ORDEN CABALLEROS DE
"SAN IGNACIO DE LOYOLA"
Es de suponer que algunos niños reciban unos regalos el día, justamente, del niño.
Ellos soñaron con esos regalos, desearon esos regalos, y lo hicieron porque no los tenían. En efecto, pocos niños desean los juguetes que ya tienen, como pocos adultos desean lo que ya tienen.
Quien carece de trabajo, desea encontrar uno; lo desea casi hasta la desesperación. Por el contrario, alguien que tiene trabajo, frecuentemente no lo desea; es más, a veces hasta lo sufre, como un peso del cual en el fondo, desearía, “liberarse”.
¿Cuánta felicidad tendría un ciego si de pronto pudiera ver perfectamente?
Podemos imaginar que se trataría de una gran felicidad. Sin embargo, ¿cuánta felicidad tenemos por poder estar viendo, en este mismo momento? Muy poca, y raramente nos ponemos de verdad alegres simplemente por el hecho de poder ver.
"Está claro", diría el ciego: la felicidad parece como conjugada en potencial. Una expectativa, algo que falta; por eso se la desea, porque no está ahora.
Cuando se tiene lo que se deseaba, y peor aún, cuando se lo tiene en abundancia, ya no se lo desea, entonces ya no inspira suficiente alegría; ello se asemeja bastante a un capricho.
Si uno desea algo tanto, pero tanto, al no tenerlo, puede sentir una gran frustración, lo que Schopenhauer (filósofo alemán que vivió entre 1788 y 1860) definía como “sufrimiento”.
¿Y qué sucede cuando el deseo ya está satisfecho? Ya no hay deseo, es como el hambre cuando ya comimos: ya no hay hambre; entonces llega la etapa que el mismo Schopenhauer llamaba de “aburrimiento” o tedio.
Cuántos hay que aman a alguien que no tienen, lo aman mientras ese alguien falta. ¡Lo aman con tanta pasión! Y de pronto, cuando tienen a ese alguien, y lo tienen disponible todos los días y para siempre, entonces dejan de amarlo, comienzan a sentir tedio, llegan inclusive a desear escaparse de tal situación.
¿Cómo escapan muchos de ese pendular movimiento, de la frustración del hambre, al tedio de la saciedad?
Según Pascal (matemático, físico, filósofo y religioso francés que vivió entre 1623 y 1662), esas gentes recurren al olvido, a la distracción, a la “diversión” (entre comillas). ¡Pensemos rápido en otra cosa! Y luego en otra, y en otra, y así sucesivamente, para no pensar en nada. Ya hablamos acerca de la “anorexia cognitiva”: mejor no entender nada, no vaya a ser que pensando, tengamos que hacernos preguntas que -para colmo- podrían llevarnos a respuestas.
Damas y Caballeros: ¡Detened un momento la acción! ¡Mirad a vuestro alrededor y apreciad lo que os ha sido dado! ¡Independizáos de vuestros propios caprichos! ¿Qué esperad para valorar lo que tenéis?
Seguramente no es fácil hacerlo, pero vale la pena intentarlo, ahora mismo, antes de caer en el irónico mecanismo descripto por George Bernard Shaw, (escritor irlandés, Premio Nobel de literatura, que vivió entre 1856 y 1950), cuando decía: “Hay dos grandes catástrofes en nuestra existencia: la primera es cuando nuestros deseos no son satisfechos; la segunda, es cuando lo son”.
Estimado lector, estimada lectora:
Le sugiero que haga un pequeño esfuerzo para abrirse a la enorme y sencilla felicidad de poder ver, de poder caminar, de poder comer, de poder respirar. Mire a su alrededor, fíjese que hay también mucha gente buena.
Y si tiene a su lado a la persona que deseaba, vuelva a desearla; ámela tanto como cuando aún no había llegado a su vida y usted todavía la soñaba.