sábado, 13 de abril de 2013

Misiones Jesuíticas Guaraníes. Por S.E. el Señor Capitán General para la Provincia de Corrientes Cab Don José Luis Gánora II. SOMCLPSIL.


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Las misiones jesuíticas guaraníes, también llamadas reducciones jesuíticas guaraníes, fueron los pueblos misionales fundados por la Compañía de Jesús entre los guaraníes y pueblos afines, que tenían como fin evangelizar a los indios de las actuales provincias de Misiones y Corrientes, en Argentina, de importantes territorios actualmente en el Paraguay y de las denominadas Misiones Orientales, ubicadas al suroeste del Brasil. Dichas reducciones fueron 30: 15 de ellas ubicadas en actual territorio argentino, 8 en el paraguayo y 7 en Brasil.


ÍHistoria Artículo principal: Historia de las misiones de la provincia jesuítica del Paraguay.

.Las reducciones entre los guaycurúes, guaraníes y pueblos afines en las regiones del Guayrá, Itatín, Tapé (las tres en el actual Brasil), Uruguay (Brasil, Argentina y Uruguay actuales), Paraná (Argentina, Paraguay y Brasil actuales) y las áreas guaycurúes en el Chaco (Argentina y Paraguay actuales), fueron establecidas en el siglo XVII dentro de territorios pertenecientes al imperio español en la Gobernación del Río de la Plata y del Paraguay y sus gobernaciones sucesorias a partir de su división en 1617: Gobernación del Paraguay y Gobernación del Río de la Plata. Eclesiásticamente formaban parte de los obispados católicos de Buenos Aires y de Asunción e integraban la Provincia Jesuítica del Paraguay.

Al ser expulsados los jesuitas por orden del rey Carlos III de España mediante la Pragmática Sanción de 1767, del 27 de febrero de ese año, franciscanos, dominicos y mercedarios tomaron a su cargo los pueblos misioneros, constituyéndose la Gobernación de las Misiones Guaraníes.

Población

Estimación de la población de las misiones:

Año Población Año Población Año Población

1641/1643 36.190 1724 117.164 1750 95.089

1647 28.714 1732 141.242 1755 104.483

1648 30.548 1733 128.389 1756 89.536 
1657 37.412 1734 116.250 1762 102.988
1667 43.753 1735 108.228 1765 85.266
1668 47.088 1736 102.721 1767 88.796
1676 53.298 1737 104.473 1768 88.864
1677 58.118 1738 90.287 1772 80.891
1678 55.125 1739 81.159 1783 56.092
1682 61.083 1740 73.910 1784 57.949
1700 86.173 1741 76.960 1791 44.677
1702 89.500 1742 78.929 1793 51.991
1717 121.168 1743 81.355 1801 45.637 Organización política


Reducción Jesuítica de San Ignacio Miní, próxima a la localidad de San Ignacio, en la provincia argentina de Misiones.

La política guaraní obedecía a su propia lógica, la cual fomentaba la unificación de las tekuas o aldeas (de hasta 300.000 habitantes) en volátiles alianzas que perseguían como fin último no sólo el control de los recursos del ecosistema selva sino también la búsqueda de la Tierra Sin Mal.nota 10 Tanto la figura de los karaí o profetas pan-guaraníes (no adscritos a una tekua en particular sino a la "nación" en general) como la búsqueda de la tierra sin mal, fueron dos rasgos de la cultura guaraní que los jesuitas supieron aprovechar. Ellos también eran como los karaí (con los que compitieron durante los primeros años) portadores de una nueva: el "Camino al Paraíso" era compatible con el Aguyé o camino de la perfección guaraní con destino a la Tierra Sin Mal. Y una forma de lograrlo era la unificación bajo la protección de las leyes de la corona de las que los jesuitas eran garantes. Los guaraníes también supieron aprovechar este hecho frente a la creciente expansión del frente colonial hispano-portugués.

De allí los líderes políticos de muchas tekuas aceptaran levantar símbolos de protección divina y jurídica (las iglesias) y aliarse en definitiva con lo que la Compañía de Jesús representaba. Otros líderes por el contrario se mantuvieron en guerra y continuaron el ciclo de enfrentamientos con sus propios connacionales; recordemos que para un guaraní comerse a otro de ellos era de motivo religioso y no lo hacían a menudo. Porque sólo los guaraníes son capaces de acumular energía para llegar a la Tierra sin mal.

