En el año 1973 la Academia Nacional de la Historia realizó un Congreso Regional y Nacional de Historia en Tucumán. En la oportunidad fueron presentados trabajos cuyos textos constan en las actas del Congreso y fueron publicados. En el trabajo titulado
La oposición y los emigrados en Tucumán, Ventura Murga expresa:
“La permanente amenaza realista por el norte, con sus avances y retiradas; la anarquía de la incipiente organización nacional, con estados federales que en realidad no tenían un gobierno central; caudillos patriotas que hacían lo imposible por mantener la guerra de la independencia y por gobernar con la fuerza de sus propios ejércitos, fueron los elementos principales que conformaron un cuadro desesperante en el hoy noroeste argentino, en la época que corrió de 1816 a 1821.
Pero para el general Martín Miguel de Güemes, en Salta, se agregaba algo más: la oposición a su gobierno. Una oposición que fue creciendo y hasta llegó a contar con algunos comandantes del propio caudillo. Con toda lógica podemos fijar esa definición en los residentes españoles de Salta y Jujuy –teatro de operaciones de Güemes- pero resultó que se alinearon también en la oposición prominentes vecinos criollos. Esta circunstancia, en definitiva, no hizo más que favorecer al enemigo común y finalmente acabar con la vida del jefe gaucho. Hay suficientes documentos como para descartar la posibilidad de que esos vecinos no fueran patriotas. Pero al mismo tiempo fueron decididos opositores, no solo de ideas, sino en los hechos.
La clase opositora
Conocido es el gran ascendiente que tuvo Güemes en la campaña sobre sus gauchos y en la propia ciudad con la plebe de mulatos y mestizos. Todos ellos engrosaron en forma incondicional sus huestes armadas para atacar y hostilizar al enemigo.
Los grandes hacendados se vieron de pronto con sus peones en armas y aligerados en su sumisión; los propietarios de tierras arrendadas dejaron de percibir sus rentas; los comerciantes sometidos a constantes empréstitos forzosos e impedidos de traficar por efecto de la guerra; el vecino prominente y culto obligado a soportar la inversión de las jerarquías que toda su vida le parecieron naturales. De ese modo, no sólo el español tenía que ser opositor. Paulatinamente se fue conformando el ánimo contra Güemes, en esa clase social que lo calificaba de déspota. Pero el desentendimiento no sólo era político y social. Los opositores conocieron de cerca la quiebra de sus intereses, que quizás sea la razón principal de sus enconos. Soportaron multas y confiscaciones en pago de sus conspiraciones o por su conocida militancia.
El caudillo se vio así rodeado de una rebeldía que, como dijimos, se extendió a la campaña y hasta en algunos comandantes de frontera. Afrontó con éxito abortadas conspiraciones en 1817 y 1818. A mediados del año siguiente ya tenía conocidos descontentos, como el coronel Manuel Eduardo Arias, patriota de Humahuaca. Nunca faltaban amigos fieles a Güemes que le avisaran confidencialmente los pasos que daban sus opositores.
La conspiración de 1819
A fines de 1819 la idea de la conspiración había tomado cuerpo y los comprometidos eran muchos, incluso dentro de las propias filas gauchas. Un día de diciembre, cuando Güemes se estaba bañando, entró al aposento el mulato Panana armado con un puñal para asesinarlo. Este presuntamente desarmó al traidor. “Panana fue aprehendido, engrillado y sumariado, de donde se tomó el hilo para descubrir la trama”.
Así, fácilmente se conocieron los nombres de los conjurados. Güemes, invocando motivos de servicio fue citando uno a uno, que inmediatamente quedaban detenidos. De este modo cayeron el coronel Arias, comandante de gauchos en la vanguardia de la Quebrada de Humahuaca y hombre de relevantes méritos en la causa de la independencia, y muchos otros. Arias había convencido a Fernández, Benítez y Mariano Morales. Entre los sospechosos también figuraban Valdiviezo y Belmonte, de la vanguardia.
