Hoy trataré
de analizar un aspecto poco indagado de la obra de Luis Alen Lascano, que es el aporte de Santiago del Estero a la
construcción de la nación, visto desde su discurso historiográfico.
Su discurso
fue construido desde el mito fundacional ya que indaga en los orígenes
hispánicos de la ‘madre de ciudades’, de la ‘noble y leal
ciudad’, que no necesita, a su juicio, revalidar sus títulos y
distinciones. En consecuencia, no interesa tanto quién es el fundador,
preocupación que le inquietaba al historiador en un primer momento. Frente a
los nuevos documentos sobre el tema, sacados a la luz en la década del 90’,
emite su veredicto: Santiago del Estero y El Barco constituyen una continuidad
histórica, una misma ciudad. Eso no le resta méritos, por el contrario, acentúa
el esfuerzo de la gesta hispánica por mantener a Santiago del
Estero en un punto nodal para el poblamiento, comunicación, comercio
y expansión hacia los cuatro puntos cardinales. En el relato queda plasmada su
preeminencia como primera ciudad fundada en territorio argentino, cuna de la
evangelización, de la educación, de la industria, sede de la primera
gobernación, del primer obispado, germen de la primera universidad.
A partir del
proceso revolucionario le interesa a Alen colocar a Santiago en un lugar de
privilegio dentro del concierto nacional, más allá de las luchas intestinas
que, en la mayoría de los casos, la hicieron permanecer en los márgenes de la
arena política, económica y social del país en construcción. Enfatiza la figura
de Juan Francisco Borges como precursor de la autonomía, aún antes del proceso
autonómico, para centrar su atención en la imagen rectora de Juan Felipe
Ibarra, gestor de la autonomía provincial, detentor de los principios
federales, aliado de Rosas. Con ‘Juan Felipe Ibarra y el federalismo
del norte’ Alen Lascano entra por la puerta grande del revisionismo histórico
argentino.
Como
contraposición a la etapa ibarrista señala la contra-cara del federalismo en la
provincia, los Taboada, liberales, aliados de Mitre, aunque supieron virar de
alianzas según las circunstancias; los contra-héroes se oponen al héroe
provincial. A pesar de su postura antiliberal en este
caso, destaca luego, hacia fines del siglo XIX y principios del XX,
las políticas liberales de Absalón Rojas y Antenor Álvarez, hombres que, desde
su perspectiva, bregaron por restablecer a la provincia su destino de grandeza
cercenado, aunque resultara nuevamente frustrado por injerencias externas,
ajenas al ámbito local.
Como radical
de ideas y militancia destacó el proceso de gestión, desarrollo y llegada al
poder del radicalismo en la provincia, sin evadir los conflictos internos y las
pujas de poder. Para Alen Lascano
fue Santiago Maradona quien pudo plasmar a nivel local las ideas yrigoyenistas,
aunque, una vez más, las iniciativas de cambio fracasaron como consecuencia del
golpe de estado de 1930.
La segunda
mitad del siglo XX está narrada sólo en treinta páginas de su voluminosa
Historia de Santiago del Estero. Quizás no pudo desprenderse de aquella
concepción tan arraigada en los historiadores de su generación, de no
incursionar en lo que hoy denominaríamos historia actual o del
presente. Posiblemente, le costaba tomar distancia de esa contemporaneidad que
había transitado desde la función pública, desde los medios de
comunicación o desde la cátedra y de su participación directa como intelectual
y ciudadano comprometido con su tiempo.
En la obra
de Alen Lascano se advierte su
preocupación por entender la conformación de la nación a partir de la afirmación
de la provincia, de allí que privilegió su pertenencia local dentro del ámbito
nacional. Contribuyó a la construcción de la santiagueñidad, que se construye
de diferentes maneras, una de ellas, destacando aquellos
santiagueños que trascendieron las fronteras de la patria chica y que
proyectaron la provincia más allá de sus límites geográficos. Sin lugar a
dudas, los comprovincianos ilustrados que se distinguieron en el ámbito de las
letras, las artes, la política, la diplomacia, contribuyeron a dar brillo y
lustre a ese ‘ser santiagueño’, enmarcado dentro de su concepción nacionalista
como parte importante del ‘ser nacional’. Entre ellos se destacan figuras
señeras que ocuparon un lugar distinguido: Di Lullo, además de su obra, por su
filiación ideológica católica y nacional, de quien se sentía su discípulo; La
Brasa como colectivo intelectual que hizo trascender las fronteras temporales y
espaciales al pensamiento santiagueño; Andrés Chazarreta que llevó el nativismo
a la escena nacional, revalorizando el folclore como síntesis de la tradición hispano-criolla-mestiza.
