Excepto los salteños, que conocen muy bien a su máximo héroe, el general Güemes, la mayoría de los argentinos tiene una vaga imagen de él. Un general que, con un puñado de gauchos valientes, defendió la frontera norte durante la guerra de la Independencia.
No
eran unos gauchos tipo montoneras, sino un verdadero ejército formado por la
caballería de línea, con el Regimiento de Infernales y el Escuadrón de Granaderos
a Caballo, y la caballería gaucha que, según la zona, estaba conformada por 2 a
5 escuadrones a lo largo y ancho de Salta y Jujuy. Un ejército que había tomado
de la experiencia que le transfirió San Martín la disciplina y el espíritu de
cuerpo, pero adaptados al terreno y a un tipo de lucha particular.
Pocos
conocen la estrecha relación que tuvo con el general San Martín y el papel que
le tocó jugar en su Plan Continental.
En el
tiempo que estuvieron juntos, mientras era comandante del Ejército del Norte,
San Martín le transfirió mucha de su experiencia profesional y de la guerra de
guerrillas que había adquirido en España durante la invasión napoleónica.
A pesar de que San Martín conocía a sus oficiales y los había de gran experiencia, puso los ojos en Güemes para el plan continental que estaba ideando en ese entonces.
Dos
misiones le dio a Güemes. La primera, que impidiera cualquier invasión mientras
él preparaba el Ejército de los Andes; cruzara la cordillera y le diera la
independencia a Chile; a lo que el general salteño le respondió: “Mi general,
de Salta no pasarán”, promesa que cumplió, deteniendo la principal invasión de
las cuatro que tuvo que soportar con posterioridad.
Era
la invasión del mariscal De la Serna, que se inició en diciembre de 1816,
conformada por 6000 hombres con unidades experimentadas en la guerra
napoleónica y que tenía como objetivo impedir el cruce de los Andes del
ejército de San Martín y posteriormente marchar sobre Buenos Aires a tomar el
último bastión de Sudamérica aún en manos patriotas.
La
otra misión que le dio era para la segunda parte del plan continental. Debía
atacar hacia Lima con su ejército, cuando San Martín desembarcara en las playas
del Perú. De esta manera, la capital del virreinato se vería amenazada desde
dos direcciones. Esta misión la comenzó a cumplir con gran esfuerzo a fines de
1820, pero quedó inconclusa a su muerte, el 17 de junio de 1821.
San
Martín, en su correspondencia, había ponderado a Güemes: “De coraje temerario,
mimetización popular y clara lucidez intelectual”.
Alguna
vez nuestro ilustre salteño, ante las dificultades que le ocasionaba a los
realistas y lo impenetrable que resultaba Salta para las distintas invasiones,
fue sobornado por el general Olañeta, quien le ofreció seguridad,
reconocimientos, títulos nobiliarios y un gran pasar económico, todo lo cual
rechazó expresándole que esa proposición era indigna de un general realista y,
más aún, que un patriota la aceptara.
Güemes,
según la mayoría de los escritores, pasó a la historia como el Defensor de la
Frontera Norte, que no es poca cosa, pero tampoco es exacta. En realidad, fue
algo más que eso.
Su
presencia en Salta, su prestigio y el respeto que le tenían sus enemigos fue lo
que disuadió cualquier intento de invasión en 1816, y esto permitió la reunión
del Congreso de Tucumán y la posterior declaración de la independencia.
Haber
detenido la invasión de De la Serna fue fundamental para el normal desarrollo
del cruce de los Andes y la consecuente recuperación de Chile por parte de las
fuerzas patriotas.
Haber
protegido el flanco del Ejército de los Andes durante toda su campaña en Chile
y posterior preparación de la campaña al Perú fue invalorable para el general
San Martín.
El 7
de junio de 1821, mientras cenaba en la casa de su hermana Macacha en la ciudad
de Salta, fue sorprendido en una emboscada y resultó herido cuando rompía el
cerco. Fue llevado por sus gauchos hasta la quebrada de la Horqueta para
preservarlo de los realistas, que, al mando del general Olañeta, habían tomado
la ciudad de Salta. Este general le mandó emisarios para ofrecerle traslado al
hospital, médicos y todo tipo de inmunidad. Agradeció el ofrecimiento, pero lo
rechazó por ser inadmisible. Un segundo emisario al día siguiente volvió a
insistir y le respondió: “Coronel, dese por despachado”.
Al
atardecer del 17 de junio, luego de 10 días de lenta agonía, dejó de existir.
Güemes murió a los 36 años, dejando a una viuda de 24 años y tres pequeños
hijos. Fue el único general de la guerra de la Independencia que murió producto
de una bala enemiga.
Tarde
llegó el reconocimiento pero se ha hecho justicia no solo por ser héroe de
nuestra independencia sino arquetipo de la América del Sur
Comentarios
al posteo a cargo de Diego Weinstein
Foto:
Gūemes y San Martín en el film “El Santo de la Espada
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