Priorato General de Argentina
La Caballería: la Fuerza Armada al servicio de la
Verdad desarmada. Por por el R.P. Alfredo Sáenz, S.J.
Verdad desarmada. Por por el R.P. Alfredo Sáenz, S.J.
Es el mismo Cristo Nuestro Señor, ya en la plenitud del
Nuevo Testamento, el que anuncia una vez y para siempre, que
no ha venido al mundo a traer la paz, sino la espada (Mt. 10,34).
James Foley fue capturado en Libia en 2011
y tras su liberación escribió una carta a la Universidad Católica
Jesuita de Marquette en Milwaukee a la que había asistido, donde explicó la
importancia de la oración durante su cautiverio.
El periodista estadounidense James Foley, decapitado por los
yihadistas, había sido prisionero en 2011 de las fuerzas filogobernativas
libias. Detenido en Trípoli, fue liberado tras 45 días de cárcel, decidiendo
escribir después una carta para la revista de la universidad católica Marquette
de Milwaukee, que él había frecuentado.
Nacido en una familia católica de Boston, Foley relató: «Mis
colegas y yo fuimos capturados y detenidos en un centro militar de Trípoli».
Cada día, explicaba el periodista, «aumentaba la preocupación por el hecho de
que nuestras madres podían estar aterrorizadas». Y aunque «no había admitido
plenamente a mí mismo que mi madre podía saber lo que me había sucedido», Foley
repetía a una colega que «mi madre tiene una gran fe» y que «yo rezaba para
ella que supiera que yo estaba bien. Rezaba para que pudiera comunicarme con
ella».
El periodista relató el momento cuando «empecé a rezar el
rosario», porque «era como habrían rezado mi madre y mi abuela (…). Clare (una
colega, ndr) y yo empezamos a rezar en voz alta. Me consolaba confesar mi
debilidad y mi esperanza a la vez y conversar con Dios más que estar solo en
silencio».
Los periodistas fueron trasladados a otra prisión donde se
encontraban los prisioneros políticos «que me acogieron y me trataron bien».
Dieciocho días después sucedió algo que Foley no supo explicarse; los guardias
le sacaron de la celda y le llevaron al despacho del alcaide «donde un hombre
distinguido y bien vestido me dijo: “Pensamos que tal vez desearías llamar a tu
familia”. Dije una oración y marqué el número». La línea funcionaba y la madre
del periodista respondió: «Mamá, mamá, soy yo, Jim», dijo el joven. «Aún estoy
en Libia, mamá. Siento esto. Perdóname».
La madre, incrédula, respondió a su hijo que no debía sentirlo y le preguntó cómo estaba: «Le dije que me alimentaba, que tenía la mejor cama y que me trataban como a un huésped». Foley añadió: «He rezado para que supieras que estaba bien. ¿Has percibido mis oraciones?». La madre respondió: «Jimmy, muchas personas están rezando por ti. Todos tus amigos: Donnie, Michael Joyce, Dan Hanrahan, Suree, Tom Durkin, Sarah Fang, que ha llamado. Tu hermano Michael te quiere mucho». Después un guardia hizo un gesto y el joven tuvo que saludar a su madre.
La madre, incrédula, respondió a su hijo que no debía sentirlo y le preguntó cómo estaba: «Le dije que me alimentaba, que tenía la mejor cama y que me trataban como a un huésped». Foley añadió: «He rezado para que supieras que estaba bien. ¿Has percibido mis oraciones?». La madre respondió: «Jimmy, muchas personas están rezando por ti. Todos tus amigos: Donnie, Michael Joyce, Dan Hanrahan, Suree, Tom Durkin, Sarah Fang, que ha llamado. Tu hermano Michael te quiere mucho». Después un guardia hizo un gesto y el joven tuvo que saludar a su madre.
«Repetí esta llamada en mi cabeza cientos de veces, la voz de mi
madre, los nombres de mis amigos, su conocimiento de la situación, su absoluta
certeza en el poder de la oración. Me dijo que mis amigos se habían reunido
para hacer todo lo que estaba en su mano para ayudar. Sabía que no estaba
solo».
Por último
concluye: «En mi última noche en Trípoli me pude conectar a internet después de
44 días y conseguí escuchar un discurso de Tom Durkin por mi (…). En una
iglesia llena de amigos, alumnos, sacerdotes, estudiantes y docentes vi el
mejor discurso que un hermano podía hacerle a otro (…). Era solo una muestra de
los esfuerzos y de las oraciones de tantas personas. La oración ha sido el
pegamento que ha permitido mi libertad, una libertad interior antes y después
del milagro de haber sido liberado».
Publicó la OCSSPSIL
La Orden de los Caballeros de Su Santidad el Papa "San Ignacio de Loyola", es jesuita laica, bajo la Bendición del General de la Compañía de Jesús, Padre Adolfo Nicolás, Coadjutores Jesuitas Temporales en la obra de Dios y de la "Societas Jesu" en la misión de Cristo, en obras inspiradas en el desarrollo, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos el cuidado del medio ambiente y en la espiritualidad ignaciana, sean o no sus dignatarios de la Compañía de Jesús) click..
Quiénes somos
Los Caballeros de la Orden , soldados de Dios, somos jesuitas laicos, hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios. Herederos de Misioneros y educadores, viajeros y descubridores, cartógrafos y geógrafos, hombres de teología y espada, de ciencia y espiritualidad, conspiradores políticos o pacificadores, los jesuitas han sido, desde la fundación de la Compañía de Jesús una de las órdenes religiosas más importantes y controvertidas de la cristiandad; efectivamente, un grupo muy influyente a nivel mundial.
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