La orden intenta reunir en la Argentina, paso previo a la creación de un centro de investigaciones, los libros que trajeron al arribar a nuestro continente
El monumental patrimonio cultural que representan los libros introducidos por los jesuitas desde su arribo a estas tierras, en 1599, hasta su expulsión, casi dos siglos después,está siendounificado, para su mejor administración y conservación, en un fondo de libros antiguos, paso previo a la creación de un centro de investigaciones al servicio de la comunidad científica.
Este patrimonio, tangible e intangible, que supera los confines nacionales y lo convierte en uno de los fondos antiguos más importantes de Iberoamérica, abarca una gran variedad de temas: astronomía, botánica, matemática, teología, filosofía, comentarios bíblicos, historia, espiritualidad, derecho y literatura. Está formado por una biblioteca de unos 13.000 volúmenes y un importante conjunto de documentación manuscrita proveniente de distintas casas de la Argentina y de países limítrofes, como Uruguay, Chile, Paraguay y Bolivia.
Su valor es inestimable para quienes deseen bucear en la historia de los jesuitas en América durante los últimos 400 años y, de manera inseparable, en el período de la conquista y en la etapa colonial.
DETERIORO
Los estudiosos e investigadores de la historia americana coinciden en señalar que los mismos libros que circulaban en la Europa de los siglos XVI, XVII y XVIII, pasaron a América. Se trató de libros que desafiaron las barreras de las prohibiciones inquisitoriales y reales, como la de Isabel la Católica que, en 1531, proscribió los de caballería ya que su lectura "podría ser un mal ejercicio para los indios o cosa en que no es bien que se ocupen y lean".
Los libros acompañaban el viaje de los misioneros jesuitas desde la península ibérica hasta lo más recóndito del monte o de la selva, al punto que ha llamado la atención de investigadores de los inventarios de bienes de pueblos guaraníes, la cantidad de libros que allí se encontraban en el momento de la expulsión de la orden fundada por San Ignacio de Loyola.
Miles de esos libros son los que conformaron las distintas librerías de los padres antes de su extrañamiento de estas tierras por mandato de Carlos III.
Más de 10 mil de esos libros volvieron a manos de los jesuitas, a fines del siglo XIX.
Lamentablemente desde hace más de 25 años este tesoro, que estaba diseminado en distintas residencias de los padres en la Argentina, se encontraba en un estado de abandono y había quedado prácticamente inaccesible para los investigadores.
Según el padre Martín María Morales SJ -que desde el Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, en Roma, dirige el proyecto de reunificación de la antigua biblioteca jesuítica-, las causas del deterioro fueron varias. Entre ellas señala la desaparición de célebres historiadores jesuitas, como Pablo Hernández, Carlos Leonhardt y Guillermo P. Furlong, que fueron no sólo celosos preservadores, sino también apasionados usuarios de los libros.
"Sin duda la degradación de este patrimonio debe estar inscripta en el horizonte más amplio de una crisis que marcó una época en el país", dice el padre Morales.
"Más allá de las valoraciones éticas y políticas de este período, pueden comprobarse aún hoy secuelas y heridas abiertas. La cultura y la educación son víctimas todavía convalecientes de este proceso. La Iglesia y la Compañía de Jesús no pasaron incólumes por esta crisis", asegura.
En lo que respecta al fondo antiguo, el resultado fueron importantes pérdidas en este singular acervo, derivadas de la casi total falta de medidas de seguridad y de una ausencia de criterios para su conservación.
"La segunda consecuencia negativa de este abandono y desorganización ha sido privar a la comunidad científica del uso sistemático y racional de tan importantes recursos", dice el padre Alfonso Gómez SJ, director local del proyecto de reunificación.
POLÉMICA
Entre 1810 y 1812, los revolucionarios de Mayo trasladaron a Buenos Aires muchos de los libros que atesoraba la Universidad Nacional de Córdoba para constituir la simiente de lo que sería la Biblioteca Nacional.
Ciento noventa años después, esos libros emprendieron el regreso a la capital mediterránea, dando cumplimiento a un decreto del ex presidente Carlos Menem que dispuso que la Universidad Nacional de Córdoba tuviera la "tenencia, custodia y conservación de todos los libros que integraron originariamente la Antigua Librería Jesuítica, que se encuentran en reparticiones públicas de orden nacional, especialmente en la Biblioteca Nacional".
Hugo Juri, el entonces ministro de Educación de la Nación, que era rector de esa casa de estudios cuando se decidió que los libros le fueran devueltos, cree que "emprendimos el rescate con la convicción de exigir un reclamo justo".
Según sostiene, la Universidad Nacional de Córdoba había sido despojada de un valioso patrimonio cultural que durante un poco más de un siglo y medio habían reunido los jesuitas.
