En todo amor y servir,
y ello,con el propósito
de buscar siempre
“La Mayor Gloria de Dios”
Misiones jesuíticas guaraníes
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Las misiones jesuíticas guaraníes, también llamadas reducciones jesuíticas
guaraníes, fueron los pueblos misionales fundados por la Compañía de Jesús entre
los guaraníes y pueblos afines, que tenían como fin
evangelizar a los indios de las actuales provincias de Misiones y Corrientes,
en Argentina, de importantes territorios actualmente en el Paraguay y de las
denominadas Misiones Orientales, ubicadas al suroeste del Brasil. Dichas
reducciones fueron 30: 15 de ellas ubicadas en actual territorio argentino, 8
en el paraguayo y 7 en Brasil.
ÍHistoria Artículo principal: Historia de las misiones de la provincia jesuítica del Paraguay.
.Las reducciones entre los guaycurúes, guaraníes y pueblos
afines en las regiones del Guayrá, Itatín, Tapé (las tres en el actual Brasil),
Uruguay (Brasil, Argentina y Uruguay actuales), Paraná (Argentina, Paraguay y
Brasil actuales) y las áreas guaycurúes en el Chaco (Argentina y Paraguay
actuales), fueron establecidas en el siglo XVII dentro de territorios
pertenecientes al imperio español en la Gobernación del Río de la Plata y del Paraguay y sus
gobernaciones sucesorias a partir de su división en 1617: Gobernación del
Paraguay y Gobernación del Río de la Plata. Eclesiásticamente
formaban parte de los obispados católicos de Buenos Aires y de Asunción e
integraban la
Provincia Jesuítica del Paraguay.
Al ser expulsados los jesuitas por orden del rey Carlos
III de España mediante la
Pragmática Sanción de 1767, del 27 de febrero de ese año,
franciscanos, dominicos y mercedarios tomaron a su cargo los pueblos
misioneros, constituyéndose la
Gobernación de las Misiones Guaraníes.
Población
Estimación de la población de las misiones:
Año Población Año Población Año Población
1641/1643 36.190 1724 117.164 1750 95.089
1647 28.714 1732 141.242 1755 104.483
1648 30.548 1733 128.389 1756 89.536
1657 37.412 1734 116.250 1762 102.988
1667 43.753 1735 108.228 1765 85.266
1668 47.088 1736 102.721 1767 88.796
1676 53.298 1737 104.473 1768 88.864
1677 58.118 1738 90.287 1772 80.891
1678 55.125 1739 81.159 1783 56.092
1682 61.083 1740 73.910 1784 57.949
1700 86.173 1741 76.960 1791 44.677
1702 89.500 1742 78.929 1793 51.991
1717 121.168 1743 81.355 1801 45.637 Organización
política
Reducción Jesuítica de San Ignacio Miní, próxima a la
localidad de San Ignacio, en la provincia argentina de Misiones.
La política guaraní obedecía a su propia lógica, la cual
fomentaba la unificación de las tekuas o aldeas (de hasta 300.000 habitantes)
en volátiles alianzas que perseguían como fin último no sólo el control de los
recursos del ecosistema selva sino también la búsqueda de la Tierra Sin Mal.nota 10
Tanto la figura de los karaí o profetas pan-guaraníes (no adscritos a una tekua
en particular sino a la "nación" en general) como la búsqueda de la
tierra sin mal, fueron dos rasgos de la cultura guaraní que los jesuitas
supieron aprovechar. Ellos también eran como los karaí (con los que compitieron
durante los primeros años) portadores de una nueva: el "Camino al
Paraíso" era compatible con el Aguyé o camino de la perfección guaraní con
destino a la Tierra Sin
Mal. Y una forma de lograrlo era la unificación bajo la protección de las leyes
de la corona de las que los jesuitas eran garantes. Los guaraníes también
supieron aprovechar este hecho frente a la creciente expansión del frente
colonial hispano-portugués.