Quizás esas
figuras ilustres lograron vencer, en parte, las barreras que impidieron la
proyección que merecía Santiago del Estero en el ámbito nacional. En su
narración aflora siempre la dicotomía no resuelta Buenos Aires-interior. A
pesar de los despojos que sufrió la provincia, amenazada
por los intereses ‘foráneos’ que hicieron decaer las antiguas producciones
artesanales, extrajeron los bosques vírgenes nativos a través de las vías
férreas -que sesgaron pueblos de antigua raigambre-, sobre la base de la
explotación cruel en el obraje, para introducir no sólo productos manufacturas
sino ideologías y costumbres extrañas; sin embargo, pese a todo, no lograron
modificar la idiosincrasia santiagueña que se mantiene inalterable a través de
los siglos. La primera ciudad fue fagocitada por la ciudad-puerto aluvional,
por la política liberal centralista que ahogaba los federalismos provinciales y
por los intereses extranjeros, sin embargo siempre Santiago
emerge gracias al esfuerzo permanente de sus hombres y mujeres, en
pos de la búsqueda de un futuro mejor.
La identidad
y la pertenencia local están dentro del componente nacionalista que atraviesa
su obra. La identidad es básica en la reproducción cultural como productora de
subjetividades. Alen Lascano fue
protagonista y, a la vez, delineador del proceso productor de la identidad
santiagueña. Su visión muestra la dualidad integración-diferencia,
particularización-homogeneización entre la provincia y la nación, entre el
interior y Buenos Aires, como un eje dicotómico de oposición.
Su relato
identitario nace solidificado a partir de la etapa fundacional y es la
emancipación el punto de inflexión en que el proceso centralizador de Buenos
Aires acentúa, a su juicio, la etapa de despojos para Santiago del
Estero: la madre de ciudades que se desgranó en pos de brindarse a sus hijas,
las otras ciudades fundadas a su costa y esfuerzo, la del pasado glorioso,
despojada y no reconocida, la de su aporte silencioso a la construcción de la
nación, a la que se había frustrado su destino de grandeza.
Alen Lascano, con la
búsqueda de un espacio distintivo para Santiago del Estero dentro del concierto
nacional, afianzó el proceso de construcción identitaria provincial a la par
que, como historiador, reforzó su propia legitimación nacional,
alcanzando el máximo reconocimiento con su incorporación a la Academia Nacional
de la Historia.
La obra de
Alen a lo largo de su extensa producción historiográfica contribuyó a apuntalar
el panteón de los héroes locales: el obispo Trejo y Sanabria y María de la Paz
y Figueroa, por sus obras y sus raigambres criollas, Manuel Belgrano con su
ascendencia santiagueña, Borges como precursor e Ibarra como realizador y
consolidador de la autonomía provincial, los contra-héroes Taboada ejecutores
del liberalismo en el norte, Rojas, Álvarez, Maradona, por sus realizaciones, a
pesar que muchas terminaron frustradas. Del siglo XX destaca figuras como
Homero Manzi y Ramón Carrillo en otros ámbitos, de la cultura y de la salud
pública, que asentaron, aún más, la presencia nacional santiagueña.
La Historia
de Santiago del Estero de Luis Alen
Lascano contribuyó a consolidar el espacio provincial dentro de la historia
de la nación argentina. Lo nacional está imbricado con lo provincial, la
argentinidad con la santiagueñidad, se entrecruzan el foco identitario nacional
con el local. Desde la conquista hasta nuestros días la historia local fue una
historia de usurpaciones, pero, que no por ello, opacó la acción de sus hijos
que lucharon por colocarla en un lugar que la distinguiera del resto del
concierto nacional.
La visión
totalizadora de la historia santiagueña de Alen
Lascano, en la que se imbrican cuestiones políticas, sociales, económicas y
culturales, logró, acabadamente, construir una historia global de la provincia,
a través de un relato en el que se entrecruzan los acontecimientos nacionales
como catalizadores o repulsores, como condicionantes o condicionados, pero que,
sin embargo, no impidieron que la historia santiagueña cobrara, desde su
perspectiva, vida propia.
12 de octubre de 2011
Centro Cultural del Bicentenario
GRAN ABRAZO PATRICIO