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.El primer año del siglo XVII se inició la andadura de los jesuitas en Almagro. Poderosas familias de la ciudad, vinculadas con la Orden de Calatrava y las explotaciones mineras de Almadén aportaron caudales para esta fundación. Entre ellos figuran Sebastián y Magdalena Mera, Pedro Franco de Mera y Rodrigo de Avalos, quienes adquirían con ello el derecho a ser enterrados en la iglesia conventual. Iniciadas las obras en 1610, pronto se alzó el imponente conjunto del Colegio e iglesia, dedicándose los religiosos de la Compañía de Jesús a la enseñanza y evangelización en la ciudad y comarca. Hasta que en 1767, y en virtud de la Pragmática real de Carlos III de expulsión de los jesuitas, hubieron de abandonarlo todo. Propiedad a partir de entonces del Ayuntamiento, no se llegó a dedicar a Hospicio, como estaba previsto, sino a oficinas de la Mesa Maestral de la Orden de Calatrava. En 1802 alojó nuevamente a religiosos, pero esta vez freires de Calatrava, quedando la iglesia de propiedad del municipio, trasladando a ella la vieja parroquia de San Bartolomé, cuya es hoy la advocación del templo jesuítico. El convento se ha destinado, desde hace tiempo, a lugar de actividades educativas y sociales.
Poco cabe decir del gran edificio conventual de la Compañía. Grande era para acoger a un numerosa congregación de religiosos, y grande para aplicarlo a la enseñanza de todos los niños de la ciudad y comarca. Este colegio de la Compañía en Almagro presenta una sólida y austera construcción, en la que debe reseñarse la curiosa disposición de los escalones que enlazan los distintos niveles del zaguán de entrada con el sótano y la amplia escalera de caracol de planta cuadrada con rellanos intercalados que pone en comunicación las tres plantas del edificio. Su fachada principal, de 46 metros de longitud, ubicada en la calle del Gran Maestre
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