De allí los líderes políticos de muchas tekuas aceptaran
levantar símbolos de protección divina y jurídica (las iglesias) y aliarse en
definitiva con lo que la
Compañía de Jesús representaba. Otros líderes por el
contrario se mantuvieron en guerra y continuaron el ciclo de enfrentamientos
con sus propios connacionales; recordemos que para un guaraní comerse a otro de
ellos era de motivo religioso y no lo hacían a menudo. Porque sólo los
guaraníes son capaces de acumular energía para llegar a la Tierra sin mal.
El sistema político imperante mantenía a las reducciones
estrictamente subordinadas al monarca español, quien ejercía su autoridad en
América por medio de las Reales Audiencias de Lima y Buenos Aires. Por ello los
jesuitas recurrían permanentemente al rey, solicitando autorizaciones o pedidos
varios, favores y hasta privilegios. En algunos casos las solicitudes se
dirigían a las Audiencias y a los Gobernadores.
Como gobierno local, en cada reducción funcionaba un
Cabildo precedido por el corregidor, que era además la autoridad principal del
pueblo, conocido entre los guaraníes como parokaitara, "el que dispone lo
que se debe hacer". Era confirmada su elección por el gobernador y
generalmente el elegido era uno de los caciques del pueblo y solía ser a
perpetuidad.
Otras autoridades eran los alcaldes de primer voto y
segundo voto (también llamados ivírayucu, "el primero entre los que llevan
vara"). Ellos velaban por las buenas costumbres, castigaban a los
holgazanes y vagabundos y vigilaban a los que no cumplían sus deberes. Esta
autoridad se ejercía dentro del pueblo, junto con cuatro alcaldes de barrio,
fuera de el había entre seis y ocho comisarios para los cuarteles. Una veedora
vigilaba a las mujeres, cuatro celadores a los niños y cuatro inspectoras a las
niñas.
Además del corregidor y los alcaldes, el Cabildo estaba
integrado por un teniente de corregidor, un alguacil, cuatro regidores, un
alguacil mayor, un alférez real, un escribano y un mayordomo, del cual
dependían los contadores, los fiscales y los almaceneros. Los integrantes del
Cabildo eran electos cada 1 de enero por los que dejaban el cargo en una
asamblea general y puestos a consideración de los sacerdotes y luego a
confirmación del gobernador.
Los regidores se encargaban de inspeccionar el aseo y la
limpieza en los lugares públicos y privados, controlando también la concurrencia
de los niños a la escuela y el catecismo.
El alguacil era quien se debía encargar de ejecutar las
órdenes del Cabildo y de la justicia.
Organización religiosa
El régimen vigente era el de patronazgo real, ejercido
por el gobernador en nombre del rey, el cual tenía facultades para conferir
beneficios eclesiásticos y designar sacerdotes. El mecanismo utilizado para la
designación establecía que el obispo debía presentar una terna de nombres entre
los cuales el gobernador elegía.
Los curas tenían el gobierno de las reducciones, siendo
verdaderos administradores de los bienes de los pobladores, con facultades de
intervención directa no sólo en la actividad espiritual, sino también temporal,
económica, cultural, social y militar.
En el orden estrictamente espiritual, los misioneros se
preocuparon especialmente de la enseñanza del catecismo. Los jóvenes que habían
superado la edad escolar y se encontraban trabajando en cualquier actividad,
por las tardes, al escuchar el sonido de la campana, debían dirigirse a la
iglesia. El acto religioso más importante era la misa, al que los fieles
concurrían acompañados de toda la familia, particularmente los días
preceptuados.
Las iglesias fueron el corazón de los pueblos. Eran
construcciones imponentes frente a la plaza. Todas las calles del trazado
urbano terminaban en ella.