El sistema político imperante mantenía a las reducciones estrictamente subordinadas al monarca español, quien ejercía su autoridad en América por medio de las Reales Audiencias de Lima y Buenos Aires. Por ello los jesuitas recurrían permanentemente al rey, solicitando autorizaciones o pedidos varios, favores y hasta privilegios. En algunos casos las solicitudes se dirigían a las Audiencias y a los Gobernadores.

Como gobierno local, en cada reducción funcionaba un Cabildo precedido por el corregidor, que era además la autoridad principal del pueblo, conocido entre los guaraníes como parokaitara, "el que dispone lo que se debe hacer". Era confirmada su elección por el gobernador y generalmente el elegido era uno de los caciques del pueblo y solía ser a perpetuidad.

Otras autoridades eran los alcaldes de primer voto y segundo voto (también llamados ivírayucu, "el primero entre los que llevan vara"). Ellos velaban por las buenas costumbres, castigaban a los holgazanes y vagabundos y vigilaban a los que no cumplían sus deberes. Esta autoridad se ejercía dentro del pueblo, junto con cuatro alcaldes de barrio, fuera de el había entre seis y ocho comisarios para los cuarteles. Una veedora vigilaba a las mujeres, cuatro celadores a los niños y cuatro inspectoras a las niñas.

Además del corregidor y los alcaldes, el Cabildo estaba integrado por un teniente de corregidor, un alguacil, cuatro regidores, un alguacil mayor, un alférez real, un escribano y un mayordomo, del cual dependían los contadores, los fiscales y los almaceneros. Los integrantes del Cabildo eran electos cada 1 de enero por los que dejaban el cargo en una asamblea general y puestos a consideración de los sacerdotes y luego a confirmación del gobernador.

Los regidores se encargaban de inspeccionar el aseo y la limpieza en los lugares públicos y privados, controlando también la concurrencia de los niños a la escuela y el catecismo.

El alguacil era quien se debía encargar de ejecutar las órdenes del Cabildo y de la justicia.

Organización religiosa

El régimen vigente era el de patronazgo real, ejercido por el gobernador en nombre del rey, el cual tenía facultades para conferir beneficios eclesiásticos y designar sacerdotes. El mecanismo utilizado para la designación establecía que el obispo debía presentar una terna de nombres entre los cuales el gobernador elegía.
Los curas tenían el gobierno de las reducciones, siendo verdaderos administradores de los bienes de los pobladores, con facultades de intervención directa no sólo en la actividad espiritual, sino también temporal, económica, cultural, social y militar.
En el orden estrictamente espiritual, los misioneros se preocuparon especialmente de la enseñanza del catecismo. Los jóvenes que habían superado la edad escolar y se encontraban trabajando en cualquier actividad, por las tardes, al escuchar el sonido de la campana, debían dirigirse a la iglesia. El acto religioso más importante era la misa, al que los fieles concurrían acompañados de toda la familia, particularmente los días preceptuados.
Las iglesias fueron el corazón de los pueblos. Eran construcciones imponentes frente a la plaza. Todas las calles del trazado urbano terminaban en ella.
La Provincia Jesuítica del Paraguay tenía un Padre Provincial residente en la ciudad de Córdoba, designado por el General de la Compañía de Jesús, con sede en Roma. Al general o prepósito de la orden, los sacerdotes jesuitas le debían total obediencia, después del papa. El provincial redactaba anualmente las "Cartas Anuas de la Provincia" que remitía a Roma con los principales sucesos ocurridos ese año. El Provincial tenía bajo su dependencia directa a los procuradores de Buenos Aires, Santa Fe y Asunción, además de un secretario y de los consultores. Cada grupo de misiones tenía un padre superior subordinado al provincial, las misiones del Paraná y del Uruguay tuvieron cada una un superior hasta principios del siglo XVIII (el superior del Guayrá desapareció al trasladarse su misión); desde entonces las treinta reducciones quedaron bajo un sólo superior residente en Nuestra Señora de la Candelaria, estableciéndose un padre Vice-Superior para las reducciones del Paraná y otro para las del Uruguay, que además regían su propia reducción, contando cada uno con un consultor ordinario y otro extraordinario además de un admonitor.

