jueves, 22 de diciembre de 2016

Olentzero, la historia del ‘Papá Noel vasco’. El personaje mitológico de origen navarro que reparte regalos el 24 de diciembre sobrevive con popularidad a su ancestral historia.



ORDEN CABALLEROS DE
 "SAN IGNACIO DE LOYOLA"



Carbonero bebedor y bonachón, gigante mítico de las montañas, noticia de la llegada del niño Jesús, castigador temible o anunciador del solsticio de invierno. La ancestral historia de Olentzero es tan variada como las formas que ha adoptado a lo largo de ella, algunas incluso antagónicas. La figura que a día de hoy desfila todos los 24 de diciembre por Euskadi y Navarra repartiendo regalos ha sobrevivido a lo largo de los siglos adaptándose a épocas y creencias. 

Olentzero, que significa “tiempo de lo bueno”, está asociado con los festejos del solsticio de invierno anteriores al cristianismo como los Saturnales romanos, que celebraban el fin del periodo más oscuro del año. Los días comienzan a alargarse y la luz triunfa sobre las tinieblas. “Es un personaje que sigue una tradición que existe en muchos pueblos con bosques, como en Baviera o el Tirol”, explica Xabier Martínez Álava, miembro de la Asociación de Amigos del Olentzero de Pamplona. 

La llegada del cristianismo a Navarra cambió su rol. Bajo la nueva fe, el personaje mitológico se convirtió en anunciador de la llegada de Jesucristo. También se asocia a la Iglesia su fisionomía obesa y la condición de borracho, en un intento de caricaturizarlo. En sus orígenes, los jóvenes del pueblo portaban un muñeco de paja que paseaban por las calles, recogiendo dinero y comida para luego hacer una merienda. “En ocasiones se quemaba, simbolizando el cierre de un ciclo, aunque no era práctica habitual”, indica Martínez Álava. 


La figura de Olentzero, sin embargo, no ha estado asociada siempre al carácter festivo. A veces se ha convertido en un personaje de terror. En el siglo XVIII se avisaba a los niños de que bajaba por la chimenea con su hoz y, a aquellos que no estuviesen dormidos, les cortaba el cuello. El proceso de cristianización de la figura también tiene su reflejo en las amenazas a adultos, quienes en sus orígenes podían correr la misma suerte si no mantenían limpias sus chimeneas. Esta norma se desvió hacia aquellos que no cumpliesen con el ayuno. 

San Nicolás y el tronco de Navidad 


“En muchos pueblos existe el tronco de navidad, que se quemaba y cuyas cenizas se guardaban durante todo el año como símbolo de purificación del pasado, una tradición relacionada también con Olentzero”, destaca Martínez Álava. Esa tradición abarcaba todos los Pirineos y consistía en encender un pesado tronco el día de Nochebuena, que debía permanecer vivo hasta Nochevieja o el día de Reyes. Sus denominaciones son muy variadas: sukilero, la tronca, el tió, la toza o la rabasa son algunas de ellas. Según la leyenda, Olentzero bajaba de las montañas el 24 de diciembre a las doce en punto para calentarse junto al tronco encendido. 

La figura del carbonero mitológico se asocia también con la celebración de San Nicolás, un festejo de los niños europeos que tenía lugar el seis de diciembre y en la que se repartían regalos. Los emigrantes europeos llevaron esta celebración a Estados Unidos donde en el siglo XX se fundirían las distintas imágenes dando lugar a Santa Claus. Olentzero, fiel a los designios humanos, se convirtió también en repartidor de regalos. 

Los cambios físicos y de personalidad de Olentzero son habituales en su larga tradición. Ahora es más estilizado, luce barba gris y tiene mujer, Mari Domingi, que desfila junto a él. La pipa que siempre lo acompañaba también desapareció cuando se decidió que no fumara. Lo que sí es una constante es su presencia histórica, que ha sobrevivido durante siglos. “Este personaje de la mitología vasca nunca ha desaparecido de la zona de Lesaka (Navarra), su cuna; incluso en la época franquista, en la que se intentó borrar la cultura vasca, se celebraban concursos de Olentzero”. 

El aspecto de los regalos ha influido notablemente en su popularidad, que crece por todo el País Vasco y Navarra, expandiéndose por zonas alejadas de su hábital habitual, la montaña, como la Ribera navarra o zonas de Álava y Bizkaia. “Está siendo un personaje aglutinador -explica Martínez Álava-; también hay mucho de ese papel de Papá Noel vasco pero eso sí, sin ser una pelea entre personajes: Olentzero comienza la navidad y los Reyes Magos la terminan, y a un chaval pueden traerle regalos ambos”.

FUENTE: Diario La Vanguardia

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