La Orden de los Caballeros de Su Santidad el Papa "San Ignacio de Loyola", es jesuita laica, bajo la Bendición del General de la Compañía de Jesús, Padre Adolfo Nicolás, colaboradores en la obra de Dios y de los Jesuitas en la misión de Cristo, en obras inspiradas en el desarrollo, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos , el cuidado del medio ambiente y en la espiritualidad ignaciana, sean o no sus dignatarios de la Compañía de Jesús) click..
Quiénes somos
Los Caballeros de la Orden , soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.
(dijo Lord Maculay)
Bandera de las Américas, adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana de
Montevideo el 13 de diciembre de 1933
Desde los anales de la política internacional,
académicos, analistas y comentaristas han comparado el orden mundial de un
determinado momento histórico con una estructura arquitectónica diseñada por
una potencia líder que actúa como garante de su estabilidad. En términos bien
simples de comprender esto ha sido así por siempre.
Históricamente fueron varias las potencias líderes que han
desempeñado ese papel: asirios, babilonios, persas, macedonios y romanos en el
mundo antiguo y, en tiempos más recientes: Inglaterra. Después de la Segunda Guerra
Mundial, EE.UU. asumió ese papel, conduciendo el diseño y la construcción de
Naciones Unidas, como lo hizo con la Sociedad de las Naciones después de la Primera Guerra
Mundial.
También
EE.UU. fue el principal facilitador de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos y el poder detrás de una amplia gama de organizaciones
internacionales, incluido el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
por no hablar de la UNESCO
y la UNICEF. Por
tanto, guste o no, en gran medida el sistema internacional se ha sustentado en
el liderazgo estadounidense y su dinero.
Este sistema, a su
vez, ha desarrollado leyes y regulaciones internacionales que proporcionan el
marco para el debate sobre casi todos los temas, desde el registro de pesos y
medidas hasta las normas de navegación marítima y aérea, y más recientemente,
aeroespacial.
En las últimas siete
décadas, EE.UU. ha patrocinado o colaborado con la promulgación de más de
16.000 tratados internacionales sobre todos los temas imaginables e inherentes
a todo el globo.
El colapso del imperio
soviético, su principal rival y al mismo tiempo su socio en el orden mundial,
reforzó el papel estadounidense como garante del orden internacional. EE.UU. ha
cumplido esa misión en numerosas ocasiones por medio de esfuerzos diplomáticos
o mediante su poder económico y cultural con la finalidad de generar
estabilidad. Esos esfuerzos incluyen el Plan Marshall y el establecimiento de
sistemas democráticos en Alemania Occidental, Italia y Japón. A menudo, como en
la crisis de Suez, el compromiso diplomático estadounidense fue suficiente para
contener una crisis.
Una
década antes de Suez, los EE.UU. habían utilizado su influencia diplomática
para detener a Stalin en su deseo de invadir Grecia y ocupar la región noroeste
de Irán. En algunos casos, por ejemplo, como cuando los EE.UU. lideraron
los esfuerzos por romper el cerco soviético de Berlín, el poder estadounidense
logró su objetivo sin disparar una bala. Y hasta cumplió con los comunistas cuando
no intervino a favor de los disidentes y opositores en las revueltas de
Polonia, Hungría y Checoslovaquia a causa de las concesiones otorgadas a Moscú
bajo los acuerdos de Yalta.
Sin embargo, cuando
fue necesario, EE.UU. hizo uso de la fuerza militar para proteger el orden
mundial. Por ejemplo en la península de Corea, donde encabezó una fuerza
enviada por la ONU
para impedir a los chinos la anexión de Corea del Sur al feudo comunista Norte
de Kim Sung-II. Marines norteamericanos intervinieron en decenas de lugares,
como Jordania y Líbano. Más recientemente, hemos sido testigos de
intervenciones estadounidenses en Granada, Panamá, Kuwait, Afganistán e Irak.
Nos agrade o no, no sería exagerado hablar de un orden mundial
‘hecho por los EE.UU.’ Pero, ¿qué sucede cuando el principal garante de un
orden mundial existente decide abdicar?
Esto fue lo que
ocurrió después de la
Primera Guerra Mundial y el desplome del orden mundial llevó
a décadas de caos, guerras regionales, numerosos crímenes y limpieza étnica de
parte de potencias coloniales y finalmente llevo a la Segunda Guerra
Mundial. El hecho de que el mundo en ese momento no era tan ‘globalizado’ como
lo es hoy, ayudó a limitar los efectos de las diversas crisis, pero no las
evitó.
Un segundo período de
abdicación estadounidense se produjo en la década de 1970, durante la
presidencia de Jimmy Carter. La explotación de la ingenuidad de Carter por
parte de los opositores al orden mundial dio lugar a cruentas revoluciones para
socavarlo.
Los desastres mundiales
que sucedieron mientras Carter estaba en la Casa Blanca son
demasiados para enumerarlos en su totalidad. Éstos incluyeron una dramática
expansión de la influencia soviética en África, la aparición de regímenes
sanguinarios como en Etiopía, la decisión del régimen del Apartheid de privar a
millones de sudafricanos negros de la ciudadanía, el genocidio organizado por
el Khmer Rouge en Camboya, la anexión de parte del territorio de Vietnam por
parte de China, la proliferación de guerrillas estalinistas respaldadas por
Cuba en Centro y Sudamérica, la primera crisis del petróleo, la toma del poder
de Khomeini en Irán, el ataque terrorista a La Meca , la invasión soviética de Afganistán y la
decisión de la India
y Pakistán de desarrollar arsenales nucleares.
Pero sin duda que la
debilidad de EE.UU. no fue la única razón detrás de esos eventos. Aunque ha
contribuido a la creación de un clima de incertidumbre en la que los opositores
del orden mundial creyeron que podían hacerle mella a la estabilidad y la paz con
absoluta impunidad.
Hace seis años, cuando
Barack Obama obtuvo la victoria en las presidenciales estadounidenses, fuimos
pocos los académicos, analistas y politólogos que manifestamos dudas y reservas
ante lo que vislumbramos que iba a ser “una versión lujosa de Jimmy Carter”.
Es difícil determinar
por qué Obama lleva adelante esta política exterior. Su doctrina “hands off”
sobre una gama de temas, desde las ambiciones rusas sobre Europa y la peligrosa
estrategia de China en el Lejano Oriente ya ha tenido impacto en el orden
mundial. Y ni siquiera he mencionado otros problemas que enfrenta en el plano
internacional, como por ejemplo el proceso de paz en Oriente Medio, las
ambiciones nucleares de Irán, la tragedia de Siria, la prolongación efectiva de
la guerra en Afganistán por su decisión de retirar a los EE.UU. de allí, y el
más reciente, el descalabro en Irak.
Hoy en día, los
triunfalistas del progresismo estadounidense mantienen silencio absoluto. Esa
es la prueba evidente con la que reconocen nuestras oportunas advertencias.
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