La Orden de los Caballeros de Su Santidad el Papa "San Ignacio de Loyola", es jesuita laica, bajo la Bendición del General de la Compañía de Jesús, Padre Adolfo Nicolás, Coadjutores Jesuitas Temporales en la obra de Dios y de la "Societas Jesu" en la misión de Cristo, en obras inspiradas en el desarrollo, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos el cuidado del medio ambiente y en la espiritualidad ignaciana, sean o no sus dignatarios de la Compañía de Jesús) click..
Quiénes somos
Los Caballeros de la Orden , soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.
(dijo Lord Maculay)
Bandera de las Américas, adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana de
Montevideo el 13 de diciembre de 1933
Misioneros y educadores, viajeros y descubridores, cartógrafos y geógrafos, hombres de teología y espada, de ciencia y espiritualidad, conspiradores políticos o pacificadores, los jesuitas han sido, desde la fundación de
En la historia de las actividades económicas de la Compañía de Jesús en
América en el período colonial, el aspecto más importante a considerar es la
producción y comercialización a gran escala o al por mayor de aquellos frutos o
productos típicos de las regiones donde los jesuitas se instalaron. En la
mayoría de los casos la
Compañía consiguió consolidarse, mantenerse y ejercer su actividad
misional y educadora gracias a su participación en la principal actividad
económica de la región.
Según un catálogo de 1749, contaba la Compañía de Jesús (en
todo el mundo) con 22 589 miembros, de los cuales eran sacerdotes 11 239:
siendo las asistencias desde 1755, seis; contando con 39 provincias, 24 casas
profesas, 669 colegios, 61 noviciados, 176 seminarios o convictorios, 335
residencias y 273 estaciones de misión. España, en el momento de la expulsión,
contaba con 1 660 sacerdotes, 965 hermanos y 102 escolares, y en América, 1 396
sacerdotes, 544 hermanos y 327 escolares, es decir: 4 994 miembros.
Los "primeros compañeros", inicialmente no pensaron en fundar una nueva orden religiosa, mas con el paso del tiempo, influenciados por su profunda experiencia de Dios y por la crisis que enfrentaba
Desde sus inicios, el principal fin de la Compañía ha sido reunir a
hombres generosos de toda raza y nación que se ofrezcan incondicionalmente a
comunicar el mensaje de Jesucristo al mundo; hombres que fundan su
espiritualidad en la experiencia de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio,
la mayor riqueza que porta la
Compañía. La finalidad de la compañía ha sido formulada en
sus Constituciones, como defensa y propagación de la fe y está hoy enriquecida
por la
Congregación General 32, como servicio de la fe y promoción
de la justicia que la misma fe exige. La misma C.G. 32 señala que ser jesuita
es reconocer que uno es pecador, pero llamado a ser compañero de Jesús, como lo
fue san Ignacio.
Estableciéndose posteriormente en el Perú, comenzaron
inmediatamente su labor, mostrando desde el principio su espíritu constructor,
llegando a acumular inmensos bienes por medio de sus benefactores, no sólo en
templos, conventos y colegios, sino en importantes haciendas, ingenios y
obrajes, con los que podían alcanzar un nutrido tráfico comercial.
Una de las primeras consecuencias de la expulsión jesuita
fue la desarticulación de los 188 colegios de jesuitas repartidos entre la
metrópoli y sus colonias, así como la confiscación de sus bienes, que además de
la enseñanza, tenía la importante misión de subsanar las carencias de
asistencia religiosa, frecuentes en muchas zonas rurales durante el régimen
precedente. Es entonces que al ser expulsados urge la necesidad de ver por
aquellas propiedades que dejaban, las mejores por cierto. Empresas mixtas,
dedicadas a la vez a la agricultura y a la ganadería, ya que esta última bien
podía aprovechar los peores terrenos de la hacienda, sin olvidar que aquel tipo
de asociación resultaba indispensable para solventar los consumos internos de
la hacienda y asegurarse fletes y también diversificar los riesgos.
Las haciendas coloniales fueron grandes empresas económicas
y cabe subrayarlo, sabiendo de igual forma que la psicología del hacendado no
era diferente ni opuesta a la del importador monopolista, por ejemplo. Por
consiguiente, la explotación de la tierra fue organizada con miras económicas
de utilidad. Así también, la comunidad de indígenas, se convirtió para los
españoles en una fuente permanente aunque conflictiva de fuerza de trabajo y en
todos los casos (pese a las legislaciones del Estado en cuanto a libertad)
terminaban siempre por resolver a favor de las necesidades de europeos y
criollos, habiendo que elaborar diversas soluciones. En lo que se refiere a la
agricultura, por ejemplo, hubo la esclavitud pero únicamente en a costa,
considerando las llamadas gratificaciones –aunque mínimas- y la concesión de
pequeños lotes de tierras.
Por otro lado, el arriendo nos interesa en cuanto la
relación existente con los problemas del trabajo en la hacienda donde la
ocupación por parte del arrendatario determinaba de algún modo prestaciones de
servicios personales a favor del propietario. Este pequeño arriendo asociado a
la mano de obra fue posible dentro de una economía en que incluso los grandes
arriendos, con cientos de fanegadas y miles de cabezas de ganado, eran
parcialmente pagados en especies.
Con todo ello, la
Junta de Temporalidades cumplió la función de administrar y
liquidar los bienes confiscados. Hacer la labor de administrador y llevar a
cabo las subastas respectivas; pero, dentro de ello también la semejante labor
y responsabilidad de hacerlo bien. Es evidente pensar que luego de la expulsión
de los religiosos, aquellas haciendas no tendrían más que un papel previsor o
cauteloso en la futura administración y forma de llevar la hacienda como en circunstancias
anteriores. Así fue que, finalmente, se produjeron dichos remates, empero, cabe
observar los pormenores que se suscitaron y los hechos que dan posibles nuevas
luces a lo acontecido.
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