En cada reducción había dos sacerdotes (en las más pobladas había tres), uno a cargo de lo espiritual y religioso (el cura del pueblo) y otro (el Compañero) que estaba a cargo de las cosas temporales como el trabajo y la instrucción.

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Organización espacial



En una reducción, los edificios principales, como la iglesia, el cementerio comunal y la escuela, que servía al mismo tiempo para albergar a los jesuitas, se encontraban en un lado de una gran plaza, rodeada de casas por los otros tres lados. Junto a la iglesia también había talleres. En el centro de la misma, una gran cruz y una estatua del santo patrón de la misión. Las calles y casas estaban ordenadas según precisas líneas geométricas, de acuerdo a las recomendaciones españolas relativas a la construcción de nuevos asentamientos. La posición central de su lugar de residencia permitía a los padres tener una vigilancia constante sobre la vida de la reducción. También disponían una casa comunal koty guasu para alojar a las viudas, huérfanos y mujeres solteras y tenían agua corriente y servicios sanitarios para todos.

Hasta finales del siglo XVII, esta organización también permitió mantener las estructuras de parentesco de las tribus guaraníes, garantizando así la cohesión y la supervivencia de la comunidad, debido a que la disposición de las viviendas no inhibía los contactos entre los diferentes linajes y por tanto, la sostenibilidad de la familia extensiva, forma original de la sociedad guaraní. Posteriormente, los jesuitas trataron de imponer la familia restringida. En 1699, una disposición tomada por el Provincial (es decir, el superior jesuita de la "Provincia") prohibió los "actos inconvenientes que se producían en las viviendas por los indios por vivir en grupos familiares bajo el mismo techo". Cada familia debía vivir separada.


Organización económica



Por costumbres ancestrales los guaraníes cultivaban diversos vegetales como la batata y la mandioca, además de ser cazadores, pescadores. Sin embargo, los padres jesuitas implementaron un sistema económico agrícola que fue rápidamente asimilado por los aborígenes. Se logró que cada reducción formara una unidad económica independiente. Se funcionaba en base a una economía de trueque y como tenían multitud de posesiones comunales, se favorecía un intenso tráfico entre las reducciones promoviendo una integración económica, social y política con sede central en  Candelaria.

El régimen de propiedad era mixto, aceptando la propiedad individual privada y la propiedad colectiva. La propiedad individual privada o avamba´e, permitía que cada jefe de familia dispusiera de una chacra con la extensión necesaria para sembrar en ella todo el cultivo indispensable para el sustento anual familiar. La propiedad colectiva o propiedad de dios (tupambaé, de tupa, "dios", y mbae, "dueño") se utilizaba para el cultivo de algodón, trigo y legumbres. Generalmente existían dos campos en los que se trabajaba comunitariamente.

Cada reducción se especializaba en unos oficios, trabajando el hierro y la plata, carpintería, cocina-panadería, chapado en oro, telas o instrumentos musicales. Desde allí se promoverían excelente escultura, pintura y música barrocas guaraníes.


Organización educativa




Los reyes de España, como parte del proceso de evangelización, ordenaron que "hubiese escuelas de doctrina y de leer y escribir en todos los lugares de indios". Este decreto real, al que se le prestó por lo general en América un acatamiento sólo nominal, fue cumplido con rigor por los misioneros jesuitas, dedicándole la atención necesaria que permitió fundaciones de escuelas y centros de formación de distintos niveles.

En todas las reducciones funcionaron escuelas de primera enseñanza, donde los varones de seis a doce años aprendían a leer, escribir y hacer operaciones matemáticas elementales. Las niñas de la misma edad tenían escuelas separadas donde aprendían a leer, escribir, hilar y cocinar.

El castellano se enseñaba para lograr la unidad lingüística en todas las posiciones españolas. Los jesuitas hablaban correctamente el guaraní, utilizando la lengua como el mejor medio para llegar a los naturales. Los hijos de los caciques incluso llegaron a aprender algo de latín.

