más profundos misterios de la vida ,
y sin embargo la propia dignidad de la vida
y
el mismo mundo en que vivimos
continúan amenazadas .
La Orden Militar de Caballería Ligera del Papa San Ignacio de Loyola, es jesuita laica, bajo la Bendición del General de la Compañía de Jesús, Padre Adolfo Nicolás, colaboradores en la obra de Dios y de los Jesuitas en la misión de Cristo, en obras inspiradas en el desarrollo, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos , el cuidado del medio ambiente y en la espiritualidad ignaciana, sean o no sus dignatarios de la Compañía de Jesús) click..
Quiénes somos
Los Caballeros de la Orden , soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.
(dijo Lord Maculay)
INNOVACIONES EN INVESTIGACION Y TRATAMIENTOS EN VIOLENCIA FAMILIAR, ABUSO Y MALTRATO INFANTIL.
ASPECTOS HISTORICOS
Reconociendo que las Naciones Unidas han proclamado y acordado en la Declaración Universal de Derechos Humanos que toda persona tiene por el sólo hecho de haber nacido, todos los derechos y libertades enunciados en ellos sin distinción alguna, proclamando que la infancia tiene absolutos derechos a cuidados y asistencias especiales que por su condición de niños requieren para un pleno y armónico desarrollo de sus potencialidades, posibilitadoras de resultar personas adultas hábiles, capaces y autoválidas en el marco de la sociedad en que habiten.
Convencidos que la familia, como grupo fundamental de la sociedad y medio natural para el crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, y en particular los niños, deben recibir la protección y asistencia necesarias para poder asumir plenamente sus responsabilidades dentro de su comunidad.
Considerando que el niño debe estar plenamente preparado para una vida independiente en sociedad y educado acorde a los ideales de su nación en general, y en particular, en un espíritu de paz, dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad
Teniendo presente como se indica en la Declaración de los Derechos del Niño, “el niño”, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluida la debida protección legal, tanto antes y después del nacimiento.
Reconociendo que en todos los países del mundo hay niños que viven en condiciones excepcionalmente difíciles y hasta incompatibles para la vida humana, son esos niños quienes necesitan especial consideración.
El abuso y la violencia infantil ha sido un conflicto que ha persistido desde los pueblos y civilizaciones de la antigüedad donde utilizaban a los niños, esclavos, personas de color, mujeres, para realizar sacrificios y rituales.
Sin embargo no hace tanto tiempo que la sociedad obtuvo control sobre el abuso de estas personas, desnaturalizarlas ha sido, y lo sigue siendo una ardua tarea.
A fines del Siglo XIX, en 1870, en Londres, una pareja de ancianos escuchaban diariamente el llanto desesperado y persistente de un niño vecino de 8 años de edad, cuyos padres lo castigaban despiadadamente; los vecinos preocupados por salvar la criatura consultaron a un Juez, varios médicos, aún quienes atendían pediatría, no logrando orientación ni nociones de ayuda.
Desorientados y sumamente afligidos por la persistencia de la situación se dirigieron a la Sociedad Protectora de Animales, rogándoles que mínimamente se lo ayudara acorde a las acciones que se le brindan ,desde ésa entidad, a un perro en idénticas condiciones.
Esta Sociedad se interesó en el tema, ofrecieron su colaboración para intervenir en defensa de la víctima, por cuanto no existía ley ni criterios para ampararse ante el menor.
Esto fue en el mundo el primer antecedente institucional, iniciándose una toma de conciencia perfeccionándose a través del tiempo con las diferentes especializaciones relativas a un tema tan álgido.
La atención jurídica y médica de los menores maltratados empezó a desarrollarse a fines del siglo XIX.
De manera individual, un médico francés Dr. A. Tardieux publicó en 1890 la primera monografía sobre el tema y también el médico estadounidense J.Silverman demostró con estudios radiológicos las consecuencias no visibles de los maltratos.
El primer proceso judicial que defendió a una niña por los malos tratos recibidos por adultos, en este caso, su propia madre, tuvo lugar en 1874 en E.E.U.U.
Estas labores pioneras dieron el resultado que antes del fin del siglo XIX se crearan dos sociedades pro derechos de los niños: una en Londres, otra en Nueva York.
La atención a los derechos de los menores es característica de la segunda mitad del siglo XX que es cuando se les reconoce como sujeto de derechos.
En 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño, y más tarde, en 1989, esa misma Asamblea adoptó la Convención sobre los Derechos del Niño.
Paralelamente a este interés en el status legal se fue desarrollando la correspondiente atención, comprensión, y prevención del fenómeno.
En 1962 se publicó en E.E.U.U un trabajo científico titulado “Síndrome del niño apaleado”, que incentivó de manera definitiva la atención a las víctimas de los malos tratos infantiles, incluyendo con ellos la reformulación de las medidas legislativas y la sensibilización de la opinión pública respecto del problema.
