jueves, 30 de octubre de 2014

Palabra de la CPAL: Dejar que la novedad nos transforme.



Orden de los Caballeros de 
Su Santidad el Papa
 "San Ignacio de Loyola"



Lima, 30 de octubre de 2014 

He tenido la suerte de participar en el simposio de la Federación Internación de Fe y Alegría sobre la innovación. Y me gustaría compartir con ustedes algunas de las muchas cosas aprendidas. 

Lo primero que llama la atención es encontrar una institución de 60 años de existencia interesada, yo diría que casi obsesionada, por producir novedad. Las instituciones tienden a acostumbrarse rápido a caminos hechos, a reproducir rutinas conocidas. Crear novedad exige esfuerzo, riesgo, remar contra corriente. La burocracia es enemiga de lo novedoso. 

Ese miedo a lo nuevo tiene algo de fundamento. No se trata de innovar por innovar. No toda innovación es buena. La innovación es para mejorar algo que es nuestra meta. En Fe y Alegría están claros que quieren innovar para producir una educación popular de más calidad para los pobres. Por eso la innovación está fuertemente ligada a sus raíces institucionales, a su identidad y misión. Nace de la pasión por la educación popular de calidad. 

De otra manera sería muy difícil crear una actitud, un hábito de innovación. Porque la creatividad no se decreta. Es una cultura que se construye colectivamente. No se trata de contratar alguien que invente cada día algo nuevo. Es involucrar la comunidad educativa en la búsqueda de una mejor calidad como expresión de su cariño por el sujeto que se educa. Es una actitud permanente, nunca satisfecha por sus logros. Supone pasión, entusiasmo, capacidad de riesgo. Porque la persona creativa corre el peligro de equivocarse. 

Por eso hay que comenzar por cambiar el concepto de error que con frecuencia tenemos los educadores. Solemos entender el error como fracaso. Cuando muchas veces es el resultado de la búsqueda, de la pasión por aprender. El camino de la innovación está lleno de intentos fallidos. Quien no se arriesga a equivocarse nunca descubre la novedad. Se limita a repetir y su aprendizaje está limitado a grabar en la memoria para reproducir. Quien no ha entendido esto enseña a repetir, no a pensar. 

A veces creemos que la innovación es una intervención espectacular que revoluciona todo nuestro entorno. Pero la innovación está con frecuencia en lo germinal, que nace pequeño y débil pero preñado con la capacidad de crecer y transformar lo que toca. Por eso tenemos que estar atentos al brote nuevo, que aflora pequeño y débil, para ayudarlo a crecer y esperar que se defina trigo o cizaña. Es labor paciente de atención, cuidado y espera. 

La mejor innovación es la que es creación colectiva, producto del esfuerzo de una comunidad de aprendizaje. Cuando un grupo tiene su identidad y misión claras, se deja impactar por su entorno sabiéndose situar en las fronteras que lo retan, y se entusiasma por la búsqueda de respuestas coherentes, la creatividad se dispara y surgen nuevas ideas que el grupo pule y discierne. Por eso el trabajo en red es provocador de innovación, así como la comunicación abierta de iniciativas que se comparten y se enriquecen con el intercambio. 

Sin embargo, el trabajo individual y no compartido tiende a empobrecerse, a hacerse incapaz de superar los obstáculos, a morir en su ostracismo. Igualmente el miedo al error, en sistemas autoritarios, desestimula el deseo de innovar. Por eso es importante motivar para la creatividad, construir ambientes de colaboración en libertad, organizar equipos de trabajo, facilitar la comunicación entre actores diversos, reconocer los esfuerzos de innovación más que premiar la sumisión repetitiva. Pero sobre todo, ayuda situarnos en las fronteras que nos cuestionan, en los límites de lo conocido, donde ya no tenemos mapas para el camino, donde nos golpea la realidad cruda y dura. Fe y Alegría busca situarse donde termina el asfalto. Los jesuitas de América Latina hemos elegido situarnos donde comienza la exclusión (primera prioridad de nuestro Proyecto Apostólico Común). 

Tenemos que situarnos en la frontera desde una fuerte identidad compartida, para la que nos ayuda la prioridad quinta que habla de la espiritualidad ignaciana encarnada y apostólica, y la sexta, que nos invita a fortalecernos como cuerpo. Tenemos que enfrentar la frontera desde una misión clara, de servicio de la fe y promoción de la justicia en un mundo intercultural e interreligioso. Tenemos que vivir la frontera desde unos valores institucionales bien apropiados. Pero siempre la innovación la provocará la frontera que nos desestabiliza. 

Finalmente la innovación no puede limitarse a un accidente pasajero. La novedad creadora de valor tiene que saltar de hecho aislado a programa institucional. Debe extenderse como fuego que enciende otros fuegos, como chispa que provoca el incendio. Para ello es necesario crear estructuras flexibles, que permitan el surgimiento de la novedad que puede llegar a romperlas y transformarlas. 

Necesitamos estructuras dinámicas, que crecen con la vida, en vez de ahogarla en sus rigideces. Estructuras que fomenten la creatividad sin temor a que ésta las llegue a transformar. Desde la perspectiva del PAC, sentí que para nosotros incluir será innovar. Agradezco a la Federación Internacional de Fe y Alegría que, al invitarme a participar en el Simposio sobre Innovación me enseñó nuevos caminos por donde podemos andar los jesuitas de América Latina.

Jorge Cela, S.J. 

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