Doña Elba Roqué Piñero y Lascano Hernández de Lavado
11-8-1912 26-4-1992
Aquí, una fotografía de comienzos del siglo 20 del Bv. 24 de septiembre ( Originalmente llamado Unión), donde podemos apreciar parte de la casona, en la esquina mencionada y los característicos postes del tranvía eléctrico, el cual había comenzado a circular en 1910 y cubrían el trayecto del mercado del barrio con el Hospital de Clínicas. Cabe destacar que los canteros centrales perduraron hasta 1970
Mi madre Doña Elba Roqué Lascano, en brazos de mi abuela Vicenta Lascano Hernandez de Roqué
en el patio de la casa (1912)
Según los cronistas archivadores de historias, el barrio General Paz ya traspasó los 130 años de vida. Una existencia rica en acontecimientos que apenas se pueden esbozar en estas escasas líneas, pero que sí resume la presencia del palacio Augusto López, construido en 1875 por el Ing francés Don Juan Constantino Roqué Fruchason, casado con Da Paulia Josefa de los Dolores González Vélez Sarsfield, suegros del fundador del barrio. Vivió en el solar hasta la Batalla de San Calé (8 de enero de 1841),debiendo emigrar a chile y desde 1947 por Juan Eduardo Vanoli, la espléndida construcción de estilo europeo está allí, al 155 de Félix Frías, desafiando el paso del tiempo. A su lado, haciendo esquina con 24 de Setiembre, otra edificación de características similares, también nos transporta en el tiempo. En esa casona vivió el coronel Daniel Fernández, jefe en Córdoba del movimiento revolucionario liderado desde Buenos Aires por Hipólito Yrigoyen en 1904.
Augusto López habría denominado General Paz a esas tierras que nacen apenas se traspasa el puente Sarmiento en homenaje a su amigo, “el manco” general. Su palacio, con jardines a su frente, ha sido remozado. El enrejado que daba a la vereda pasó a ser recuerdo, al igual que la primitiva escalera de acceso a la vivienda. Dos ventanales han maquillado el viejo rostro grisáceo, pero la estructura, incólume, es testigo —como lo fue Juan Filloy— de tres siglos de la humanidad.
“No sufrimos el frío ni sentimos el calor”, afirma con indisimulado orgullo Nora Sagristani, esposa de Vanoli. Los techos altos protegen de las altas y bajas temperaturas a los moradores del palacio que consta de dos plantas, sótano con bodega, entrepiso, altillo y patio distribuidos en 600 metros cubiertos sobre una superficie de 1.200 metros cuadrados. Abajo, desde el balcón, varias generaciones otearon la vida del barrio de calles anchas y dúctil al progreso edilicio en medio de tantas nostalgias.
Vanoli, el mismo de la fabricación de dulces y preparación de exquisitas aceitunas que en un tiempo pretérito tenía su establecimiento unos metros más allá (en el vértice de Félix Frías y 25 de Mayo), hace alarde de su memoria a los 71 años. Confirma que el palacio de Augusto López se erigió en 1875 y que fue estrenado por el Ing Juan Constantino Roqué Fruchason (mi tatarabuelo), un francés nacido en Saint Folx. Su hija Elisa (mi bisabuela) se casó precisamente con el fundador del barrio, de allí el nombre de la casona.
Vivieron después en el legendario edificio, y en este orden cronológico, Manuel Pruneda y María Tretter, hasta que en 1947 Juan Eduardo Vanoli recaló allí hasta nuestros días, manteniendo la construcción ese estilo del neoclasicismo de la Córdoba de fines de siglo de edificios diseñados en una línea arquitectónica de Palladio, renacentista-manierista a la manera del Teatro Libertador San Martín y la casa central del Banco de la Provincia de Córdoba.
El huésped sanjuanino Carlos Capitaine Funes explica en su módico libro de 80 páginas que Augusto López le compró en 1848 a quien sería su suegro el Ing Juan Constantino Roqué Fruchazon las tierras que el francés había adquirido a “un señor Ibarbalz, colonizador español de comienzos del siglo XIX. Las tierras tenían media legua de ancho, situadas en el camino que va hacia Jesús María y a Santiago del Estero. Tenían dos leguas y media de fondo, desde el Río Primero hasta Guiñazú”.
Antes de la muerte de Augusto López, que terminó sus días atacado por una ceguera total, numerosas celebridades residieron como huéspedes en la por entonces ostentosa mansión. El doctor Guillermo Rawson, el general Mitre y Domingo Faustino Sarmiento pasaron por allí.
El ex presidente Sarmiento, viejo y enfermo —señala Capitaine Funes en sus apuntes— solía tomar sol en la plaza que después se denominó Alberdi. Los niños de los alrededores se acercaban curiosos para saludarlo y el genial educador los atendía con paternal cariño. Y hasta no faltan los que aseguran que el gran sanjuanino ayudó a plantar los primeros árboles de ese paseo público. Augusto Argañaraz
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