NOTABLE GUERRERO de la Independencia. Hermano de mi abuelo chozno el Teniente Coronel Don José María Rojas Argerich. Comandó a las fuerzas patriotas que en Nasca derrotaron a las tres veces superiores fuerzas españolas del Coronel Manuel Quimper, en el primer encuentro armado de la Independencia.
Nació en Buenos Aires, el 16 de marzo de 1792, siendo sus padres Juan Rojas y
Juana Argerich. Se inició en la carrera de las armas en noviembre de 1806, en
calidad de soldado. Pasó después al Cuerpo de Patricios, en cuyas filas se
batió con denuedo en la defensa de Buenos Aires, en las jornadas del 3 al 6 de
julio de 1807. Un año después era dado de alta como cadete, recibiendo el grado
de subteniente en enero de 1809.
Producido el Movimiento del 25 de Mayo, se integró a las fuerzas patriotas y
marcha en el Ejército Auxiliar sobre la provincia de Córdova para dominar la
rebelión del general Santiago Liniers, combatiendo en Cotagaita y Suipacha, en
octubre y noviembre de 1810, respectivamente.
Es encomiable destacar que, antes de partir en el Ejército Auxiliar, pidió que
se le descontase una fracción de sus haberes para contribuir a los gastos de la
guerra por la Independencia.
Con el grado de teniente del Regimiento Nº 6 del Perú, Manuel Rojas asiste a la
acción de Yuraicoragua o Desaguadero en Junio de de 1811, y también a la acción
de Cochabamba en setiembre de 1811, como ayudante del coronel Díaz Vélez, para
sofocar una sublevación que se produjo entre la tropa. A las órdenes de este
mismo jefe participó en el combate de Nazareno o Suipacha en enero de 1812. En
setiembre de aquel mismo año, ya como capitán, combate brillantemente en la
acción de Río de las Piedras y en la batalla de Tucumán. También luchó con
igual brillo en la batalla de Salta, en febrero de 1813, mereciendo por estas
últimas acciones el ascenso a sargento mayor.
Hizo la campaña ofensiva sobre el Alto Perú a las órdenes del general Manuel
Belgrano, llegando a Potosí y asistiendo a las desastrosas batallas de Vilcapugio
y Ayouma y al repliegue ulterior del Ejército Auxiliar en plena derrota. Cuando
el coronel José de San Martín asume el cargo de comandante en jefe del Ejército
Auxiliar, el sargento mayor Rojas es nombrado su ayudante. Más tarde, es
ayudante del jefe de Estado Mayor en la campaña ofensiva de 1815, asistiendo a
la acción del Puesto del Marqués, en abril de aquel año y a las de Venta y
Media y Sipe Sipe.
Setiembre de 1816 puso término a las actividades del sargento mayor Manuel
Rojas en el Ejército del Norte. En ese mes regresó a Buenos Aires por haber
sido designado edecán del director supremo general Juan Martín Pueyrredón.
Después de desempeñar importantes comisiones como edecán del director supremo,
en noviembre de 1818 fue destinado al Ejército de Los Andes, saliendo de Buenos
Aires a su nuevo destino. Por las dificultades del camino, llegó a Mendoza
recién a principios de 1819, donde fue designado jefe de estado mayor de la
división que estaba a las órdenes del coronel Rudecindo Alvarado, que ya había
transpuesto Los Andes.
El prócer Manuel Rojas fue graduado teniente coronel en mayo de 1820 y el 20 de
agosto de ese mismo año se embarcó hacia el Perú en la Expedición Libertadora
del general José de San Martín. El 2 de octubre, el flamante teniente coronel
Rojas fue nombrado 2º jefe y, a la vez, Jefe de Estado Mayor de la División
Volante del general Juan Antonio Álvarez de Arenales, que expedicionaría en la
Primera Campaña de la Sierra. Las fuerzas realistas de Ica, al mando del
coronel Manuel Quimper, habían evitado el combate fugando hacia el Sur. Siendo
imprescindible destruirlas antes de iniciar la precitada campaña, el general
Arenales comisionó al teniente coronel Rojas ir con 250 hombres en su busca y
obligarlas a combatir. Brillantemente cumple su cometido. El 14 de octubre de
1820, ordenó un ataque fulminante en la plaza de Nasca, utilizando sólo su
caballería de 110 jinetes por mantener la sorpresa en el ataque. Derrota
totalmente a los 750 jinetes realistas, que fueron cogidos inopinadamente, desarmados
algunos, descabalgados otros y sin jefes.
Mientras éstos huían, la desesperada defensa organizada por los soldados realistas era desbaratada por los dos escuadrones de 40 jinetes, mandados por los capitanes, el argentino Juan Lavalle y el francés Federico Brandsen; mientras el patriota paraguayo teniente Juan Vicente Suárez, con su escuadrón de 30 jinetes, impedía con disparos y arma blanca la fuga de los despavoridos realistas por el camino Sur, en la ruta hacia Arequipa. Dos días después, 16 de octubre, el teniente coronel Manuel Rojas hizo jurar solemnemente la Independencia al pueblo de Nasca.