Güemes, por un anuncio anónimo, supo que conjuraban contra él en Jujuy. Se sindicaba allí a dos hombres importantes: Pablo Soria, un rico comerciante vasco francés dedicado a la explotación minera y don Isidro Alberti, que poseía vastas tierras. Alberti fue detenido el 5 de enero de 1820 en Jujuy y trasladado el mismo día a Salta. Para esa fecha ya se encontraban todos presos y engrillados, principalmente en el campamento de Velarde. Allí también fue a parar el doctor Zuviría.
Conmutación de la pena
Para juzgar a los detenidos por la conspiración descubierta, se formó una comisión que los encontró culpables y condenó a muerte a la mayoría de ellos, Soria, Benítez, Alberti y Arias. Frente a estas sentencias, el Cabildo medió y pidió clemencia.
La conmutación consistió en multas abultadas en dinero efectivo y el destierro a Tucumán. Así los desterrados Soria, Alberti, Arias y otros llegaron a la provincia vecina para aumentar el número de salteños residentes y que antes habían emigrado para escapar de la política de Güemes. Solamente a Benítez se le confirmó la pena de muerte por ser un reincidente. No obstante, se lo envió a la frontera para ser ajusticiado, acompañado por una partida que comandaba un capitán amigo del reo. Benítez, cuando se le presentó la oportunidad propicia, escapó de sus custodios, seguramente con la complicidad de su amigo. Entonces Benítez se internó en el Alto Perú y no cejó en sus intentos subversivos.
Partidos políticos
La política de Güemes dio lugar a la formación de dos partidos. Uno denominado Patria Nueva, en contra suyo. Y en oposición a éste, el partido de la Patria Vieja. La gente del primer partido buscaba el orden a través de alguna constitución (aunque no podría decirse que Güemes no quería una constitución) y tenía inspiración liberal. Lo integraban vecinos prestigiosos y cultos, ricos hacendados, y lógicamente también los españoles residentes en Salta.
Por su parte, la Patria Vieja era un partido Güemista y conservador, que sostenía no debían cambiar las estructuras mientras durara la guerra. Güemes era su caudillo armado –dice Bernardo Frías- y el doctor José Ignacio Gorriti, su verdadero jefe dirigente.
En las filas de la oposición partidaria estaban el doctor Facundo Zuviría, doctor Juan Marcos Zorrilla, Dámaso Uriburu, los canónigos Gorriti y Manuel Marina, la familia Gurruchaga, el doctor Pedro Antonio Arias, doctor Antonio Castellanos y los anteriormente nombrados como conspiradores.
La situación en Tucumán
Bernabé Aráoz fue el principal actor de la época que estudiamos, en la provincia de
Tucumán. Había sido designado gobernador en 1814 y al año siguiente confirmada
su investidura por una gran asamblea popular. Participó activamente de la
política, apoyó decididamente el Congreso del 16 y colaboró a Belgrano con su
Ejército Auxiliar. En 1817 le sucedió en el mando el coronel Feliciano de la Mota Botello , pero
una asonada militar el 11 de noviembre de 1819 terminó con su gobierno. El
Cabildo entonces se hizo cargo de la conducción por unos días, y reunido el día
14 decidió nombrar gobernador intendente interino político y de hacienda al
coronel Aráoz, y en razón de ser el oficial de mayor graduación, le entregó
también el gobierno militar de la provincia.
A partir de entonces Bernabé Aráoz fue la autoridad indiscutida en el ámbito de su provincia. Organizó las milicias armadas y atendió la administración pública. En la sesión del Cabildo del 17 de enero de 1820, se apersonó Aráoz expresando que necesitaba disponer de fondos para las exigencias de la guerra y que por partes oficiales del gobierno de Salta sabía que el enemigo, en doble número, se proponía invadir. Aráoz señaló en esa oportunidad que todas las providencias dirigidas a la defensa y seguridad del territorio no podría llevarlas a feliz término sin el numerario solicitado. Entonces el Cabildo resolvió pasar los fondos recaudados para pagar a los diputados tucumanos, con cargo de oportuno reintegro, a los fines de la guerra.
Días después el Cabildo volvió a franquearle dinero para los mismos fines disponiendo esta vez de una partida que estaba reservada para obras del Cabildo.
