Los discursos de Martin Luther
King en Estados Unidos alentaron los anhelos de un pueblo que buscaba su
libertad tras una dolorosa historia de opresión. En América Latina el martirio
de los pobres y sus líderes religiosos ayudó a derribar las estructuras que
mantenían a los ricos, ricos y a los pobres, pobres. Alemania optó por
reconciliarse con su propia historia e inauguró con sus vecinos un proceso de
reconciliación que recibe hoy entre los países un reconocimiento elevado e
impensable en los años 50. En Sudáfrica, el proceso Verdad y Reconciliación
puso fin -al menos por un tiempo- a la violencia racial y echó los cimientos de
una posible vida en armonía. Estos acontecimientos han sido históricos,
sociales y profundamente espirituales, no solo para la gente implicada, sino
para el mundo en general. El maidan en Ucrania -plaza en Kiev donde se han
sucedido las demandas ciudadanas- ha sido uno de esos momentos en que los
anhelos del alma de una nación se volvieron claros como un cristal. Las fuerzas
del bien y del mal salieron de las sombras, había que optar por la vida o la
muerte, por la esperanza de recobrar la dignidad o por la desesperación de la
violencia.
Nadie perdió la calidad
espiritual durante el tiempo del maidan. No solo la Iglesia estuvo presente de
modo activo, sino también los intelectuales que citaban la Escritura para explicar
los eventos dramáticos que se iban sucediendo. Los programas televisivos más
conocidos entrevistaron a destacados líderes de la Iglesia sobre el pecado,
el castigo y el perdón. Los jesuitas en maidan escucharon confesiones e
historias de conversión de quienes redescubrían un nuevo sentido de un Dios
presente en aquella lucha.
Para nosotros jesuitas, el largo
proceso del maidan, que empezó con el Adviento y continuó durante el periodo de
Pascua, nos hizo vivir el misterio pascual en tiempo real. Continuamos
predicando, enseñando, dando retiros, trabajando con jóvenes y refugiados. Los
retiros llegaron a ser momentos extraordinarios de reflexión sobre el poder del
Evangelio para vencer el mal. Un mal que imperaba fuera por medio de
secuestros, torturas y la matanza sin sentido de inocentes. A pesar de la
violencia, la gente no renunciaba a comprometerse de manera abrumadora con un
proceso de paz en favor del establecimiento de una justicia transparente. Fue
una llamada. Recuerdo las reflexiones proféticas de un famoso historiador el
día de los Inocentes (Mt 2,16). Se veía con claridad que las líneas de combate
habían sido trazadas de tal manera que su fin no llegaría sin la muerte de inocentes.
La negativa del maidan a tomar las armas en defensa propia evocaba el silencio
de Jesús ante Pilatos y su aceptación de una sentencia injusta. La despedida de
los jóvenes de sus padres al irse resueltamente a Kiev, dando por seguro que no
iban a volver, testimoniaba una llamada que muchos aceptaron con una
extraordinaria paz y, a menudo, con gozo. Incluso en el momento de la muerte,
sus vidas hablaron de dignidad, asumiendo que alguien tenía que tomar los
pecados de la nación sobre sí para exponer y exorcizar el mal. La crucifixión
de Cristo se convirtió en inspiración para dar esperanza y tratar de comprender
una brutalidad que no tenía sentido.
Se vio como una cruel ironía que
el ejército del presidente eligiera atacar durante los días santos, días
durante los cuales pensaban sería fácil atrapar a los manifestantes. Después de
su vuelo, el presidente prometió regresar victorioso el Domingo de Pascua, pero
no fue así. Para los creyentes, todo el periodo fue una larga meditación sobre
el mal y sobre la única respuesta cristiana posible. Hubo testimonios
conmovedores de jóvenes que encontraron paz en Dios poco antes ser disparados
por francotiradores ocultos. Como en la Escritura , la principal arma del mal ha sido el
miedo. Y también como en la
Escritura , la respuesta ha sido: no temáis. Permanecieron con
una paz cierta y confianza en que al final el bien prevalecería. Y así fue.
Ahora se está librando una
segunda batalla que no es del todo inesperada. Puede ser una sorpresa para
algunos, pero la Unión
Soviética no ha muerto en la mente de muchos hombres de
poder. Los ucranianos piensan que no habrá paz hasta que este sueño no muera.
Una vez más se trata de una lucha entre luz y tinieblas; fuerzas de poder y
control contra la dignidad humana; fuerzas de mentira y manipulación contra un
anhelo trasparente por la verdad y la reconciliación. El desenlace de esta
segunda batalla está a la vista.
Para los jesuitas, como para
muchos otros, éste ha sido un tiempo para dar testimonio del poder que el
misterio pascual tiene de recrear un mundo que el pecado solamente puede
destruir.
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