viernes, 17 de enero de 2014

Los OGM en la agricultura: ¿Parte de la solución o parte del problema? Enero 15, 2014.




Quiénes somos 

Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.


Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)

La modificación genética utiliza la biotecnología moderna para cambiar los genes de un organismo, esta modificación no es posible a través de las técnicas de cultivo tradicionales, resultando en un organismo genéticamente modificado. (Fuente: CSIRO) Foto de: csiro.au

La modificación genética utiliza la biotecnología moderna para cambiar los genes de un organismo de manera no es posible a través de las técnicas de cultivo tradicionales, resultando en un organismo genéticamente modificado. (Fuente: CSIRO) Foto de: csiro.au

Jesús de Torres 

Los organismos genéticamente modificados (OGMs) se forman mediante una transferencia de información genética que no sería posible de forma natural. Esto incluye el traspaso de genes entre grupos muy alejados taxonómicamente, como bacterias y animales o vegetales y animales.

Los métodos usados son muy variados, desde vectores naturales modificados como pueden ser los virus o los plásmidos bacterianos, hasta el bombardeo de los núcleos celulares con nanopartículas de metales pesados rodeados de material genético. En todos los casos incluye un importante factor de azar en cuanto al punto del genoma receptor donde el gen va a quedar insertado. La mayoría de los cultivos OGM tienen un gen que les hace resistentes al herbicida glifosato como soja y maíz. Otros llevan un gen que convierte a la propia planta en una potente fábrica de insecticida de origen bacteriano como maíz y algodón.

Una mirada superficial puede hacer creer que esta forma de hacer no introduce novedades importantes respecto de la mejora que se viene realizando desde hace siglos en las plantas y animales domesticados. Sorprendentemente fue esta mirada superficial y no estudios más profundos lo que llevó a la creación en 1992 del llamado “principio de equivalencia sustancial” por la US Food and Drug Administration, principio que ha regido, y aún rige en casi todo el mundo, la forma de considerar los OGMs, y que impide, por ejemplo, que en USA se indique en las etiquetas de los alimentos si tienen o no OGMs. Casi desde que fue creado, el principio de equivalencia sustancial ha sido discutido1 y posteriormente descalificado por los resultados de numerosos estudios científicos:

1. Estudios en patata transgénica realizados en el instituto nutricionista más respetado en Europa2, en Escocia, concluyeron que era la propia técnica transgénica y no el gen concreto introducido el que creaba crecimientos tumorales en el tracto digestivo de ratas de laboratorio. Estos resultados acabaron también con la carrera del hasta entonces prestigioso científico que firmó el trabajo. Un estudio más reciente llevado a cabo en Committee for Research & Independent Information on Genetic Engineering (CRIIGEN) por un equipo de la Universidad de Caen en Francia estudió el efecto del maíz transgénico NK603 tolerante al glifosato obtuvo resultados similares.3

2. La contaminación de los cultivos no modificados por genes de OGMs ha sido documentada abundantemente. Entre los estudios pioneros y de mayor impacto se encuentra el realizado por la Universidad de Berkeley en California, que concluye que el 100% de las líneas nativas de maíz muestreadas en México contienen trazas de información genética de maíz OGM.4

3. La formación de super malezas resistentes a herbicidas bien sea por el excesivo uso de los mismos o por transferencia genética a través de la matriz del suelo está siendo abundantemente documentada. Entre los casos más conocidos está el de la arvense Amaranthus palmeri que se ha extendido de forma alarmante entre los cultivos de soja resistente a glifosato en el medio oeste americano.5

4. Los OGMs resistentes al glifosato estimulan el uso indiscriminado de este herbicida, tal como demuestra un reciente estudio que compara la evolución de su uso en USA y Europa central en los últimos 50 años.6 Este producto activo, que ha sido vendido como inocuo, se ha demostrado que es causa de importantes problemas en los procesos de división celular, procesos que están en la raíz de la formación de tumores cancerosos 7 así como su relación con el mal de parkinson y otros proceso neurodegenerativos.8 Los GMOs han nacido y se han desarrollado en un contexto muy concreto, el de la agricultura de altos insumos. Este tipo de agricultura tiene por si misma unas consecuencias ambientales económicas y sociológicas que no es posible desarrollar aquí y que se pueden resumir en: degeneración medioambiental por erosión y deforestación, con pérdida de la fertilidad del suelo y de los equilibrios naturales en los agrosistemas, desestructuración social por desertificación del medio agrícola, y la dependencia energética del petróleo.

Pero además, el creciente poder tecnológico y económico así como la influencia política de las empresas capaces de estos desarrollos, se ha convertido por sí mismo en un problema, condicionando el modo de hacer de los agricultores hasta niveles desconocidos con anterioridad. La defensa de la “propiedad intelectual” ha dado paso a la creación de patentes sobre los cultivos OGM, lo que tiene como consecuencia que, mediante contrato con el agricultor, se impide la resiembra de la semilla obtenida, se crea una “policía de los genes” que entra en las tierras a vigilar su cumplimiento, e incluso un sistema de denuncias entre vecinos que enrarece sobremanera el tejido social agrario.9

El enorme poder de estas corporaciones les permite influir a su favor en la creación de las normas para la comercialización de semillas así como de los sistemas de control y análisis de posibles daños colaterales. Todo ello tiene como resultado que 10 empresas controlan más del 60% de las semillas que se siembran el mundo, siendo obvio que su pretensión es el control completo sobre cada semilla que se siembre en el planeta. Este oscuro panorama descalifica la pretensión de presentarse como la clave para la lucha contra el hambre en el mundo.

La transgenia nació hace treinta años cargada de promesas y posibilidades. Desarrollos tempranos como la generación masiva y barata de insulina humana mediante la transferencia del gen correspondiente a una bacteria otorgó a la industria el beneficio de una confianza: que la aplicación de las técnicas de transgénesis solo podría traer buenas consecuencias. Esa confianza ha sido desmentida por los hechos, y en la actualidad no es difícil encontrar técnicos y científicos que ven a estas empresas y sus desarrollos como parte del problema y no de la solución.

Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en español en la Nueva Agricultura y el autor esta compartido con Ecojesuit, junto con su traducción en ingles. 

Referencias 
1. Erik Millstone, Eric Brunner, Sue Mayer. “Beyond ‘Substantial Equivalence.’” Nature 401, (7 October 1999): pp 525-526. 
2. Stanley WB Ewen, Arpad Pusztai. “Effect of Diets Containing Genetically modified potatoes expressing Galanthus nivalis lectin on rat small intestine.” Lancet 354, (16 October 1999): pp 1353-4. 
3. Gilles-Eric Séralini, Emilie Clair, Robin Mesnage, Steeve Gress, Nicolas Defarge, Manuela Malatesta, Didier Hennequin, Joël Spiroux de Vendômois. “Long term toxicity of a Roundup herbicide and a Roundup-tolerant genetically modified maize.” Food and Chemical Toxicology, Volume 50, Issue 11, (November 2012): pp 4221-4231. 
4. David Quist, Ignacio H Chapela. “Transgenic DNA introgressed into traditional maize landraces in Oaxaca, Mexico.” Nature, 414 (29 November 2001): pp 541-543.

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