María Elena Rodríguez-La Rosa CARRILLO nació en Chancay en Lima, Perú. Hija de Ricardo Rodríguez–La Rosa Bermeo y Ana María CARRILLO Mejía, tuvo desde pequeña una gran inclinación al arte.
Su abuelo paterno, Ricardo Rodríguez-La Rosa Godoy y su bisabuelo, Ricardo Rodríguez-La Rosa Villalonga, también fueron artistas, desarrollándose en pintura y fotografía. Los familiares del lado materno desarrollaron la vena artística en el campo de la Cerámica.
Realizó sus primeros estudios de arte en la década de los 80´s, y en el año 1989 realizó su primera exposición significativa. Desde entonces ha continuado exhibiendo sus trabajos en distintos países, y realizando el estudio de los temas que considera importantes para sus próximas exposiciones.
Los últimos 20 años los ha dedicado a la investigación de materiales y técnicas en el arte, así como en el campo de las culturas ancestrales y su influencia en las sociedades actuales. También es de su interés los temas relacionados con la influencia de la mitología y religión en la sociedad.
Desde el año 2000 ha vivido en varios países de Europa y Asia, lo que le ha permitido familiarizarse íntimamente con culturas únicas. Esta experiencia ha enriquecido inevitablemente su conocimiento y espíritu, lo que se transmite a través de su trabajo.
Malena ha representado a su país en varias exposiciones importantes en Perú y en el extranjero, obteniendo importante reconocimiento por su labor artística.
Además de sus intereses en los viajes y la adquisición de conocimientos de otras culturas, es una apasionada de la enseñanza, y lleva a cabo las clases en su taller, lo que le permite transmitir y compartir la amplia gama de información y habilidad que ha acumulado a través de la experiencia.
También dedica su tiempo a la ayuda social, siendo miembro de WICO (Women International Coalition Organization).
Hijo del acaudalado matrimonio
entre Juan Bautista de Baquíjano, Conde de
Vistaflorida, y María Ignacia CARRILLO de Córdoba y Garcés de
Mansilla, descendiente de conquistadores y fundadores de Lima. Siguiendo la
tradición de la nobleza, como segundogénito fue destinado por su familia a la
carrera académica. Realizó sus estudios de latinidad en el Real Colegio de San
Martín y luego ingresó al Seminario Conciliar de Santo Toribio.
Posteriormente optó grados de Bachiller en Cánones, y de Doctor en Leyes y
Cánones en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, a los trece años. Recibido de abogado
ante la Real Audiencia en 1769,
fue secretario del obispo electo del Cuzco,
Agustín de Gorrichátegui, participando en el IV Concilio Limense y
viajando en su compañía al Cuzco, aunque pronto regresó a Lima.
Nombrado asesor del Tribunal del
Consulado y del Cabildo de Lima, a poco viajó a España, a solicitar alguna posición que
estuviera de acuerdo con sus merecimientos personales y antecedentes
familiares. Sin embargo, su dispendiosa conducta y afición a los juegos de
azar, le ocasionaron recibir la orden de abandonar la corte en 1776.
De vuelta en Lima obtuvo las cátedras sanmarquinas de Instituta
en 1778 y de Vísperas de Leyes en 1780.
Como profesor de la Universidad de
San Marcos, lideró un movimiento modernizador de la enseñanza que
difundía el enciclopedismo y el concepto de la libertad de prensa. Miembro y
fundador de la Sociedad de
Amantes del País 1790, fue además uno de los
ilustres colaboradores del Mercurio Peruano, en cuyas páginas publicó
sus ideas.
Baquíjano escribió el Elogio
a Jáuregui en la Universidad de San Marcos en 1781,
discurso con el que le dio la bienvenida al virrey Agustín de Jáuregui y
en el que destaca su protesta al sistema colonial, pues sabía que el cambio era
necesario e ineludible. Sin embargo, no apoyó la ruptura con España.
En 1790, fundó, junto a fray Diego Cisneros y los miembros de la
Sociedad Filarmónica, la Sociedad de
Amantes del País, de la que fue presidente hasta 1793.
Baquíjano escribió, bajo el nombre de Cefalio, diversos artículos históricos y
económicos a través del periódico de la Sociedad, el Mercurio Peruano.
En 1792, se le concedió la Orden de Carlos III y
al año siguiente se trasladó a España por invitación de su hermano mayor, José
Agustín, conde de Vistaflorida. Durante el viaje hizo una parada en La Habana, en donde fue hecho socio de la
Sociedad Patriótica y escribió artículos. En España, fue personero de la
Universidad de San Marcos y el Cabildo ante la Corte y fue hecho alcalde
honorario del Crimen de Lima. En 1797 consiguió
el cargo de alcalde propietario del Crimen y, por intervención del ministro Gaspar Melchor
de Jovellanos, el de juez de Alzadas de los tribunales del Consulado
y Minería de Lima. Sin embargo, dos años antes, Baquíjano había pedido su
relevo como personero y tomado la decisión de regresar al Perú por haberle
llevado su afición al juego a tener pocos medios de subsistencia en la Corte y
no haber conseguido los propósitos por los que había sido enviado.
En 1799, al no poder regresar al Perú por la
guerra de España con Gran Bretaña, abandonó Madrid y se trasladó a Cádiz, ciudad asediada por los británicos, en
la que enfermó gravemente de fiebre amarilla. En 1802,
pudo regresar al Perú y en 1806 el virrey José Fernando de
Abascal lo nombró vicepresidente de la Junta Conservadora del
Fluido Vacuno y años después juez director de estudios de San Marcos y
visitador del Convictorio de
San Carlos.
En 1807 fue ascendido a oidor y
ese mismo año falleció soltero en Génova su hermano mayor, de quien heredó
el Condado de
Vistaflorida y sus mayorazgos (1809).
La herencia dejada por su hermano le permitió rehacer su fortuna y con ella se
dedicó a la filantropía y a
la protección de algunas iglesias de Lima.
En 1812, el Consejo
de Regencia de España lo nombró consejero de estado por lo que
al año siguiente partió por tercera vez a España acompañado del joven marqués de Torre
Tagle. En 1814, juró como consejero e
hizo de su casa de Madrid el centro de los americanos liberales temerosos de
las tendencias absolutistas de Fernando VII,
de cuyas represalias pudo librarse por la protección del peruano duque de
San Carlos y el mexicano Manuel de Lardizábal;
sin embargo, la caída de estos lo expuso a las iras reaccionarias y fue
confinado en Sevilla.
Finalmente falleció en 1817,
en Sevilla.
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