Posteriormente, en plena Primera Campaña de la Sierra, el 22 de noviembre, en Tarma, derrotó a los realistas y tomó prisionero al jefe español, coronel Montenegro. En la batalla de Cerro, mandó la reserva del general Arenales, recibiendo la medalla de oro acordada por el General San Martín.
El 22 de diciembre de 1821 fue promovido al Coronel por el protector José de
San Martín, y el 12 de enero de 1822 le acordó la “Orden del Sol”.
Después de las victorias de Riobamba y Pichincha, el general Simón Bolívar
ingresó a Quito el 16 de junio de 1822, y a Guayaquil el 11 del mes siguiente.
Dos días después, por medio de la fuerza, derribó a la junta de gobierno
guayaquileña y puso bajo la protección de Colombia a aquel pueblo. Fueron por
estos días que el coronel Manuel Rojas tuvo un par de desavenencias con el
libertador Bolívar en sendos banquetes.
El 23 de julio de 1822 abordaron en Guayaquil la Fragata Protector (antes
Prueba), el coronel Rojas y todos los oficiales argentinos, peruanos y
chilenos. Al día siguiente zarpan hacia El Callao, junto a la fragata Venganza
y la corbeta Alejandro, conduciendo además a los componentes de la junta de
gobierno guayaquileña y a otros ilustres guayaquileños que se exiliaron al
Perú. Pocos días después, se realiza la entrevista en Guayaquil entre el
general San Martín y el general Bolívar, sobre la que el coronel Manuel Rojas
escribió:
“Tres días después se separaron estos dos grandes personajes y desde entonces
es creíble que S. E. el General San Martín, conociese que era inevitable una
guerra escandalosa entre ambos Estados poderosos del Perú y Colombia, sino
abandonaba el campo de la gloria al genio esplendor de Bolívar, ambicioso el
más famoso de cuantos han figurado en los Estados libres de América”
Y, detallando el regreso del general San martín y su renuncia al mandato
supremo, escribió:
“Así concluyó su carrera política y militar el ilustre héroe de Chacabuco y
Maipú, reconquistador de la Independencia de Chile y el fundador de la libertad
en el Perú, el gran San Martín, que tuvo el arrojo de surcar el Pacífico con
sólo cuatro mil valientes, desembarcar en sus costas y tomar la capital de Lima
y las fortalezas de El Callao, con la rendición de toda su respetable escuadra,
cuando los ejércitos españoles contaban con más de veinte mil soldados
aguerridos.
Convencido el soberano Congreso de la resolución firme del señor
general San Martín de no admitir la dirección de los negocios públicos, ni el
mando de sus ejércitos de mar y tierra no fue invitado de nuevo, procedió a
nombrar un Suprema Junta Gubernativa, recayendo su presidencia por aclamación
de aquel cuerpo, en la benemérita persona del señor general don José de La Mar,
que a instancias reiteradas de todos los diputados hizo el sacrificio de
admitir”.
A su retorno a Lima, en agosto de 1822, el Coronel Manuel Rojas fue nombrado
gobernador militar y político de Piura, donde permaneció seis meses. Allí formó
y disciplinó el Regimiento Nº 4 del Perú, pasando después a comandar la
fortaleza de El Callao. Ocupaba dicho puesto cuando el 26 de febrero de 1822 se
produjo en Lima el motín militar que nombró el mismo día presidente del Perú a
José de la Riva Agüero.
Escribe en sus memorias, el Coronel Rojas que, en el mismo momento que Riva Agüero recibía el mando, el General Juan Antonio Álvarez de Arenales se embarcaba hacia Chile, “para no ser confundido jamás con los amotinados, ni aún como simple espectador de aquel atentado”. Pocos días después lo seguían otros jefes y oficiales chilenos y argentinos, entre ellos el propio Coronel Manuel Rojas.
Llegó a Buenos Aires el 1 de enero de 1824 y, cuando en julio de 1825 fue
inminente la guerra con el Imperio del Brasil, fue nombrado jefe de estado
mayor general del Ejército de Observación, que estaba compuesto por oficiales
del Ejército de Los Andes recién llegados de Lima. Al término de ese conflicto,
el Coronel Rojas se integró al pronunciamiento del general Juan Lavalle,
encontrándose en el combate de Navarro, en diciembre de 1828.
El tratado que dio término a ese conflicto, la situación caótica creada en el país y su delicada salud por una afección al pecho, determinaron que el coronel Rojas solicitara, en agosto de 1829, su retiro del servicio activo. La situación crítica por la que pasaba, además por atender la subsistencia de su anciana madre, le obligaron a desempeñar diversas ocupaciones.
Se reintegró al Ejército en 1833, para ser dado de baja en 1835. A fines del año 1840 emigró a Uruguay, trabajando para agenciarse de recursos, pero sin empuñar las armas contra el dictador Rosas.
Retornó a Buenos Aires en marzo de 1850, reintegrándose una vez más al servicio activo en marzo de 1852. Fue nombrado miembro del Tribunal Militar y más tarde se le ofreció el Ministerio de Guerra, que declinó “porque no se encontraba con salud y aptitudes para desempeñarlo”.
El coronel Manuel Rojas Argerich falleció ejerciendo el cargo de Inspector y
Comandante General de Armas, en Buenos Aires, el 26 de mayo de 1855.
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