Se publicaron libros en guaraní sobre gramática, catecismo, manuales de oraciones y hasta un diccionario. Las reducciones contaron con la primera imprenta fundada por los padres Juan Bautista Neuman y José Serrano, quienes armaron una prensa, fundieron los tipos necesarios y publicaron los primeros libros. Las impresiones se hicieron en Loreto, San Javier y Santa María la Mayor.

El primer libro publicado fue el Martirologio Romano en el año 1700; más adelante el Flos Sactorum del padre Rivadeneira en edición guaraní, y De la diferencia entre lo temporal y lo eterno del padre Juan Eusebio Nieremberg. Fue muy rica y variada la producción bibliográfica, conservándose todavía la mayoría.

La música y el canto ocuparon un lugar destacado en el proceso de aprendizaje. Cada pueblo contaba con un coro y orquesta. Desde la misma escuela se promovió la participación de los niños y los jóvenes, mientras que los adultos se organizaron, en la mayoría de los casos, desde la Iglesia.

En los mismos escritos de los sacerdotes participantes de las misiones, que datan desde los primeros contactos evangelizadores, dan cuenta de una "inclinación natural por los sonidos europeos" por parte de los nativos. A razón de esto es que la música fue concebida como una "potente arma de conversión, capaz de seducir las "almas salvajes" para que adoptasen el modo de vida cristiano, transformando aquellos "feroces leones" en "mansos corderos".

Los guaraníes, además, le dedicaron tiempo y esfuerzo a la danza. Los danzarines ensayaban desde los 6 años, incorporando incluso melodramas los días domingos y feriados. En las festividades las principales diversiones justamente consistían en representaciones, música, canto y danza.
A lo largo del siglo XX, se toma una imagen idílica de la evangelización que podemos notar en su impregnación en las artes, es entonces que se nace el término de "Barroco jesuítico", el cual sería la idea del resultado sensitivo tanto aural como visual del sincretismo que se da entre los nativos y europeos.4 Sin embargo, este punto de vista no da cuenta de ciertos puntos muy importantes como, por ejemplo, la forma en que se acoge y percibe por parte del nativo americano tanto estas músicas que le son ajenas como las estrategias que usaron los misioneros de la compañía de Jesús para adaptarlas a los contextos locales, lo que en este caso particular, se traduce muchas veces en concesiones poco comunes en un contexto de contrarreforma católica, como será la incorporación en muchos casos de elementos propios de las culturas nativas (estrategia nada nueva dentro de la historia, pero sí dentro de este contexto). Estos aspectos pasarán a integrar un proceso cultural y político bastante amplio, el cual se va a ver cargado de tensiones y conflictos.

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Organización militar




Las misiones guaraníes constituyeron un importantísimo freno a las aspiraciones expansionistas de los lusitanos, que liderados por los bandeirantes se dedicaban a la caza de indios para venderlos como esclavos en São Paulo y Río de Janeiro. Tras varias incursiones bastante exitosas en 1641 una gran tropa de paulistas fue vencido en la batalla de Mbororé, estos volverían a intentar atacar en 1652 y 1676 pero en ambas ocasiones él gobernador de Paraguay consiguió detenerlos gracias a la participación de las milicias jesuitas.




Sin embargo, esto forzó a una mayor militarización de las misiones. Estas empezaron a fortificarse y a formar milicias armadas con armas de fuego y entrenadas en tácticas de guerra modernas combinadas a sus tácticas selváticas clásicas gracias al entrenamiento con veteranos de las guerras europeas.6 De esta manera se constituirían milicias permanentes a las que a cambio de participar en campañas convocadas por los gobernadores de Asunción y Buenos Aires quedaban libres de la mita.7 A parte de esto, los guaraníes cooperarían frecuentemente en los asedios a Colonia del Sacramento:8 en 1680 lucharon 4.000, 1704-1705 3.000 y 1735-1736 otra vez tres mil.

Los milicianos participaron también de las numerosas campañas de castigo contra los guaycurúes, payaguás y mbyás, feroces tribus del Gran Chaco que lanzaban frecuentemente ataques contra las haciendas y pueblos del Paraguay.10 En 1702 además derrotaron a los charrúas con los que habían entrado en conflicto por extensos territorios de la Banda Oriental aptos para que pastaran sus ganados.11 Sin embargo, la mano de obra guaraní no sería tan solo usada para apoyar en las campañas militares. Altamente cualificados fueron solicitados para ayudar en la construcción de fortalezas, destacando en especial las murallas de Montevideo.

