Bandera de la Hispanidad en las Américas,
adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana
de Montevideo el 13 de diciembre de 1933
La génesis de la palabra castellana "espejo" data aproximadamente del año 1220 y su origen se encuentra en el vocablo latino "speculum" (derivado del latín arcaico specere, "mirar"), que ha dado también lugar a la voz "especulación", cuyo significado es "observar" (aplicado también a la observación del cielo y los movimientos relativos de las estrellas, con la ayuda, justamente, de un espejo).
De allí -junto al término "consideración", que tiene raíz común con "sidus" y que significa "mirar el conjunto de las estrellas"- "espejo" designa operaciones de índole altamente intelectual ligadas con la trascendencia, a partir del vínculo con la contemplación del Cielo.
Más allá de ser muy utilizado como herramienta de tocador ya en las grandes civilizaciones antiguas de Egipto, Grecia, Etruria y Roma, el espejo es una superficie que refleja y, justamente por ello, es un soporte metafórico y simbólico de formidable riqueza en el orden del conocimiento.
Así es utilizado en cuentos y relatos tanto en Occidente, como en los rituales de las sociedades chinas, en la recitación de Novalis Die Lehrlinge zu Sais, en el poema de Mallarmé. En la tradición nipona, es la revelación de la verdad y por ende de la pureza. Es en la misma perspectiva que Yama, el soberano indobúdico, utiliza para el Juicio final un espejo del karma.
Los vanidosos de todos los tiempos encuentran en el espejo, el peligro latente de su propio fin, magistralmente y para siempre insinuado en la mitología griega, a través del relato de Narciso.
Nuestra época lo tiene igualmente bien presente: en Blancanieves el espejo responde a las consultas de la madrastra, en Harry Potter no muestra la propia imagen sino los propios deseos, en Alicia es la puerta de entrada para un mundo inverso, para Tolkien tiene la capacidad de mostrar el futuro, y para Oscar Wilde refleja "todas las cosas del cielo y de la tierra".
El carácter universal del espejo atraviesa todos los usos en la Historia, la Cultura y la Geografía de la Humanidad; es utilizado inclusive en las diversas formas del chamanismo -usando cristal de roca, como el utensilio empleado en Europa del siglo XIII en adelante- y hasta en los rituales de los Pigmeos de Africa.
El espejo refleja lo que es, tal cual es: la verdad, la voluntad final, el contenido del corazón y de la conciencia; todo ello en su más amplia significación, abarcando episodios -tal vez metafóricos, tal vez no- donde se lo ha utilizado para intercambiarlo, nada menos que por oro.
La verdad revelada por el espejo puede provenir de un orden superior: evocando el espejo mágico de los Ts'in, el monje budista Nichiren -que vivió en el período japonés del Kamakura (siglos XII al XIV)- lo compara al espejo búdico de Dharma, que muestra la causa de los actos pasados.
El espejo limpio, instrumento de iluminación y de claridad, es símbolo de la sabiduría y del conocimiento, mientras que el espejo cubierto por polvo representa al espíritu oscurecido por la ignorancia.
Mirar al espejo requiere coraje, ya que nadie está completamente seguro de lo que verá. Es una decisión que pertenece al ámbito del impulso vital co-creador de la manifestación y germina en la humildad de corazón.
Ello nutre naturalmente una suerte de actitud hacia la salvación -o al menos, hacia la superación- toda vez que, al acercarse a la verdad, las personas toman la mano de su propia dignidad.