Corresponde a nosotros dar la batalla
y a
Dios dar la victoria"
"Ad Majorem Dei Gloriam"
“Mi Voluntad es conquistar el mundo entero; el que quiera venir conmigo tendrá que luchar. Siguiéndome en la pena también me seguirá en la gloria” (Meditación del Rey temporal). Ésta fue la vida de San Ignacio de Loyola, el Soldado de Cristo.
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“¡Adelante los que quedan! ¡Oh mínima Compañía de Iñigo de Loyola –y de Jesús! Yo quisiera que repitieses los hechos hazañosos y gloriosos de tu primer siglo –y eso pido de todo corazón a tu Jefe Jesús y a tu fundador el rengo. Pero si por una desgracia enorme llegases a caer de tu espíritu y a inutilizarte para las grandes batallas actuales, si dejases de ser la caballería ligera de la Iglesia para convertirte en burocracia o rutina, si te contaminases de mundanidad, de vanidad o de progresismo, si cedieses a la pereza o a la mentira, vicios que tanto aborreció San Ignacio, entonces... ¡que Dios tenga misericordia de los cristianos que hayan de vivir en el mundo que se viene!”
R.P. Leonardo Castellani, S.J. (31-7-1966)
"Los nuestros son como caballos ligeros, que han de estar siempre a punto para acudir a los rebatos de los enemigos para acometer y retirarse y andar siempre escaramuceando de una parte a otra. Y para esto es necesario que seamos libres y desocupados de cargos y oficios que obliguen a estar siempre quietos."
Ignacio de Loyola
Ignacio quería a los jesuitas como “caballería ligera”, dispuesta a correr con agilidad a donde lo demandaran las necesidades, especialmente en temas de frontera.
Él conocía bien los problemas sociales de su tiempo. Y, como convertido, sintió en sus carnes las tensiones existentes entonces entre fe y vida. Su época, el Renacimiento, había levantado nuevas problemáticas, a las que la fe tradicional, fanática y fundamentalista, no sabía responder adecuadamente
Se desarrollaba entonces una tensión especial, al parecer irreducible, entre fe y ciencia. Los creyentes tradicionales se oponían a ciertas afirmaciones y adelantos de la ciencia; y los científicos consecuentes se veían obligados a negar los fanatismos anticientíficos de la fe.
Como caso típico podemos citar el de Galileo. Ante esta diatriba, Ignacio intuye que fe y ciencia no son contrapuestas, sino complementarias. Y planea unir íntimamente las dos realidades: la de la fe y la de la ciencia. Por ello se esfuerza en formar personas profundamente creyentes y seriamente científicos.
Como caso típico podemos citar el de Galileo. Ante esta diatriba, Ignacio intuye que fe y ciencia no son contrapuestas, sino complementarias. Y planea unir íntimamente las dos realidades: la de la fe y la de la ciencia. Por ello se esfuerza en formar personas profundamente creyentes y seriamente científicos.
Hoy en día las problemáticas del tiempo de Ignacio están aun más exacerbadas que entonces. Aumenta la distancia entre fe y vida. Cada vez hay más personas que se escandalizan y se alejan de la Iglesia. Y pululan sin cesar ideologías mágicas, que atraen a hombres y mujeres de toda condición, ávidos de satisfacer sus frustrados deseos de liberación, de amor y amistad: de sentirse realizados como personas.
Tenemos un compromiso con un estilo de vida, que podemos ofrecer como camino para los laicos que, desde la política, la empresa, el sindicato o la comunidad regional o local, desean cambiar la realidad en la que vivimos.
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