La Provincia Jesuítica del Paraguay tenía un Padre
Provincial residente en la ciudad de Córdoba, designado por el General de la Compañía de Jesús, con
sede en Roma. Al general o prepósito de la orden, los sacerdotes jesuitas le
debían total obediencia, después del papa. El provincial redactaba anualmente
las "Cartas Anuas de la
Provincia " que remitía a Roma con los principales
sucesos ocurridos ese año. El Provincial tenía bajo su dependencia directa a
los procuradores de Buenos Aires, Santa Fe y Asunción, además de un secretario
y de los consultores. Cada grupo de misiones tenía un padre superior
subordinado al provincial, las misiones del Paraná y del Uruguay tuvieron cada una
un superior hasta principios del siglo XVIII (el superior del Guayrá
desapareció al trasladarse su misión); desde entonces las treinta reducciones
quedaron bajo un sólo superior residente en Nuestra Señora de la Candelaria ,
estableciéndose un padre Vice-Superior para las reducciones del Paraná y otro
para las del Uruguay, que además regían su propia reducción, contando cada uno
con un consultor ordinario y otro extraordinario además de un admonitor.
En cada reducción había dos sacerdotes (en las más pobladas
había tres), uno a cargo de lo espiritual y religioso (el cura del pueblo) y
otro (el Compañero) que estaba a cargo de las cosas temporales como el trabajo
y la instrucción.
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En una reducción, los edificios principales, como la iglesia,
el cementerio comunal y la escuela, que servía al mismo tiempo para albergar a
los jesuitas, se encontraban en un lado de una gran plaza, rodeada de casas por
los otros tres lados. Junto a la iglesia también había talleres. En el centro
de la misma, una gran cruz y una estatua del santo patrón de la misión. Las
calles y casas estaban ordenadas según precisas líneas geométricas, de acuerdo
a las recomendaciones españolas relativas a la construcción de nuevos
asentamientos. La posición central de su lugar de residencia permitía a los
padres tener una vigilancia constante sobre la vida de la reducción. También
disponían una casa comunal koty guasu para alojar a las viudas, huérfanos y
mujeres solteras y tenían agua corriente y servicios sanitarios para todos.
Hasta finales del siglo XVII, esta organización también
permitió mantener las estructuras de parentesco de las tribus guaraníes,
garantizando así la cohesión y la supervivencia de la comunidad, debido a que
la disposición de las viviendas no inhibía los contactos entre los diferentes
linajes y por tanto, la sostenibilidad de la familia extensiva, forma original
de la sociedad guaraní. Posteriormente, los jesuitas trataron de imponer la
familia restringida. En 1699, una disposición tomada por el Provincial (es
decir, el superior jesuita de la "Provincia") prohibió los
"actos inconvenientes que se producían en las viviendas por los indios por
vivir en grupos familiares bajo el mismo techo". Cada familia debía vivir
separada.
Organización económica
Por costumbres ancestrales los guaraníes cultivaban
diversos vegetales como la batata y la mandioca, además de ser cazadores,
pescadores. Sin embargo, los padres jesuitas implementaron un sistema económico
agrícola que fue rápidamente asimilado por los aborígenes. Se logró que cada
reducción formara una unidad económica independiente. Se funcionaba en base a
una economía de trueque y como tenían multitud de posesiones comunales, se
favorecía un intenso tráfico entre las reducciones promoviendo una integración económica,
social y política con sede central en Candelaria.
El régimen de propiedad era mixto, aceptando la propiedad
individual privada y la propiedad colectiva. La propiedad individual privada o
avamba´e, permitía que cada jefe de familia dispusiera de una chacra con la
extensión necesaria para sembrar en ella todo el cultivo indispensable para el
sustento anual familiar. La propiedad colectiva o propiedad de dios (tupambaé,
de tupa, "dios", y mbae, "dueño") se utilizaba para el cultivo
de algodón, trigo y legumbres. Generalmente existían dos campos en los que se
trabajaba comunitariamente.
Cada reducción se especializaba en unos oficios,
trabajando el hierro y la plata, carpintería, cocina-panadería, chapado en oro,
telas o instrumentos musicales. Desde allí se promoverían excelente escultura,
pintura y música barrocas guaraníes.
Organización educativa
Los reyes de España, como parte del proceso de
evangelización, ordenaron que "hubiese escuelas de doctrina y de leer y
escribir en todos los lugares de indios". Este decreto real, al que se le
prestó por lo general en América un acatamiento sólo nominal, fue cumplido con
rigor por los misioneros jesuitas, dedicándole la atención necesaria que
permitió fundaciones de escuelas y centros de formación de distintos niveles.
