“La Mayor Gloria de Dios”
La Compañía de Jesús destacó especialmente en el
campo de la educación. En España, en vísperas de la expulsión, los jesuitas
poseían 105 colegios y 12 seminarios; en Ultramar tenían 83 colegios y 19
seminarios más. La influencia jesuítica se extendió también en el campo
universitario. De una parte fundaron una universidad en Gandía en el siglo XVI
por Francisco de Borja, duque de Gandía. En las demás universidades contaron,
igualmente, con cátedras de teología suarista (así llamadas porque enseñaban el
modelo teológico del jesuita Suárez). Su labor fue notable también en la Universidad literaria
de Cervera
A partir del siglo XVII la Compañía prácticamente
monopolizaba la enseñanza secundaria (las escuelas de Gramática), imponiéndose
sobre los conventos dominicos o las escuelas municipales. Estas escuelas
proporcionaban conocimientos de la lengua latina, lo que adquiría una gran
importancia si tenemos en cuenta que para efectuar el ingreso en una
universidad era necesario superar una prueba de esta materia. Las causas del
éxito jesuita en el campo de la enseñanza hay que buscarlas en la captación de
las conciencias de las oligarquías municipales, así como en el hecho de
impartir docencia de materias universitarias (Filosofía, Teología). De esta
forma se preparaba a los alumnos fuera de las universidades, para después
someterse a examen en ellas y obtener así el grado con mayor facilidad en
virtud de su mejor preparación.
San Francisco de Borja recibe el Doctorado
En el momento de la expulsión existían 105 colegios jesuitas estratégicamente distribuidos (cualquier ciudad medianamente grande tenía su colegio jesuita). De esta forma, el espíritu jesuítico fue calando en la sociedad. Los estudios jesuitas adquirieron tal prestigio que el mantenimiento de un centro de estudios estable necesitaba muchos recursos, tanto humanos como económicos. Esta nueva necesidad llegó a hacer peligrar la vocación misional, pues todos los miembros de la Compañía se volcaron con ardor en esta tarea educativa.
Al analizar los métodos de enseñanza del latín por parte de los jesuitas, se observa que las técnicas pedagógicas empleadas no son muy diferentes a las actuales, pero indudablemente, en comparación con las que existían, suponían un progreso notable. Se basaban en la competitividad más que en la emulación o la repetición. En sus colegios, los jesuitas se volcaron con el teatro. Realizaban un gran número de representaciones y de esta forma involucraban a los padres y familias en las obras. Era una forma sutil de aumentar su influencia en la sociedad de la época.
Pero conforme se acerca el fin del siglo XVIII, el prestigio de la Compañía se fue perdiendo. Los jesuitas ofrecían una serie de conocimientos auxiliares y la preparación para avanzar más allá de los conocimientos que eran requeridos por la sociedad. Los colegios con facultades de Filosofía o de Teología fueron imponiéndose a las grandes universidades, donde también fueron introduciéndose estas disciplinas. La labor de los jesuitas fue muy atacada, sobre todo en el reinado de Carlos III, porque el enemigo del monarca fue el denominado partido colegial. Se identificó a jesuitas y colegiales, entrando los miembros de la Compañía en igual consideración que los enemigos políticos de Carlos III.
En 1759, los jesuitas fueron expulsados de Portugal y de todos los dominios portugueses. Ese mismo año Carlos III fue nombrado rey de España; vino de Nápoles y estaba asesorado en todo momento por Tanucci, enemigo acérrimo de la Compañía. En 1764 se expulsó a los jesuitas de Francia. En 1767, de España. En 1768 sufrieron la misma suerte en América y Filipinas. Entre 1768 y 1769, la expulsión se produjo en Nápoles y el Ducado de Parma. Comenzaba así la lucha contra la Compañía, que culminaría con su extinción con el papa Clemente XIV en 1773.
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