Las milicias de las misiones tuvieron también una participación importantísima en la supresión de la Segunda revolución comunera del Paraguay (1721-1735).12 En 1724, tras años de conflicto entre los comuneros, que entre otras cosas solicitaban que las misiones quedaran gobernadas por corregidores que acabaran con la autonomía autárquica de estas, y los jesuitas en las cortes de justicia esta se traslado al campo de batalla cuando estos últimos, siguiendo las órdenes del Virrey del Perú José de Armendáriz prepararon un ejército de dos mil indios a orillas del río Tebicuary pero fueron atacados sorpresivamente por un superior ejército asunceño y vencidos.13 En 1726 los jesuitas, gracias a su apoyo al gobierno real, consiguieron la autonomía frente al gobernador de Paraguay y seis años después movilizaron siete mil indios para defender el Tebicuary de ataques desde Asunción.14 En 1735 Bruno de Zavala, gobernador del Río de la Plata decidido organizar una expedición con la que acabar con los rebeldes. Los jesuitas inmediatamente le dieron su apoyo, organizaron más de 6.000 guaraníes cerca del Tebicuary y otros 6.000 quedaron de reserva en sus misiones.15 Pronto se sumaron a la tropa de Zavala, más de 8.000 hombres, que él 14 de marzo de 1735 obtuvo la decisiva victoria de Tabapy marcando así el fin de la insurrección.

La demostración del poder militar de las misiones impresiono e intimido a los vecinos de Asunción y Corrientes,16 que desde entonces desconfiaron de los jesuitas en sobre manera. Pocas décadas después se produjo la Guerra Guaranítica que terminaría siendo usada como el principal argumento para expulsar a los jesuitas, a los que no se consideraba leales al Rey.

El final de las reducciones



En el año 1768, el rey español Carlos III ordenó expulsar a los jesuitas.

Las reducciones no se disolvieron de inmediato, sino que se reemplazaron a los jesuitas con nuevos directores seculares que no tenían los ideales de los primeros. Algunos guaraníes retornaron a la selva o emigraron a Buenos Aires donde se sirvieron del entrenamiento como artesanos que habían aprendido en las reducciones. Hubo una rápida disminución de la población.

En cuanto a la planta física, en las primeras décadas del siglo XIX las tropas del general del Brasil Francisco das Chagas Santos y el dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia causaron graves daños a los edificios. El golpe de gracia vino por el sucesor de Francia, Carlos Antonio López cuando este abolió forzosamente y destruyó las comunidades quedándose con las tierras.

En recuerdo de la obra jesuítica, las regiones que ocuparon antaño las reducciones hoy son llamadas «misiones».

Patrimonio de la Humanidad



Misiones Jesuíticas GuaraníesSan Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María la Mayor (Argentina), Ruinas de São Miguel das Missões (Brasil), Santísima Trinidad del Paraná y Jesús de Tavarangue (Paraguay).

Nombre descrito en la Lista del Patrimonio de la Humanidad.

Las ruinas jesuitas de la Santísima Trinidad del Paraná, en la ciudad de igual nombre, departamento de Itapúa, Paraguay Coordenadas 28°32′36″S 54°15′57″O


País Argentina Brasil Paraguay


Algunas de las misiones jesuíticas guaraníes han sido declaradas lugar Patrimonio de la Humanidad. Las ruinas de São Miguel das Missões en Brasil y los restos de San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María la Mayor en Argentina, la Misión jesuítica de Jesús de Tavarangué y la Misión jesuítica de Santísima Trinidad del Paraná en Paraguay quedan en el corazón de un bosque tropical. Son, según la Unesco, unos restos impresionantes de siete misiones jesuitas, construidas en el territorio de los guaraníes durante los siglos XVII y XVIII. Cada una de ellas se caracteriza por un plan específico y un diferente estado de conservación. Inicialmente, se seleccionó una en el año 1983, ampliándose en 1984 y en 1993.


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