orden de los caballeros
de su santidad el papa
"san ignacio de loyola"
Queridos compañeros: En estas
semanas de receso de clases en el Colegio Máximo, hemos estado por Paraguay,
realizando experiencias de comunidad, trabajo y misión, y acompañando, muy
particularmente, a aquellos que fueron afectados por las inundaciones acaecidas
por el desborde del Río Paraguay. Antes de comentarles, más detenidamente,
sobre nuestras vivencias allí, nos gustaría agradecer a las comunidades jesuitas
de Resistencia, Corrientes y Santa Fe, que nos han recibido cálidamente a lo
largo de nuestro viaje.
Los días vividos en Asunción
fueron intensos y profundos, particularmente signados por la vivencia cercana
de la realidad que viven los damnificados, la cual, nos ha impresionado y
edificado mucho. La esperanza testimoniada, en medio de ambientes de
desolación, se hacía verdaderamente transparente en los rostros y en el modo
-sereno y comprometido- que la gente tenía de llevar la desoladora situación.
Nunca nos faltó el cariño expreso y el agradecimiento cálido de aquellos con
los cuales compartimos esos días.
Nuestro trabajo-misión se centró
en la Parroquia
Sagrada Familia del Barrio Tablada Nueva Asunción, conocido
popularmente como “Bañado Norte”. Allí estuvimos construyendo casas, visitando
a las familias del lugar y acompañando a grupos de niños que se reunían, todas
las mañanas, en nuestros colegios de Fe y
Como ya les adelantamos, al
llegar nos encontramos con familias asentadas en refugios temporales –y
precarios- localizados, la mayoría de ellos, en aquellas veredas en las cuales
el agua aún no había llegado. La alegría y el optimismo, sin embargo,
predominada en aquellos refugios: niños que, en su –supuesta- ingenuidad,
jugaban alegremente con sus rombos en las veredas que encontraban despejadas;
señoras que se organizaban para realizar ollas y meriendas populares; hombres
que, ante la necesidad del vecino, se ofrecían a prestar una mano cuando
hiciera falta; maestros y profesores de nuestro Colegios de Fe y Alegría que,
aún en vacaciones de invierno, donaban de su tiempo y su cariño por el puro
placer de ver mejor a sus alumnos; jesuitas entregados que socorrían, en la
medida de sus posibilidades, las necesidades materiales y espirituales de la
gente. Dios, ciertamente, se las ingeniaba para hacerse transparente en medio
de nosotros.
Nuestra presencia fue sencilla pero comprometida: ayudamos en la
construcción de viviendas, acompañamos talleres didácticos y jornadas
deportivas que se realizaban en nuestro Colegios, visitamos familias con la
intención de conversar y rezar con ellos, acompañamos grupos de oración y
prestamos, en cuanta situación se nos presentaba, nuestro oído atento y
palabras de aliento y cariño. En estos trabajos nos ha ayudado de manera muy
paciente y cercana el Pa’i Oscar Martín, a él y a los Novicios de Paraguay –con
quienes hemos establecido estrechos vínculos y hemos compartido nuestras horas
de alegría y de intenso trabajo- nuestro profundo agradecimiento y cariño.
El trabajo con los preferidos del
Señor siempre termina por enseñarnos de la vida y de cómo ser más humanos.
Aprendimos mucho de su fe y de su esperanza; mucho de su confianza en el Dios
de la vida que se las arregla, de mil modos, para consolar al triste y socorrer
al pobre. Nos ha costado dejarlos, pero nos hemos traído el cariño manifiesto y
la sonrisa agradecida de tantos que, en el contraste con el panorama, nos han
ayudado a acrecentar el deseo de gastar la vida por una causa justa y a ser
ofrenda, sencilla, para los demás.
Escriben los Estudiantes de Casa Arrupe, en San Miguel.
Alegría. El cura Párroco de la misma
es el Pa’i Ireneo Valdez SJ.
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