SOBERANA COMPAÑÍA DE LOYOLA
“Tcnl D José María Rojas Argerich”
Suelo escuchar historias o
recibir cartas de miembros de nuestra Soberana Compañía me hablan de distintas situaciones
Como cualquier realidad en la que existe una dimensión
comunitaria, la Soberana Compañía de LOYOLA no está exenta de desafíos relacionales, y la
llamada a crecer en una vida de intercambio, estima y fraternidad es siempre
válida y está en el corazón mismo de la identidad del Caballero y la Dama.
Como nos recuerda el evangelista Juan: «Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve». (1Jn 4,20).
Como
miembros de la Sobarana Compañía de LOYOLA, no cabe duda de que tenemos una
atención especial en Hispanoamérica, pero nuestro compromiso comienza con aquellos
que vemos y que están cerca de nosotros, especialmente nuestros hermanos y
hermanas.
El riesgo a veces es que, después de un período de alegría y de
íntima satisfacción por la elección de vida realizada, se apaguen los
sentimientos y los ideales más nobles, y se pierda el ardor espiritual más vivo
y el carisma que les dio origen; se olvidan las motivaciones que subyacen a
nuestras elecciones y a nuestra acción caritativa. ¿Pero por qué?
Me he dado cuenta a menudo de que no es una cuestión de altura de
miras, sino de celos, envidia y apreciación precipitada del otro. Estos errores
son posibles y Jesús nos advirtió contra ellos: «Porque de adentro, del corazón
humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los
homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje,
la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad» (Mc 7,21-22).
La Cuaresma es un tiempo de purificación, empezando por nuestro ser más íntimo y nuestras relaciones más cercanas.
Debemos asegurarnos de que
la vida, el compartir y la fraternidad dentro de nuestras Lugartenencias
reflejan nuestra elección de seguir a Jesús y de vivir como hombres y mujeres y
como Caballeros y Damas de la Soberana Compañái de LOYOLA.
Por ello, les invito a encomendarse, especialmente en este
importante momento de la vida de la Iglesia, a la razón, la comprensión e
incluso, cuando sea necesario, al perdón, para llegar renovados, personal y
comunitariamente, a la gran solemnidad de la Pascua.
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