martes, 8 de marzo de 2022

Soberana Compañía de Loyola: “Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera”.



Queridos hermanos, Pueblo de Dios, Querido hermano y amigo Mons. Paul Mason, Obispo Castrense del Reino Unido, Queridos Capellanes argentinos e ingleses. Celebramos esta eucaristía juntos, todos para dar gracias a Dios por estos días compartidos. 

El Papa Francisco tituló su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año: “Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera”. Diálogo entre generaciones para construir la paz 

El primer camino para conseguir la paz es el diálogo entre generaciones. El Santo Padre afirma que, en un mundo todavía atenazado por las garras de la pandemia, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones. Y recuerda que, todo diálogo sincero, aunque no esté exento de una dialéctica justa y positiva, requiere siempre una confianza básica entre los interlocutores. Por eso, debemos recuperar esta confianza mutua. Además, el Pontífice recuerda que, dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos. Fomentar todo esto entre las generaciones significa labrar la dura y estéril tierra del conflicto y la exclusión para cultivar allí las semillas de una paz duradera y compartida. 

Los grandes retos sociales y los procesos de construcción de la paz no pueden prescindir del diálogo entre los depositarios de la memoria ―los mayores― y los continuadores de la historia ―los jóvenes―; tampoco pueden prescindir de la voluntad de cada uno de nosotros de dar cabida al otro, de no pretender ocupar todo el escenario persiguiendo los propios intereses inmediatos como si no hubiera pasado ni futuro. Si sabemos practicar este diálogo intergeneracional en medio de las dificultades, «podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas. 

Ciertamente como Obispo católico, pero estoy seguro de que expresa el sentir de muchos aquí presentes, además de agradecer la figura del Papa de nuestro tiempo, testimonio de entrega y misionero de la paz, nos llena de alegría, el poder participar de estos encuentros que sirven para suscitar profecías y acompañar todo trabajo que derrame semillas de esperanza. 

Así lo hemos entendido y vivido. Los fieles laicos de la “Fe del centurión”, han tomado la iniciativa, valiente y no sin difíciles pruebas, para hacernos encontrar a ingleses y argentinos, para rezar juntos, para homenajear a los soldados y oficiales que con coraje defendían y se defendían, para los que han entregado su vida, para recordarlos y recordar a sus familias. 

Nuestros hermanos de la Fe del Centurión y los que colaboraron con ellos, han sido instrumentos para que una vez más tomemos conciencia que la paz, es un bien que debemos aspirar todos y desearla vivamente, porque en verdad “los que trabajan por la paz serán llamados hijos de Dios”. Esta es nuestra fe, esto es lo que creemos. 

Han sido instrumentos para que tomemos conciencia, una vez más que no habrá paz, sin fraternidad, justicia, libertad y amor. Han sido instrumento para recordar lo que nos trasmitió el Papa San Pablo VI, en PopulorumProgressio, en 1967: “La paz se construye cada día, se construye en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres”. Sabemos que habrá paz, sino caemos en la tentación de la intransigencia, el fanatismo o la violencia. 

Al recordar lo que pasó hace 40 años, no nos hace olvidar lo que creemos y esperamos, pero nos hace pensar en los caminos que construyen a futuro un mundo donde el diálogo y el respeto sea lo primero, y el valor que nos rige y marca caminos,y esto supone estar dispuestos hasta la entrega de la propia vida. También en nuestro tiempo, en el mundo y en nuestra propia Patria, tenemos que querer transitar caminos de justicia y de verdad si queremos consolidar una paz duradera. 

Cerramos estos días históricos desde la sencillez, que también sin duda, es “semilla de Evangelio” en esta Iglesia de Luján, nuestra Casa, la Casa de todos, porque es la Casa de la Madre. Muchos sentimientos nos evoca María, ella estuvo, ella está y siempre estará acompañando a cada uno de sus hijos, a cada hombre y mujer que miran y confían en Dios. 

Confieso que me sorprende gratamente que la Providencia haya querido que proclamemos estas lecturas, que nos habla del amor al hermano, del amor a todos, sin límites. Y el Evangelio del Juicio, que no deja de impresionarnos, es Jesús, a quien atendemos, visitamos, acogemos, alimentamos, vestimos y honramos. Tenemos que entender que lo que nos salva o condena, es el amor o el desamor. Los discípulos de Jesús, debemos optar por el amor, y como El, entonces estamos llamados a Amar siempre y a todos, y como dice nuestro Papa “a primerar en el amor”. 

Es el prójimo, (que es quien tiene necesidad de mi o espera de mí), el camino para conocer y amar a Dios. Que María, nuestra Madre, nos ayude a vivir este tiempo de conversión, a los que gobiernan las Naciones, a los que vivimos en ellas, que a todos nosotros hombres y mujeres el Señor nos sostenga y ayude para vivir con criterios exigentes y posibles del Evangelio de Jesús.

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