San Miguel de Tucumán (AICA):Al presidir el tedeum por el 9 de Julio en la catedral local, el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca, recordó que “el Santo Padre Francisco nos ha dicho reiteradamente que desea una Iglesia pobre al servicio de los pobres”, pero advirtió que “esto no puede convertirse en un eslogan que se repite irresponsablemente”.
“Exige claridad conceptual y coherencia en la acción. Una Iglesia pobre es una Iglesia que, lejos de cerrarse sobre sí misma, deja que la luz del mundo, que es Cristo, resplandezca sobre su rostro; una Iglesia servidora, laboriosa, misionera, capaz de abrirse a todos y de acoger a todos, especialmente, - como señala el Papa – a los que están en las periferias que no son sólo sociológicas sino existenciales, en el sentido más amplio del término”, aseguró en la acción de gracias a la patria a la que no asistió la presidenta Cristina Fernández.
“No puede la Iglesia, ni puedo yo como arzobispo, dejar de reconocer que la verdad de la fe y de la caridad que predicamos no han tenido la debida incidencia social. La opción preferencial por los pobres aún no da frutos que permitan mirar al futuro como un tiempo de fraternidad y de paz. La distribución de la riqueza, en América Latina y en la Argentina, sigue siendo crecientemente deficitaria. No debemos dejar de reconocer los esfuerzos realizados. Pero tampoco omitir mirar que nuestra acción ha sido insuficiente. Esto produce la dolorosa paradoja, que vale para el continente y para la Nación, de ser la región más católica del plantea y, al mismo tiempo, si bien no la más pobre si, al menos, la más desigual. Con el papa Benedicto XVI debemos repetir que la pobreza en la Argentina es un escándalo. Y de esta situación somos todos responsables dirigentes, ciudadanos, pastores, fieles”, aseveró.
El arzobispo tucumano sostuvo que “junto a la inequidad hay otras situaciones que exigen una rápida acción y que están vinculadas con la pobreza: la discriminación, la precariedad laboral, la desocupación y la pérdida de una cultura del trabajo, el narcotráfico, la trata de personas, la corrupción, las diversas formas de violencia, los atentados contra la vida como el crimen del aborto, la desprotección de la familia y de la sociedad que se debilita cada vez más en sus vínculos, la falta de una cultura de la solidaridad”.
“Los argentinos somos, sin duda, capaces de gestos solidarios, y lo hemos demostrado ante tragedias recientes. Pero eso no es suficiente. Es indispensable que la solidaridad impregne la cultura como una red que pueda contrarrestar eficazmente las estructuras de exclusión”, sostuvo.
Monseñor Zecca consideró que el fundamento de estos males es “la ausencia de Dios. Vivimos en un mundo, en una cultura que hizo desaparecer a Dios de su horizonte. Junto a ello la crisis de la verdad, lo que el papa Benedicto XVI llamó la dictadura del relativismo. Y la crisis ética que afecta a todos los sectores responsables de la construcción del bien común”.
Tras preguntar “cuál es la salida de estas situaciones de debilidad”, respondió: “Tampoco tengo dudas: el camino es la fe en Dios y la conversión de los corazones. Por tanto, la purificación de los egoísmos personales o sectoriales, la búsqueda desinteresada de la verdad, el diálogo, el consenso, la capacidad de ser adversarios sin convertirnos en enemigos, la aceptación de una pluralidad que, sin perder sus matices que enriquecen, converja en una unidad en los grandes objetivos nacionales. Pero, para ello, es indispensable que, cada uno, cada ciudadano de esta bendita nación, pueblo y dirigentes, gobernantes y gobernados, poderes republicanos, en una palabra, todos, tomemos la decisión de estar a la altura de los fundadores de la Patria que pusieron en juego sus ‘vidas, haberes y fama’”.
“También la Iglesia católica tiene que estar a la altura de las circunstancias y ser cada día más misionera, más comprometida, más coherente, más audaz y más libre para proclamar su fe en Jesucristo, Señor de la historia, y anunciarla con sencillez, no imponiéndola sino haciéndola creíble por la coherencia entre lo que se predica y lo que se hace”, agregó.
Monseñor Zecca repitió el llamado que los obispos argentinos hicieron en 2008, cuando aseguraron que “existe la capacidad para proyectar, como prioridad nacional, la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. Sí, anhelamos poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión social”.
“Los argentinos – estoy seguro – seguimos apostando a ser un pueblo bien alimentado, vestido, educado y con trabajo, capaz de asumir su condición y vocación de soberano y exigir respeto por las instituciones por él mismo creadas. Seguimos trabajando por el reconocimiento de los derechos de todos, incluso de los más vulnerables y débiles, aquellos que no pueden reclamar porque hasta se les niega su categoría de personas. Queremos seguir siendo el país generoso que, como dice la Constitución Nacional, acoge a todo aquel que “quiera habitar el suelo argentino”, a quien quiera desarrollarse y progresar en él”.
“Queremos salvaguardar la división de poderes, esencial a nuestra decisión de constituirnos en una república con un sistema representativo, republicano y federal, porque sabemos que en ese sistema está garantizado el respeto a las libertades fundamentales y la eficiencia de un gobierno efectivamente orientado a la consecución del bien común. Queremos preservar el derecho que nos permita decidir nuestro estilo de vida – es decir, nuestra cultura- porque la cultura, en definitiva, se resuelve en eso: en un ‘estilo de vida común’ y también decidir nuestros valores, aquellos que marcaron nuestra inicial identidad y que nos distinguen como pueblo frente al resto del mundo, con respeto a la dignidad del hombre y a la cultura del trabajo”, concluyó.+
Texto completo de la homilía
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