lunes, 30 de diciembre de 2013

Urías, el ‘pecado’ de ser leal hasta la muerte Héroes de Dios desconocidos para nosotros.





Quiénes somos 

Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.


Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)


Cuando tenemos algún tipo de poder en nuestras manos, por muy pequeño que sea, demostramos realmente quiénes somos y de lo que somos capaces.

Era uno de los valientes del rey (2 Samuel 23:39). Había arriesgado su vida por él en innumerables ocasiones, y David sabía que había llegado al trono por la voluntad de Dios sí, pero aupado por hombres de honor como Urías. A los hombres como él no les importaba luchar contra gigantes o burlar la muerte una y otra vez al más mínimo deseo de su capitán. Capaces de renunciar a todo, incluso a sus propias familias, con tal de servir a su rey.

David agradeció a Urías su lealtad en muchas ocasiones, pero un día el rey vomitó esa misma fidelidad, porque quiso llenar su vida de veneno puro: esa maldita crueldad que nos hace querer satisfacer cualquier deseo a costa del sufrimiento de otros. Todos conocemos la historia: La pasión de David fue casi tan grande como su ego al ver a una mujer hermosa y considerarla suya, a pesar de que era la esposa de uno de sus mejores amigos, la mujer de alguien que estaba arriesgando su vida por él en esos momentos. La esposa de Urías.

Cuando tenemos algún tipo de poder en nuestras manos, por muy pequeño que sea, demostramos realmente quiénes somos y de lo que somos capaces. David no sólo tuvo relaciones sexuales con Betsabé, la mujer de Urías; sino que urdió todo un plan para esconder sus vergüenzas después de haber ganado su trofeo (Betsabé no fue para David más que un capricho).

Si el paso de quitarle lo que más amaba su amigo fue despreciable, mucho más lo fue el querer engañarlo apareciendo delante de todos (incluido su general en jefe, Joab) como alguien inteligente y listo, capaz de pasar por encima de cualquier situación y de cualquier persona, sin pagar las consecuencias. El problema fue que el plan de David no salió como pensaba: Urías era demasiado leal ¡Tenía que haberlo sabido! ¡Era su amigo y le conocía desde hacía muchos años! Urías no podía comprender cómo el rey le mandaba a dormir tranquilamente a su casa mientras todos estaban arriesgando sus vidas y el “honor” de Dios estaba en juego en medio de la batalla ¡Ni borracho quiso hacer algo malo!

Urías era un hombre de honor, leal a David de una manera extraordinaria e incondicional. No sé si sospechó que algo raro estaba pasando, porque su rey y amigo quiso engañarle una y otra vez. En cierta manera no nos importa porque su reacción y su carácter hablan por sí mismos. En un mundo en el que la lealtad no vale nada para muchos, Urías la derrochó a precio de su propia vida. Fue leal a Dios, leal a sus compañeros de batalla, leal a su rey, leal a su esposa, leal a sí mismo…

Aparentemente su honor no le valió para nada, todo lo contrario ¡le llevó a la misma muerte! Ese día, Dios “perdió” a un hombre fiel y sus compañeros lloraron a un hombre de honor. El día en el que el David le puso en primer lugar de la batalla, no sólo para que los enemigos le asesinasen, sino también para que lo hicieran mientas el ejército de Israel se retiraba y le abandonaba a su suerte (¡Todo para quedarse con su capricho personal: Betsabé!)… Ese día quien realmente se quedó solo fue el mismo rey. A partir de ese momento no volvió a tener paz en su familia: uno de sus hijos murió, otro violó a su hermanastra, un tercero mató a éste y más tarde se rebeló contra su propio padre; en fin, cuando despreciamos el honor, a quién más daño hacemos es a nosotros mismos.

Creo que no está de más abrir un pequeño paréntesis: A veces tenemos “algo” que a otro le gusta, y eso puede llegar a ser terrible: Los celos y la envidia suelen ser los peores enemigos de la amistad. No es nada difícil llorar con los que lloran, ni estar al lado de la persona que sufre; pero parece complicado que aprendamos a alegrarnos con los que triunfan y admirar a aquellos que consiguen sus sueños. Desgraciadamente muchas veces “matamos” a nuestros amigos más leales cuando no están de acuerdo con nosotros, cuando nos dicen algo que no queremos oír, o simplemente nos estorban para alcanzar nuestros fines. Cuando nos encaprichamos con algo, queremos conseguirlo caiga quien caiga, y al final, quienes terminamos cayendo somos nosotros.

Para mí lo más importante de la historia es que Dios considera a Urías un héroe. Cuando en la Biblia aparece escrita la genealogía del Señor Jesús, nos recuerda que el rey David tuvo a Salomón, literalmente, “de la de Urías Eteo” (Mateo 1:6).

¡Dios remarca no sólo su nombre, sino también su procedencia, como se hace con todos los hombres leales! ¡Cómo se presenta a las personas que admiramos! Dios quiere enseñarnos que la clave en esta historia es Urías, el hombre de honor señalado es el amigo de David ¡Ni siquiera menciona el nombre de su mujer (la madre de Salomón)! Y Dios no lo hace, porque para Él, el héroe es Urías: ¡Así es cómo Dios ve las cosas!

Es más, Urías es el único que aparece en los ascendientes del Señor Jesús, sin formar parte de su familia, porque hacía ya mucho tiempo que había muerto cuando Salomón nació. ¡Dios quiso premiar el honor de Urías no sólo en ese momento, sino que además lo dejó escrito para siempre! A Dios no le importó que Urías hubiera fallecido mucho antes de nacer Salomón, todo lo contrario: Su fidelidad es un ejemplo en los cielos y en la tierra.

Cuando Dios Padre escribió la genealogía de su Hijo, quiso que apareciese el nombre de Urías, a pesar de no haber tenido nada que ver con su familia.

Dios se sintió “feliz” de que su hijo descendiese de un hombre de honor. 

 Autor: Jaime Fernández Garrido


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