El papa Francisco recibió este miércoles en audiencia privada al Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I y, posteriormente, en audiencia general en la Sala Clementina del palacio apostólico vaticano a los Delegados Fraternos de otras iglesias y comunidades cristianas, así como a los representantes de las religiones no cristianas, llegados a Roma con motivo del inicio de su ministerio de Obispo de Roma y de sucesor del apóstol Pedro.
En la audiencia participaron delegados del patriarcado greco-ortodoxo de Alejandría, del patriarcado greco-ortodoxo de Antioquía, de la Iglesia Ortodoxa rusa, del patriarcado de Georgia, de Serbia, de Rumania, de Chipre, de Grecia y de Albania. También estaban presentes delegados de comunidades cristianas como la anglicana, federación mundial luterana, metodista, bautistas, pentecostales, evangélicas, del consejo mundial de las Iglesias.
Además, representantes de las Iglesias ortodoxas orientales , la Iglesia copta de Alejandría, el patriarcado siro-ortodoxo, la Iglesia armenia y los armenios de Cilicia. Acudieron también delegados de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, el patriarcado armenio de Turquía, y la comunidad monástica ecuménica de Taizé, Francia.
Otros asistentes fueron los representantes de la comunidad hebrea de Roma, del Rabinato de Israel, del American Jewish Committee, del congreso mundial judío y de la Anti-Defamation League, entre otros. De otras religiones, representantes musulmanes de Italia, Serbia, Bulgaria, así como delegados budistas, sij, jainistas e hindúes.
En nombre de todos los presentes tomó la palabra el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, que saludó al Papa recordando la “alta, grave y difícil tarea” que conlleva su ministerio” reiterando, además, la necesidad de las Iglesias de alejarse de la mundanidad y de la unidad entre los cristianos.
Francisco, que escuchó las palabras del Patriarca sentado en una butaca, y no en el trono habitualmente dispuesto en la Sala Clementina, dio las gracias a Bartolomé I, llamándole “Mi hermano Andrés”, ya que los patriarcas de Constantinopla son considerados los sucesores del apóstol Andrés, el hermano de Simón-Pedro.
Después el Santo Padre agradeció la presencia en la misa de ayer de todos los representantes de las diversas comunidades "se sentía, dijo el Pontífice, más fuerte la oración por la unidad entre los creyentes en Cristo y, al mismo tiempo, se podía entrever, de alguna manera, su realización plena que depende del plan de Dios y de nuestra leal colaboración”.
“Inicio mi ministerio apostólico -prosiguió- en este año que mi venerado predecesor, el papa Benedicto XVI, con intuición verdaderamente inspirada, proclamó Año de la Fe para la Iglesia Católica. Con esta iniciativa, que quiero continuar y espero que sirva de estímulo para el camino de fe de todos, quiso conmemorar el cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II, proponiendo una especie de peregrinación a lo que es esencial para todo cristiano: la relación personal y transformadora con Jesucristo, Hijo de Dios, muerto y resucitado por nuestra salvación. En el deseo de proclamar a los hombres de nuestro tiempo este tesoro de la fe siempre válido estriba el fulcro del mensaje conciliar”.
Francisco recordó también palabras de su predecesor Juan XXIII: "La Iglesia Católica considera su deber trabajar activamente con el fin de cumplir el gran misterio de la unidad que Cristo Jesús, con fervientes oraciones al Padre Celestial pidió en inminencia de su sacrificio", y pronunció las palabras de Cristo: "ut unum sint", que sean uno, para "ser capaces de dar testimonio libre, alegre y valiente. Este será nuestro mejor servicio a la causa de la unidad entre los cristianos, un servicio de esperanza para un mundo que sigue marcado por la división, por las disputas y rivalidades".
"Por mi parte, deseo asegurar, en la estela de mis predecesores, que se continuará el trabajo en el camino del diálogo ecuménico, y agradezco al Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad Cristiana, por la ayuda que se siga prestando, en mi nombre, para esta noble causa. Les pido, queridos hermanos y hermanas, llevar mi cordial saludo y la seguridad de mi recuerdo en el Señor Jesús a las Iglesias y comunidades cristianas que están representados aquí, y pido la caridad de una especial oración por mi persona, para que pueda ser un pastor según el corazón de Cristo", solicitó a los cristianos.
A los judíos les recordó que "nos une un vínculo espiritual muy especial", explicado en el Decreto Nostra Aetate del Vaticano II: "el misterio divino de salvación en los Patriarcas, Moisés y los profetas". "Estoy seguro de que, con la ayuda del Todopoderoso, podremos seguir provechosamente el diálogo fraterno", anunció.
Después saludó a los musulmanes, que, dijo, "adoran al único Dios, viviente y misericordioso, y lo invocan en la oración". En la presencia de estos musulmanes, Francisco dijo ver "una nueva voluntad de crecer en el respeto mutuo y la cooperación para el bien común de la humanidad".
Insistió en la importancia de "la promoción de la amistad y el respeto entre hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas" y agradeció el trabajo del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.
Pidió a todos ser conscientes de "la responsabilidad que todos llevamos en nuestro mundo, de toda la creación, a la que debemos amar y apreciar. Y podemos hacer mucho por el bien de los menos afortunados, los que son débiles y padecen sufrimientos, promover la justicia, promover la reconciliación, la consolidación de la paz. Pero por encima de todo, debemos mantener viva en el mundo la sed de lo absoluto, no permitiendo que prevalezca una visión de la persona humana de una sola dimensión, según la cual el hombre se reduce a lo que produce y lo que consume: se trata de una de las trampas más peligrosas para nuestro tiempo".
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