En todas las reducciones funcionaron escuelas de primera
enseñanza, donde los varones de seis a doce años aprendían a leer, escribir y
hacer operaciones matemáticas elementales. Las niñas de la misma edad tenían
escuelas separadas donde aprendían a leer, escribir, hilar y cocinar.
El castellano se enseñaba para lograr la unidad
lingüística en todas las posiciones españolas. Los jesuitas hablaban
correctamente el guaraní, utilizando la lengua como el mejor medio para llegar
a los naturales. Los hijos de los caciques incluso llegaron a aprender algo de
latín.
Se publicaron libros en guaraní sobre gramática,
catecismo, manuales de oraciones y hasta un diccionario. Las reducciones
contaron con la primera imprenta fundada por los padres Juan Bautista Neuman y
José Serrano, quienes armaron una prensa, fundieron los tipos necesarios y
publicaron los primeros libros. Las impresiones se hicieron en Loreto, San
Javier y Santa María la
Mayor.
La música y el canto ocuparon un lugar destacado en el
proceso de aprendizaje. Cada pueblo contaba con un coro y orquesta. Desde la
misma escuela se promovió la participación de los niños y los jóvenes, mientras
que los adultos se organizaron, en la mayoría de los casos, desde la Iglesia.
Los guaraníes, además, le dedicaron tiempo y esfuerzo a
la danza. Los danzarines ensayaban desde los 6 años, incorporando incluso
melodramas los días domingos y feriados. En las festividades las principales
diversiones justamente consistían en representaciones, música, canto y danza.
A lo largo del siglo XX, se toma una imagen idílica de la
evangelización que podemos notar en su impregnación en las artes, es entonces
que se nace el término de "Barroco jesuítico", el cual sería la idea
del resultado sensitivo tanto aural como visual del sincretismo que se da entre
los nativos y europeos.4 Sin embargo, este punto de vista no da cuenta de
ciertos puntos muy importantes como, por ejemplo, la forma en que se acoge y
percibe por parte del nativo americano tanto estas músicas que le son ajenas
como las estrategias que usaron los misioneros de la compañía de Jesús para
adaptarlas a los contextos locales, lo que en este caso particular, se traduce
muchas veces en concesiones poco comunes en un contexto de contrarreforma
católica, como será la incorporación en muchos casos de elementos propios de
las culturas nativas (estrategia nada nueva dentro de la historia, pero sí
dentro de este contexto). Estos aspectos pasarán a integrar un proceso cultural
y político bastante amplio, el cual se va a ver cargado de tensiones y
conflictos.
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Organización militar
Las misiones guaraníes constituyeron un importantísimo
freno a las aspiraciones expansionistas de los lusitanos, que liderados por los
bandeirantes se dedicaban a la caza de indios para venderlos como esclavos en
São Paulo y Río de Janeiro. Tras varias incursiones bastante exitosas en 1641
una gran tropa de paulistas fue vencido en la batalla de Mbororé, estos
volverían a intentar atacar en 1652 y 1676 pero en ambas ocasiones él gobernador
de Paraguay consiguió detenerlos gracias a la participación de las milicias
jesuitas.
Sin embargo, esto forzó a una mayor militarización de las
misiones. Estas empezaron a fortificarse y a formar milicias armadas con armas
de fuego y entrenadas en tácticas de guerra modernas combinadas a sus tácticas
selváticas clásicas gracias al entrenamiento con veteranos de las guerras
europeas.6 De esta manera se constituirían milicias permanentes a las que a
cambio de participar en campañas convocadas por los gobernadores de Asunción y
Buenos Aires quedaban libres de la mita.7 A parte de esto, los guaraníes
cooperarían frecuentemente en los asedios a Colonia del Sacramento:8 en 1680
lucharon 4.000, 1704-1705 3.000 y 1735-1736 otra vez tres mil.