"Más allá del despojo material, quedaba un vacío cargado de impotencia, que profanaba a la primera universidad argentina en su esencia más significativa, cual fueron los instrumentos con los que se habían formado varias generaciones", dijo Juri.
Pero el jesuita Martín María Morales no rehúye la polémica.
"Debe quedar claro que los 600 libros que fueron a Córdoba pertenecían a la Biblioteca Nacional y sólo algunos de ellos pueden ser identificados como ´jesuíticos´ en cuanto que llevan en su portada algún ex libris que justifique esa denominación", asegura.
"En cambio, los 13.000 que tenemos en el fondo antiguo, en su gran mayoría pertenecieron y pertenecen a la Compañía de Jesús. Los que tuvo o pueda tener la Biblioteca Nacional y los que tiene la Biblioteca Mayor de la Universidad de Córdoba pertenecen al expolio que sufrió la Compañía en el siglo XVIII. Esto, sin mucho ardor, es justicia recordarlo", dice Morales.
También describe como "metodológicamente aberrante" la idea de separar los libros.
"Los fondos bibliográficos y documentales tienden a unirse y no a dispersarse para ayudar al pobre investigador, que tiene que peregrinar como un Tannhäuser para dar con una media verdad." Y recuerda que los libros que volvieron a Córdoba han conformado un museo, "no un centro de investigaciones".
Esta aclaración está en el centro de las preocupaciones actuales de los hijos de San Ignacio, para quienes hoy puede existir el riesgo de delimitar la acción de la Compañía de Jesús en el pasado y dejarla como algo "museográfico", como algo que sólo se contempla y provoca el normal asombro de la grandeza de aquellos hombres, sin sacar más consecuencias.
ETAPAS
El proyecto del Fondo Antiguo se puso en marcha a fines de 1999, cuando el provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, padre Alvaro Restrepo, determinó la creación de un repositorio para todas las ediciones de los siglos XVI a XVIII y aquellas del siglo XIX, hasta 1830, que se considere oportuno deban pertenecer a este conjunto.
A esta biblioteca se sumará una serie de obras de referencia, ediciones raras y volúmenes de particular valor. También se dispuso reunir en el Archivo Histórico de la Provincia Argentina (APA), todo el material manuscrito perteneciente al período 1608-1767 y el correspondiente a los siglos XIX y XX que se considere de particular interés histórico.
"En esta etapa de reunificación ha salido a la luz una importante colección de material fotográfico de los siglos XIX y XX que merece ser incluida en este acervo", dice el padre Morales.
El Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, con sede en Roma, se ha comprometido en la coordinación de este proyecto de salvaguardia. "El plan de recuperación incluye la participación de empresas privadas, de universidades, organismos estatales e internacionales", adelanta. En efecto, el proyecto de reunificación tiene el apoyo y el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación; de S. Emcia. Rvdma. Jorge Cardenal Mejía, bibliotecario y archivero de la Santa Iglesia Romana; de M.R.P. Peter-Hans Kolvenbach, SJ, prepósito general de la Compañía de Jesús; de la Academia Nacional de la Historia (Argentina); de la embajada de España en la Argentina; de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, y del Grupo Endesa, Banca Nazionale del Lavoro, Gas Natural BAN, Olivetti Argentina y Fundación Antorchas.
La primera operación que se realizó en favor de este patrimonio fue concentrar todo el material de los siglos XVI a XVIII -originariamente disperso en distintas casas de los jesuitas- en dos bibliotecas.
En la biblioteca del Colegio del Salvador se colocó el 50 por ciento de los libros, en tanto que el resto se encuentra depositado en la biblioteca del Colegio Máximo de San Miguel, en la provincia de Buenos Aires.
La biblioteca del Colegio del Salvador tiene 35 mil volúmenes y es particularmente importante en historia y literatura. La librería del Colegio Máximo posee unos 140 mil volúmenes y se ha especializado, a lo largo de 70 años, en teología y filosofía, con una importante sección de humanidades.
La segunda etapa, actualmente en desarrollo, es la de la limpieza, desinsectación, inventario y catalogación de los volúmenes y documentos, los que ya han sido microfilmados.
La tercera y última etapa por encarar es la de determinar la ubicación definitiva del fondo.
"Con todo este material debidamente acondicionado, la Compañía de Jesús quiere abrir un centro de alto nivel académico al que podrán asistir investigadores nacionales e internacionales interesados en la historia de los jesuitas en la América Meridional y en general en el período colonial", dice el padre Alfonso Gómez.
"Además de constituir, con toda esta riqueza documental, un centro de investigaciones, se desea organizar una escuela para la formación y especialización de quienes estén interesados en el tema de la conservación del libro y del papel", dice.
