La Orden de los Caballeros de Su Santidad el Papa "San Ignacio de Loyola", es jesuita laica, bajo la Bendición del General de la Compañía de Jesús, Padre Adolfo Nicolás, Coadjutores Jesuitas Temporales en la obra de Dios y de la "Societas Jesu" en la misión de Cristo, en obras inspiradas en el desarrollo, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos el cuidado del medio ambiente y en la espiritualidad ignaciana, sean o no sus dignatarios de la Compañía de Jesús) click..
Quiénes somos
Los Caballeros de la Orden , soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.
(dijo Lord Maculay)
Bandera de las Américas, adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana de
Montevideo el 13 de diciembre de 1933
Lima, 30 de junio de 2014
Todos
hemos vivido con intensidad la
Copa Mundial de Football. Y cuando decimos todos queda
incluida Doña Trina, cuya idea de lo mundial ha cambiado con los años. Recuerdo
la historia que me contaba un compañero. Bien temprano en la mañana salió a
comprar leche para el desayuno. Por el camino se encontró con Doña Trina que le
preguntó:
-
Padre, si va a comprar leche, olvídese. Ya yo intenté en la tienda de Pedro, y
en la otra esquina y hasta en la de la avenida. En ninguna hay. ¡ Esto es
mundial !
En
estos años las dimensiones de lo mundial se han ensanchado para Doña Trina, de
los confines de su barrio hasta incluir la colección de países de todos los
continentes que participaron en la
Copa de Brasil. Lo mundial incluye ahora el arcoiris de
etnias, idiomas y culturas que ha visto desfilar estos días por la pantalla de
su televisor.
La
expansión de las distancias es uno de los síntomas de la modernidad. Está
relacionada con el desarrollo de la tecnología, que permitió atravesar
distancias a mayor velocidad, facilitando la comunicación entre las culturas, y
que desarrolló la capacidad de producción, haciendo necesario expandir las
fronteras comerciales. Las culturas entraron así en diálogo, los centros
urbanos destacaron por la pluralidad de estilos de vida, y la imaginación
creadora se desbordó ante el estímulo de la diversidad.
Hoy
las distancias han osado romper nuevas barreras. Mientras se expanden por el
universo en las navegaciones espaciales, se encogen haciendo del mundo un
pañuelo gracias a la tecnología. El espacio virtual transforma nuestra manera
de pensar las distancias. Conocemos mejor al actor de novelas extranjeras que
diariamente nos visita en nuestro hogar, que a nuestro vecino del piso de
arriba cuya puerta está perennemente cerrada.
De
pronto nuestro entorno se ha tornado mundial con la carga de interculturalidad
que esto nos impone. No sólo por la telefonía, la televisión y el internet.
También por la creciente frecuencia de viajes, de turistas o migrantes, y por
la expansión de la economía transnacional y el comercio internacional. La
interculturalidad ha dejado de ser privilegio de las clases ilustradas y las
metrópolis elegantes.
Ignacio
dio gran importancia a los espacios en su camino espiritual. Nos invita a
contemplar los espacios como si presente me hallase. La encarnación comienza
por la mirada de Dios al mundo, como una cámara satelital que pudiera hacer
zoom hasta las personas concretas del cielo, las tres divinas personas, o la
tierra, María y el ángel. En la meditación de las dos banderas nos hace caer en
la cuenta de la importancia del campo en el que me sitúo para ver el mundo y
tomar partido.
Esta
mirada capaz de acercar el horizonte, de integrar distancias, dio el ímpetu
misionero a la Compañía ,
abierto a entender las culturas desde su contexto y hacer propuestas de
incorporación de los ritos chinos y malabares, o de vestir el barroco con los
rasgos de las culturas indígenas de América.
Un
mundo cada vez más globalizado nos exige una mirada más universal. Que no
pierda la cercanía del pobre, para el que aún las distancias se recorren a pie,
pero que alcance a traspasar fronteras geográficas y culturales y situarse en
los puntos de encuentro de las nuevas culturas con las ancestrales. Una mirada
que nos permita ver el mundo más allá de los muros que la intolerancia y el
prejuicio levantan en las fronteras geográficas o culturales, abriéndonos a la
acogida y hospitalidad al otro. Una mirada que nos permita construir respuestas
que superen fronteras desde el diálogo intercultural; que nos permita construir
redes para conocer y actuar con perspectiva de integración.
Por
eso otro rasgo de la metodología del Proyecto Apostólico Común de la CPAL (PAC) es su
internacionalidad. Cada vez nuestra acción apostólica se teje entre estas redes
que traspasan las fronteras provinciales y nacionales y van armando la
fraternidad universal en nuevas formas de colaboración y diálogo. No
incorporarse en estas redes es quedar fuera de la dinámica del mundo
contemporáneo, condenarse a la exclusión, no entrar en el ágora donde hoy se
fragua el futuro.
Por
eso nuestra propia estructura tiene que romper los moldes estrechos de las
provincias y las naciones. Las redes internacionales nos ofrecen estructuras
innovadoras, flexibles, que nos permiten ver la realidad desde una mirada
global, para actuar localmente con la fuerza de una red internacional. Por eso
el PAC nos está invitando al fortalecimiento de las redes internacionales de
colaboración, solidaridad e incidencia.
Como
parte de nuestra responsabilidad apostólica y misionera nos toca evaluar cuánto
mi provincia, mi obra, mi acción se sitúa en este tejido de redes que nos
invita a globalizar el servicio de la fe y la promoción de la justicia en
diálogo cada vez más profundo con las culturas y religiones de nuestro mundo.
Jorge
Cela, S.J.
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