En febrero Aráoz ofició al Cabildo comunicando la invitación del gobernador de Córdoba para realizar un Congreso general que organice el país. El ayuntamiento decidió aceptar la idea por considerarla de suma necesidad para salir de la acefalía pero señaló que si ocurría algo imprevisto que impida el Congreso.
En el mismo mes el Cabildo acordó llamar a elección de diputados para fijar el destino provisional de la provincia. El Congreso llegó a reunirse con tucumanos y catamarqueños, no así con representantes de Santiago, por cuanto este Estado se había segregado de la provincia. El 20 de mayo de 1820 el Congreso eligió presidente a Bernabé Aráoz, de la flamante república del Tucumán. Se sancionó una Constitución y en reemplazo del cabildo surgió la Corte Primera de Justicias. Pero esta República tuvo una vida efímera, al producirse la revolución de Abraham González el 28 de agosto de 1821, quedando éste como gobernador.
Guerra con Tucumán
Las relaciones de Aráoz con Güemes no eran buenas. Güemes lo acusaba de inacción en la causa de la independencia y de falta de cooperación en la lucha que sobrellevaba en la frontera. Por su parte, Aráoz recelaba de los salteños que podían poner en peligro la estabilidad de su gobierno, y tenía sus propias preocupaciones de organizar su República. Además, era notorio que desde 1817 Tucumán era el centro principal de residencia de los emigrados salteños. En Salta se decía que estos emigrados levantaban desde Tucumán todo tipo de infundios contra Güemes y su gobierno, buscando su desprestigio.
Güemes terminó por declarar la guerra a Tucumán. Pero unos días antes el 1 de marzo de 1821, la corte de justicia de Tucumán, sabedora de la inminente invasión de las tropas salteñas, nombró una diputación de cuatro miembros para que traten de dirimir cualesquiera motivos de desavenencia, ratificando el deseo de la provincia de cimentar la unión, amistad y paz entre ambas provincias. Esta comisión debía entrevistar a Güemes y a Alejandro Heredia que disponía a invadir Tucumán, y fue felicitada a su regreso por la corte de justicia. Pero el 13 de marzo este mismo cuerpo tomó conocimiento de la declaración de guerra hecha por Güemes.
Los primeros encuentros armados se produjeron en esos días. Las fuerzas tucumanas, paradójicamente, estaban comandadas por el coronel Manuel Arias, el otrora jefe gaucho de Güemes. Ya el 22 de marzo había prisioneros salteños en Tucumán y ese día la corte volvió a insistir con el envío de una diputación ante el general Güemes, para evitar la efusión de sangre que ya había comenzado entre hermanos.
Fuerzas salteñas invadieron Tucumán por Trancas, pero fueron definitivamente rechazadas en abril. Mientras tanto otras de Santiago del Estero y Catamarca se alzaron contra Tucumán, precipitando los acontecimientos políticos hasta que el general Abraham González puso fin a la presidencia de Aráoz en el mes de agosto”, expresa el autor.
GENERAL SOBERANA COMPAÑÍA DE LOYOLA
Cuerpo Socorro Argentino
GENERAL SOBERANA COMPAÑÍA DE LOYOLA
FUNDADOR DE LA ORDEN DE CABALLERÍA
San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.
San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.
Cuerpo Socorro Argentino
cuartelmaestre@gmail.com
ordendeloyola@gmail.com
S.E. Don Carlos Gustavo Lavado Roqué y el General Don "Martín Miguel de Güemes". i.
ISAAC3 ROQUÉ GÜEMES, b. 1846, Córdoba, Córdoba, Argentina; d. 29 de marzo 1920,
Córdoba, Córdoba, Argentina. 10. ii. ENRIQUETA ROQUÉ GÜEMES, b. 1847, Córdoba,
Córdoba, Argentina. iii. CONSTANCIA ROQUÉ GÜEMES, b. 10 1849, Córdoba, Córdoba,
Argentina; m. PABLO C BELISLE, 09 Jun 1892, Córdoba, Córdoba, Argentina;
Matrimonio: Nuestra Señora del Pilar
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