"De esta manera, no se afrontarán sólo los problemas inherentes al Fondo Antiguo de la Compañía de Jesús en la Argentina, sino que se podrá brindar un servicio a otras instituciones, órdenes religiosas o centros académicos que tengan problemas afines. Al mismo tiempo, se podrán intercambiar experiencias y soluciones, a la vez que elaborar un catálogo único del libro antiguo en la Argentina", concluye.
¿Por qué están empeñados los jesuitas en el enorme esfuerzo de salvar este monumental acervo cultural?
"Porque sobre estos libros estudiaron y oraron laicos y jesuitas, porque con ellos se formaron generaciones de misioneros que luego se comprometerían en la frontera más expuesta de la evangelización y en la lucha por la justicia -señala el padre Morales-. La conservación y preservación de este patrimonio implica recoger este testimonio de fe y cultura."
UNA DE LAS MAYORES RESERVAS ANTIGUAS DE IBEROAMÉRICA
El fondo de libros antiguos de los siglos XVI al XVIII está compuesto por:
- 1500 volúmenes que originariamente se encontraban en la Sección de Raros y Antiguos de la biblioteca del Colegio del Salvador.
- 1000 volúmenes provenientes de la biblioteca del Colegio de la Inmaculada en Santa Fe.
- 1000 volúmenes provenientes de la Casa Profesa de la Compañía en Córdoba.
- 500 volúmenes provenientes de la residencia de los jesuitas en Mendoza.
- 4000 volúmenes aún depositados en la biblioteca de las facultades de Filosofía y Teología, en las instalaciones del Colegio Máximo, en San Miguel (Buenos Aires).
A este conjunto han de sumarse los raros de los siglos XIX y XX y una serie de obras de referencia que se integrarán al Fondo Antiguo (3000 volúmenes, aproximadamente). Estas obras pertenecen a la biblioteca del Colegio del Salvador, a la Residencia de la Compañía en la ciudad de Córdoba y al Colegio de la Inmaculada de Santa Fe. En la nueva colocación de estas obras, en la biblioteca unificada, se conservará la memoria de la procedencia reciente de cada uno de los volúmenes. "Sin duda, por la cantidad y calidad de sus libros, esta biblioteca jesuítica es la más importante del país y una de las más significativas de Iberoamérica en su género", afirma el padre Martín María Morales.
Entre los ejemplares más importantes que posee el Fondo Antiguo cabe destacar algunos incunables americanos impresos en las reducciones de la antigua provincia del Paraguay. Se trata de una serie de volúmenes realizados con tipografías construidas por los mismos jesuitas a comienzos del siglo XVIII. Estos ejemplares presentan la particularidad de haber sido impresos en guaraní. El fondo posee el Manuale ad usum Patrum Societatis Iesu qui in Reductionibus Paraquariae versantur (Laureti typis PP. Societatis Iesu 1721); Sermones y exemplos en lengua Guarani por Nicolas Yapuguay (En el Pueblo de San Francisco Javier 1727); Explicacion de el Catecismo en lengua Guarani , por Nicolas Yapuguay con dirección del P. Paulo Restivo de la Compañia de Jesús (En el Pueblo de S. Maria la Mayor 1724). Además en el fondo se conserva un ejemplar del Tesoro de la Lengua Guaraní compuesto por el padre Antonio Ruiz de Montoya (Juan Sánchez, Madrid, 1639). Entre las piezas más significativas y valiosas de este acervo se encuentra la primera edición de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, con inscripción manuscrita de su secretario el P. Polanco, impresa en Roma en los talleres de Antonio Blado en 1548 y una Vita Christi de Ludolfo de Sajonia, editada en Sevilla en 1537.
Además, la Biblioteca Jesuítica cuenta con un ejemplar de las Anotationes et Meditationes in evangelia , de Jerónimo de Nadal con grabados de Bernardino Passeri, Marten de Vos y de los hermanos Jerome y Anton Wierix, impreso en Amberes en 1593 por Christopher Plantin. Entre las muchas aplicaciones que tuvo esta obra, las Anotationes fueron utilizadas en China por el misionero jesuita Matteo Ricci (1552-1610) como instrumento eficaz para la evangelización. Además, algunos de estos grabados fueron empleados para la elaboración de libros litúrgicos y catecismos e inspiraron una serie de porcelanas durante la dinastía Qing (período Kangxi), a comienzos del siglo XVIII.
Son numerosas las ediciones de principios y mediados del siglo XVI, como por ejemplo un importante conjunto de libros de ciencias; entre ellos, la farmacopea de Dioscórides Pedanio, editada por Andrés Laguna en Salamanca en 1543, o la geometría de Pérez de Moya, editada en Salamanca en 1573. Cabe destacar, además, un importante grupo de clásicos griegos y latinos, entre los cuales se encuentran valiosas ediciones de comienzos del siglo XVI procedentes de la imprenta veneciana de la familia Manuzio y de otros célebres impresores.
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