En los países europeos más desarrollados se produjo un fenómeno similar en los años siguientes, extendiéndose al resto del mundo.
No obstante en continentes: Asia y África, aún en la actualidad, resulta muy frecuente y habitual el castigo físico asociado al logro de una buena educación: por ej.: acostar los niños boca abajo y castigarlos con ramas de árboles o palmeras, ó hacerles cumplir penitencias obligándolos a arrodillarse sobre piedritas o arroz; la creencia de estas prácticas reside en el fundamento sobre una “mejor” formación como personas cuando los niños incurren en errores y/ó travesuras, lográndose de este modo personas valientes, seguras y capaces de soportar las adversidades de la vida.
Actualmente no es que haya más actitudes violentas que antes, sucede que en el pasado estaban mas ocultas. Hoy hay más posibilidades de denunciar, incluso hay más acceso a que un chico grande por ejemplo pida ayuda por teléfono, al servicio 102, que es gratuito, o bien que el niño comente su situación a vecinos, conocidos, quienes a su vez acuden en su defensa acorde a los medios y posibilidades de concretarlo.
Ninguna violencia contra los niños está justificada y toda violencia puede ser prevenida.
Todos los países pueden y deben poner fin a la violencia contra los niños, esto no significa limitarse a castigar a los agresores, sino que es necesario transformar la mentalidad de la sociedad y las condiciones económicas y sociales subyacentes ligadas a la violencia de la niñez.
MIRADA RETROSPECTIVA EN N UESTRO PAIS.
Hace 32 años el maltrato infantil era una temática poco difundida en el campo científico social.
A partir de entonces comenzó a mencionarse el maltrato físico vinculado con el descuido y manejo arbitrario que los padres o quienes cumplían sus funciones tenían en relación con sus hijos.
En el año 1974 habían aparecido algunas actualizaciones de un conocido laboratorio, donde estaba descripto el síndrome del niño maltratado como poco frecuente ó como una patología rara.
Se produjo un cambio muy grande, hoy lo vemos de manera corriente.
Debemos alertar a los profesionales, reflexionar y buscar una actitud diferente de la sociedad hacia los buenos tratos.
La violencia y el maltrato infantil constituyen un fenómeno por demás complejo. La clave para prevenirlos es establecer propuestas ó estrategias para reemplazar modalidades interactivas violentas por otras donde el diálogo sea el vehículo para resolver diferencias y dificultades.
Como un paso adelante hoy el tema tiene mayor entidad social y difusión.
No se trata de que haya más casos de chicos maltratados, en todo caso cada vez hay más reconocimiento de las situaciones de maltrato que padecen las víctimas y una mayor detección de las situaciones violentas por parte de docentes, profesionales de la salud preparados para detectarlos.
Es primordial para el tratamiento de esta enfermedad: Jerarquizar el uso de la palabra, del lenguaje, del diálogo y “no naturalizar esas conductas”, el maltrato repercute gravemente en el nivel psicológico y físico, además de las conductas violentas que tiene la sociedad en su conjunto.
El daño físico surge como uno de los más llamativos, también son graves las consecuencias en el desarrollo integral del niño, en su salud mental, sus competencias en el aprendizaje, en la inserción y adaptación al cuerpo social.
No se trata de cuestiones menores, la mayoría de estos chicos, de grandes, repiten las mismas conductas que sufrieron en su infancia, se pasa de víctimas a victimarios y así sucesivamente en una familia, de una generación a otra.
Se trata de conductas reprochables por la sociedad, por lo general se dan en la intimidad de las familias, facilitando su ocultamiento.
Es una realidad muy difícil de aceptar y tenemos expectativas sobredimensionadas en relación en relación con la capacidad que tiene la familia para cuidar y proteger a los chicos dentro de u propio seno.
En determinados sectores se visualiza como” algo que nos pasa a todos”, que puede estar vinculado con la repetición de modelos violentos ó no, pero cuyo denominador común tiene que ver con serias carencias de los padres. Es en las conductas intrafamiliares donde los niños son maltratados en mayor proporción dentro de su propio ámbito y fuera de él.
Lo peligroso está en incorporar a las conductas violentas como naturales en el manejo cotidiano, porque se termina admitiendo respuestas violentas en la búsqueda de soluciones a situaciones conflictivas.
Un modo de salvar esta dificultad sería, en un sentido general, jerarquizar la palabra como un vehículo de comunicación que permite aceptar diferencias.
*S.E. Lady María Lidia Araneo Turdó OCSSPSIL, es Licenciada en Ciencias Sociales UBA,Licenciada en Ciencias de la Educación UBA, Doctorada en "Innovaciones en el Tratamiento y la Investigación de la Violencia y el Maltrato Infantil UBA.
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