concepto fundamental poner en movimiento un país riquísimo, de potencialidades inmensas, como la Argentina. Nuestro gran pecado es que hemos recibido de la Providencia una tierra fecundísima, poblada por gente muy inteligente, con una herencia magnífica, pero la hemos estado dilapidando desde hace demasiado tiempo. Esta es una cuestión clave, en mi opinión, y es que el pago tiene que ser equitativo y hay que cuidar especialmente a los pobres. ¡No hay derecho que ellos carguen con la cuota superior del pago que haya que hacer!”, agregó. 

Monseñor Aguer insistió en la idea de preguntarse “¿Quién rompió los platos? ¿Se rompieron o no? ¿Van a seguir rompiéndose?” y consideró que “es éste un punto central, porque si se van a seguir rompiendo los platos estamos fritos. Lo que quiero decir con esto es que aquí tiene que haber un cambio fundamental, un cambio ético, un cambio en la forma de pensar, un cambio en la manera de vivir y de concebir lo que es la vida auténtica de una sociedad. Sobre todo, lo que necesitamos, lo más fundamental es honestidad”. 

 “Ahora va saliendo a luz, según datos objetivos que se suman uno a otro cada día, toda la basura que había sido barrida debajo de la alfombra. Pero ¿vamos a seguir tirando basura y vamos a seguir de esconderla? Hay algo que tiene que ver con la mentalidad total de la población argentina, con la cultura nacional a la cual tantas veces apelamos. Este fenómeno me da mucha pena porque ¡hay tanta gente inteligente y buena en el país!; ¿por qué entonces una manga de pillos tiene que medrar causando la desgracia ajena y el estancamiento general?”, interpeló. 

 Monseñor Aguer dijo que algunos podrán decir que “es la democracia la que decide con los votos, y es verdad. Pero la Argentina tiene una historia bastante jorobada, en la que se han repetido periódicamente ciclos de ‘malaria’, por ponerles un nombre. ¿Por qué? ¿Qué razón hay para que eso ocurra? ¿No podemos enderezar, de una vez por todas, el rumbo? Concretamente: ¿No podemos dejar de romper los platos y de ponerlos a la mesa bien servidos para que coman todos? ¡Ese es el desafío que ahora enfrentamos! Y es ésta la finalidad propia de una democracia auténtica”.

 “Ustedes, queridos amigos, y yo: ¿tenemos algo que ver? ¿Podemos hacer algo para mejorar las cosas? No somos gente importante, no somos gente influyente. Lo que podemos hacer es decir siempre aquello que no se dice, hay que hablar de lo que se oculta, de lo que no se habla; no sólo en cuestiones políticas o económicas, también en los problemas que atañen a la cultura social, a la ética, al modo de vivir de la población. Eso es lo que yo, modestamente, trato de hacer todos los sábados en esta columna y espero que a ustedes les sirva para algo”, culminó.+

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