Los milicianos participaron también de las numerosas
campañas de castigo contra los guaycurúes, payaguás y mbyás, feroces tribus del
Gran Chaco que lanzaban frecuentemente ataques contra las haciendas y pueblos
del Paraguay.10 En 1702 además derrotaron a los charrúas con los que habían
entrado en conflicto por extensos territorios de la Banda Oriental
aptos para que pastaran sus ganados.11 Sin embargo, la mano de obra guaraní no
sería tan solo usada para apoyar en las campañas militares. Altamente
cualificados fueron solicitados para ayudar en la construcción de fortalezas,
destacando en especial las murallas de Montevideo.
Las milicias de las misiones tuvieron también una
participación importantísima en la supresión de la Segunda revolución
comunera del Paraguay (1721-1735).12 En 1724, tras años de conflicto entre los
comuneros, que entre otras cosas solicitaban que las misiones quedaran
gobernadas por corregidores que acabaran con la autonomía autárquica de estas,
y los jesuitas en las cortes de justicia esta se traslado al campo de batalla
cuando estos últimos, siguiendo las órdenes del Virrey del Perú José de
Armendáriz prepararon un ejército de dos mil indios a orillas del río Tebicuary
pero fueron atacados sorpresivamente por un superior ejército asunceño y
vencidos.13 En 1726 los jesuitas, gracias a su apoyo al gobierno real,
consiguieron la autonomía frente al gobernador de Paraguay y seis años después
movilizaron siete mil indios para defender el Tebicuary de ataques desde
Asunción.14 En 1735 Bruno de Zavala, gobernador del Río de la Plata decidido organizar una
expedición con la que acabar con los rebeldes. Los jesuitas inmediatamente le
dieron su apoyo, organizaron más de 6.000 guaraníes cerca del Tebicuary y otros
6.000 quedaron de reserva en sus misiones.15 Pronto se sumaron a la tropa de
Zavala, más de 8.000 hombres, que él 14 de marzo de 1735 obtuvo la decisiva
victoria de Tabapy marcando así el fin de la insurrección.
La demostración del poder militar de las misiones
impresiono e intimido a los vecinos de Asunción y Corrientes,16 que desde
entonces desconfiaron de los jesuitas en sobre manera. Pocas décadas después se
produjo la Guerra
Guaranítica que terminaría siendo usada como el principal
argumento para expulsar a los jesuitas, a los que no se consideraba leales al
Rey.
El final de las reducciones
En el año 1768, el rey español Carlos III ordenó expulsar
a los jesuitas.
Las reducciones no se disolvieron de inmediato, sino que
se reemplazaron a los jesuitas con nuevos directores seculares que no tenían
los ideales de los primeros. Algunos guaraníes retornaron a la selva o
emigraron a Buenos Aires donde se sirvieron del entrenamiento como artesanos
que habían aprendido en las reducciones. Hubo una rápida disminución de la
población.
En cuanto a la planta física, en las primeras décadas del
siglo XIX las tropas del general del Brasil Francisco das Chagas Santos y el
dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia causaron graves daños a los
edificios. El golpe de gracia vino por el sucesor de Francia, Carlos Antonio López
cuando este abolió forzosamente y destruyó las comunidades quedándose con las
tierras.
En recuerdo de la obra jesuítica, las regiones que
ocuparon antaño las reducciones hoy son llamadas «misiones».
Patrimonio de la Humanidad
Nombre descrito en la Lista del Patrimonio de la Humanidad.
País Argentina Brasil Paraguay
Algunas de las misiones jesuíticas guaraníes han sido
declaradas lugar Patrimonio de la Humanidad. Las ruinas de São Miguel das Missões
en Brasil y los restos de San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto
y Santa María la Mayor
en Argentina, la Misión
jesuítica de Jesús de Tavarangué y la
Misión jesuítica de Santísima Trinidad del Paraná en Paraguay
quedan en el corazón de un bosque tropical. Son, según la Unesco , unos restos
impresionantes de siete misiones jesuitas, construidas en el territorio de los
guaraníes durante los siglos XVII y XVIII. Cada una de ellas se caracteriza por
un plan específico y un diferente estado de conservación. Inicialmente, se
seleccionó una en el año 1983, ampliándose en 1984 y en 1993.
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