QUIENES SOMOS
Los Caballeros de la Orden , soldados de Dios, somos laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.
Bandera de las Américas, adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana de
Montevideo el 13 de diciembre de 1933
Extinguiéndose en el exilio
Mientras tanto,
en Europa, sobre todo en el
actual territorio italiano,
fueron extinguiéndose los jesuitas
de la antigua Provincia
de Chile. Sobresalen en ese grupo
los nombres de Juan Ignacio Molina (el abate), científico notable, y de Manuel
Lacunza y Díaz, biblista que, como el profeta Daniel, en tiempos de exilio y
cautiverio soñaba y anunciaba un apocalipsis. Hay otros nombres importantes que
podemos conocer en la invaluable obra del P. Walter Hanisch, Itinerario y
pensamiento de los jesuitas expulsos de Chile (1767-1815), editada en 1972 y
que igualmente puede leerse en la página web ya citada. De su autoría son los párrafos adjuntos, que
pueden motivar a conocer la obra completa.
Una pregunta sin respuesta
Una pregunta que muchos se hacen es por qué no volvieron los
jesuitas sobrevivientes a ingresar a la Compañía de Jesús. No creo que tenga respuesta.
Los catálogos mismos son en esto disparejos. Los seis que volvieron a España se
reincorporaron. (…) entre los que se quedaron en Roma sólo Juan Marcelo
Valdivieso figura como reincorporado, e hizo la profesión en 1818.
Una cosa queda en claro y es que amaron a la Compañía , sufrieron por
ella un destierro enorme y dolorido para morir en tierra extraña, pobres y
desconocidos.
Les queda una gloria, la cruz. Son como el grano de trigo
del evangelio. Si el grano de trigo que cae en tierra no muere no da fruto,
pero si muere da mucho fruto. Eran la misteriosa agricultura de Dios.
In: Walter Hanisch E. SJ, Itinerario y pensamiento de los
jesuitas expulsos de Chile (1767-1815), Edit. Andrés Bello, Santiago (1972), p.
168.
La oscura geografía de la muerte
El destierro y extinción de la Compañía tuvo, para los
que los sufrieron, un final melancólico. Fue una proscripción definitiva e
irreversible para casi todos los jesuitas. Aun para aquellos que volvieron a la Compañía renaciente o a
la patria, la realidad no fue muy halagüeña. Los que nada consiguieron iban
muriendo lentamente bajo la cruz, como dijo Lacunza. Sus tumbas quedaron dispersas
en una enorme extensión geográfica, sin que falten algunas ignoradas hasta hoy.
La muerte fue segando sus vidas desde 1767 hasta 1839 en los
sitios más dispares. Unos mueren en Chile desde Valparaíso hasta el Golfo de
Penas; otros, en el mar, o en los océanos, o en el río “como mar”. Lima,
Portobelo, Cartagena y Puerto de Santa María señalan la ruta con sus restos
mortales. España misma queda sembrada de sus huesos a través de muchos años de
enfermedades, prisiones, expulsiones y regresos en Cádiz, Granada, MorataIla,
Montilla, Cabra, valencia, Murcia, Madrid, Moreruela, Manresa, santa María de
Oyn y otros lugares.
Italia recibe sus despojos en ciudades y aldeas, en templos
y cementerios. En Imola, al pie de los altares, donde oraron y esperaron, en
las iglesias que visitaron tantos años, descansa gran número de ellos hasta el
día de hoy, desaparecidas sus lápidas pero no olvidado su recuerdo. Y el resto
disperso por Génova, Bolonia, Roma, Baffadi, Borgo tossignano, Castel
Madama, Castel san Pietro, Cesena, Cottignola, Ferrara, Florencia, Foligno,
Livorno, Massa Carrara, Massa Lombarda, Mordano, Peruggia, Pésaro, Pisa,
Ravena, Rímini, turín y Cerdeña. Cada
uno en el sitio en que su cansada esperanza prefirió morir a soñar.
Los territorios del imperio germánico también guardan los
restos de sus artesanos y misioneros que tuvieron a Chile como patria
espiritual. Son como los restos de un inmenso naufragio en que quedan flotando
a la deriva los tesoros y los humildes enseres hasta que los traga el mar.
Sin patria y sin idioma, sin cariño y sin su Compañía,
ancianos, pobres y enfermos, ellos y sus escritos fueron errantes hacia el
olvido y sólo en el regazo de la muerte se abrieron sus ojos a una más luminosa
esperanza.
Fuente: Revista Jesuitas Chile, # 27, julio de 2014, 5-6,
Santiago, Chile, 2014.
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