viernes, 23 de diciembre de 2016

Principios generales del identitarismo criollo. Orden caballeros de Su Santidad el Papa “San Ignacio de Loyola”.



 ORDEN CABALLEROS DE
 "SAN IGNACIO DE LOYOLA" 


Bandera de la Hispanidad en las Américas,
adoptada como símbolo de las Américas
 por la séptima conferencia internacional 
Americana de Montevideo el 13 de diciembre de 1933


La identidad puede bien definirse como origen común y convicción leal de futuro; esta es el espíritu de un ser nacional, y para comprenderlo mejor es menester distinguir entre Nación, Estado y Patria, términos que en la teoría política-jurídica de los actuales Estados liberales se han equiparado al punto de usarse erradamente como sinónimos. 

El Estado es una ficción jurídica, definida como la organización jurídico-política de una población -conjunto de personas que habitan dentro de un Estado-, asentada en un territorio determinado el cual ha de crear y aplicar el derecho mediante un Poder Público Soberano en ese territorio y cuyo objeto es la consecución del bien común de la nación o naciones que habitan en ese territorio. 

El término patria hace referencia a la tierra de los padres, de la familia a la que uno pertenece. Puede ser tan grande como el territorio de un Estado Soberano o tan pequeño como una comunidad o un pueblo. Es en otras palabras, la tierra por la que una persona siente arraigo. 

Finalmente la nación es el conjunto de personas con ascendencia y origen común, con una proyección hacia el futuro en solidaridad a su identidad, respetando a las demás. 

Expuesto lo anterior, tenemos ya claridad en lo que respecta a la distinción de Nación, Estado y Patria; la primera es identidad –origen común y convicción leal de futuro-, el segundo es una ficción jurídica encargada de la creación y aplicación del derecho para la consecución del bien común en un territorio determinado; y la tercera es arraigo a un determinado lugar. 

En un Estado político pueden convivir distintas naciones, como ocurre en los Estados Americanos, en los que existen nativos –que aun entre ellos distinguen su propio ser nacional de acuerdo a la cultura nativa a la que pertenezcan-, los mestizos, los criollos, los europeos residentes en América y hasta los judíos que tienen bien presente la idea de nación aunque su pasaporte los reconozca como ciudadanos un Estado Político americano determinado. 

No se pone en tela de juicio la preservación de cada identidad nacional y el afirmar que el origen étnico/racial es una mera construcción social es negarse a sí mismos al negar su nación y lo que es aún peor, es restringir a los que son conscientes de su identidad, la posibilidad de abrazarla, amarla, vivirla y gozarla; y que cada hombre pueda gozar y vivir su identidad no solo es bueno, sino también es lo sano. No es hablar de supremacismos, es apoyar la diversidad de identidades, no la eliminación de estas para formar una masa uniforme que por falta de identidad y vínculos familiares, culturales y sociales, la población se vuelva un mero grupo de seres que existen sin pertenecer y cuyas convicciones no van más allá de las individuales; existencia vacía. 

Actualmente, a la mujer y al hombre blanco europeo o eurodescenciente se le restringe el orgullo a su identidad, mientras que a las demás identidades se les aplaude su identitarismo, el Criollo, el blanco de Hispanoamérica debe comenzar a identificar y re-conocer su identidad, para amarla, para abrazarla, para defenderla y preservarla, pues mayor que los bienes materiales es la herencia identitaria depositada en cada individuo como testimonio de las hazañas de sus ascendientes, latentes en su espíritu y que en conjunto dan vida y forma al alma de su nación. 

La identidad criolla se fundamenta en determinados principios generales que son fuente de una forma específica de concebir e interpretar al mundo, dando vida a un ser colectivo con personalidad, vida y alma propia, latente en cada uno de los individuos que a esta pertenecen, que conociendo su origen común tienen para sí y los suyos una convicción de futuro firme y definida. 

Estos principios generales del identitarismo criollo son cuatro y son todos interdependientes e indivisibles puedes todos se correlacionan y conforman la esencia de la Nación Criolla y dan vitalidad a nuestra identidad: principio de origen; principio de industriosidad; principio de tradición y principio de formación. Cada uno de estos principios es origen de otros tantos conceptos, actitudes, conductas y labores que han de ser observados por el identitario criollo y que han de estudiarse específicamente para abundar correctamente en ellos. 

Al ser menester el estudio de cada uno de estos principios en lo específico, en el presente opúsculo nos limitaremos a conocer de manera concisa pero sustanciosa cada principio, con la promesa del que suscribe de tratar cada uno de estos de forma específica y a profundidad en los siguientes días. 

Comenzaremos por señalar que cada principio corresponde a una causa conforme a la metafísica aristotélica que estudia las causas remotas del ser, es decir, la fuente y esencia de las cosas. 

Principio de origen. 
Corresponde a la causa formal del ser, por la cual conocemos la esencia del mismo, es decir aquello que hace que un ser sea tal y no otro. Así, el principio de origen se refiere al conjunto de elementos genéticos y antropológicos comunes de un conglomerado humano determinado, que presentes en los individuos de ese conglomerado trascienden de lo individual y se plasma, proyecta y perfecciona intemporalmente en el arte, en la literatura, en la arquitectura y en la cultura –entendida esta como la forma de ser del hombre en sociedad-. 

Principio de industriosidad. 
Corresponde a la causa eficiente del ser por la cual se conoce al autor. Así, el principio de industriosidad se refiere a la productividad y convicción del criollo, que deviene de su ascendencia de conquistadores y se preserva y reconoce a través de la historia de América en su labor constante en todo ámbito de lo social, agrícola, económico, político, académico, castrense, artístico, etc. 

Principio de formación. 
Corresponde a la causa material de la cosa por la cual se conoce de que está hecha. Así el principio de formación se refiere al conjunto de principios educativos, intelectuales y marciales formados dentro de la familia y fuera de ella. Principio de tradición Corresponde a la causa final del ser por el cual se conoce el objeto de su existencia. Así, el principio de tradición se refiere al conjunto de valores metafísicos que se transmiten de generación en generación, atendiendo al vocablo romano traditio o traditionis que significa entrega o transmisión y que implica religión, amor por su identidad y por los suyos, conductas familiares y sociales así como cualidades y principios ideológicos o morales por los que se guía el ser nacional. 
Primus Pilus.

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