viernes, 17 de febrero de 2023

Yo Don Carlos Gustavo Lavado Ruíz y Roqué Lascano, General de la Soberana Compañía de Loyola, soy criollo hispano cristiano, militar de la Gendarmería Nacional Argentina

 BENDICIÓN DEL XXX SUPERIOR GENERAL DE LA 
CURIA GENERALIZIA DELLA  COMPAGNIA DI GEZÚ


MIEMBRO DE LA ACADEMIA LATINOAMERICANA 
DE HISTORIA MILITAR

Y

PRIMER OFICIAL DE COMUNICACIONES DE LA
GENDARMERÍA NACIONAL ARGENTINA 
DIPLOMADO EN DEFENSA NACIONAL 

El Diplomado en Defensa Nacional está capacitado para conformar equipos de trabajo abocados al análisis y resolución de problemas técnicos (obtención de datos, asesoramiento sobre áreas específicas, determinación de dimensiones a ser evaluadas, entre otros), aplicando los conocimientos y la práctica adquiridos en temas afines con el área de la Defensa (Incluye la Seguridad Interior). 

 GÜEMES DIRECTOR NACIONAL DE GENDARMERÍA PhD  


Me he atrevido también a contarles que los «pueblos originarios» —entre ellos los guajiros, los pastusos, los incas y los mapuches— estuvieron contra la independencia, y he afirmado que la responsabilidad principal de la disolución caótica y violenta del Imperio y de la fragmentación de la América española en dieciocho repúblicas impotentes recae en Fernando VII, que prefirió vivir «preso» en Europa antes que libre en América. 

La ineptitud, la malicia y la crueldad de Fernando VII cuando terminó su cautiverio y recobró el trono no dejaron a muchos españoles americanos más camino que el de la emancipación. 

No estoy de acuerdo con aquellos que acusan al gran general José de San Martín de traición y deslealtad a España, y menos aún con los que se atreven a difundir la infamia de que fue un agente inglés. 

Si la independencia de América fue una trampa británica —como de hecho lo fue—, ningún americano habría caído en ella si en el trono de España hubiera habido un rey con un poco más de inteligencia que la que poseía Fernando VII. 

Si yo hubiese vivido en aquel tiempo, no habría dudado en tomar partido por el general José Gervasio Artigas, que enel Río de la Plata luchó por la independencia y la república. 

Hubo americanos que odiaron a España, como Domingo Faustino Sarmiento, y otros que, como José Enrique Rodó, José Vasconcelos y Manuel Ugarte, aprendieron a amarla. 

España está en deuda con Hipólito Yrigoyen, que en 1917 reivindicó contra viento y marea la obra de España en América y estableció el 12 de octubre como fiesta nacional, cuando ni siquiera en España lo era. 

Juan Domingo Perón convertiría luego el hispanismo en bandera de la clase trabajadora, y su esposa, la legendaria Evita, repetiría una y mil veces en los actos con sus «descamisados» que «la leyenda negra con que la Reforma se ingenió en denigrar la empresa más grande y más noble que conocen los siglos, como fueron el descubrimiento y la conquista, solo tuvo validez en el mercado de los tontos o de los interesados. 

A nadie engañó que no quisiera ser engañado». El mismísimo Che Guevara admiró a los conquistadores y el antihispanismo del comandante Fidel Castro fue siempre un antihispanismo de compromiso. Nada separa a España de América ni a América de España salvo la mentira y la falsificación de la historia.

El enfrentamiento entre China y Estados Unidos nos va a dar una nueva oportunidad al aumentar nuestro margen de maniobra para hacer realidad la «Patria Grande» con la que soñaron Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui, Andrés Soliz Rada y mi maestro Alberto Methol Ferré, entre otros. Sin embargo, sobre nosotros los hispanoamericanos pesa una nueva amenaza que puede hacernos desperdiciar la oportunidad que nos brinda la historia. 

Las mentiras de la leyenda negra —repetidas una y mil veces hasta el hartazgo— han hecho que germine la mala hierba del fundamentalismo indigenista que, como advirtieran Vasconcelos, Ugarte y Haya de la Torre, conduce en el largo plazo a una nueva fragmentación territorial de la inconclusa nación hispanoamericana. Aseguré en la introducción que el estudio de la leyenda negra nos permitiría comprender el presente y, quizá, incluso cambiar el futuro. 

Hemos visto que, terminada la larga dictadura franquista, España no supo cómo relacionarse correctamente con Europa y los españoles cómo enfrentar su propia historia. 

Muchos de ellos, por reacción a la dictadura, comenzaron a ser negrolegendarios y, como destaca Alfonso Guerra, a usar el gentilicio «español», con su variante «españolista», como una imputación despectiva. 

Los que no pensaban así dejaron hacer o no se opusieron a los negrolegendarios con la tenacidad que la gravedad de la situación requería. 

No se daban cuenta de que la leyenda negra serviría a los nacionalistas catalanes para justificar su independencia de España, situación que llevó al país —como destaca Frigdiano Álvaro Durántez Prados— a encontrarse, «en tanto que Estado-nación, en la fase terminal de un largo proceso de deconstrucción nacional, y en un periodo de mera existencia agónica». 

Así, mientras en España se abandonaba la defensa de su pasado americano, en Hispanoamérica se producía una revigorización del fundamentalismo indigenista, que envenenaba el alma de los hispanoamericanos al presentar a España como enemiga de América, para que tirásemos por la borda todo lo que nos une, esto es, costumbres, lengua y religión. 

Es innegable que Europa tiene una pirámide poblacional funeraria y que el proletariado externo que ella misma atrae tiene, hasta ahora, un sentido de la existencia y una visión de cómo organizar la sociedad y el Estado distinta de la reinante en la sociedad de acogida. 

Ante esta circunstancia —y nada nos hace pensar que pueda modificarse—, es evidente que solo una inmigración masiva de hispanoamericanos podría realizar el milagro de que España siga siendo España. Pero para que la providencia o la suerte nos ayude es necesario que seamos capaces de ayudarla. 

En este sentido, es imprescindible terminar con el mito de la leyenda negra para que los hispanoamericanos no lleguen a España cargados de resentimiento o de odio. 

Es necesario que sepamos que el Imperio era nuestra patria, que esa patria estalló en múltiples fragmentos y que uno de esos fragmentos se llama España, otro Argentina, otro México, otro Venezuela… 

Solo así los hispanoamericanos serán recibidos por todos los españoles como verdaderos compatriotas. 

De lo contrario, habrá guetos y no integración verdadera Estimado lector, para que España siga siendo España es necesario que usted y todos los españoles europeos recuerden ahora —y nunca más vuelvan a olvidarlo— que ningún hispanoamericano —moreno, indio o criollo— es extranjero en España y que los españoles americanos sientan que ningún español europeo es extranjero en Hispanoamérica.

A.M.D.G.

D CARLOS GUSTAVO LAVADO RUÍZ ROQUÉ LASCANO 
 SOBERNA COMPAÑÍA DE LOYOLA
FUNDADOR 1ER GENERAL


Soberana Compañia de Loyola
Cuerpo Socorro Argentino
cuartelmaestre@gmail.com
ordendeloyola@gmail.com 

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