La fundación de la ciudad de Ica, el
17 de junio de 1563, le valió el nombramiento de corregidor y justicia mayor de
Potosí por parte del cuarto virrey del Perú, Diego López de Zúñiga y Velasco,
conde de Nieva. El virrey sucesor, Francisco Álvarez de Toledo, lo nombró gobernador
del Tucumán en 1571. Pero por desobedecer sus órdenes al fundar la ciudad de
Córdoba el 6 de julio de 1573, sería reemplazado en el cargo en 1574 y
ejecutado por aquella razón en el mismo año.
Cabrera había sido comisionado por el
virrey del Perú para que fundara una población española en una latitud que
correspondía a la actual provincia de Salta y que tenía por finalidad poder
acceder a esas provincias en paz al contar con un poblado que disipara los
riesgos y peligros de ataques indígenas. Sin embargo, el gobernador Cabrera
desobedeció tal orden y penetró más al sur fundando la ciudad de Córdoba.
Es por esto que Gonzalo de Abreu y
Figueroa que asumió el cargo como nuevo gobernador del Tucumán desde el 13 de
marzo de 1574, advirtió que Cabrera había desobedecido las órdenes virreinales
y le inició un sumarísimo juicio, a pesar de las protestas de los vecinos. Lo
persiguió a él y también a sus amigos, subastó sus bienes a precio vil, siendo
Abreu el propio adquiriente, lo mandó apresar, y finalmente lo condenó a
muerte.
Existen dos versiones sobre su muerte: una, que Cabrera recibió el garrote junto a su propio lecho de enfermo, sin permitírsele recibir los sacramentos ni poder despedirse de su esposa e hijos.
La otra, que Cabrera, como era hidalgo, evitó ser muerto con garrote
vil, pero fue trasladado a Santiago del Estero, donde fue decapitado el 17 de
agosto de 1574.
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