viernes, 14 de agosto de 2015

17 de agosto- ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GRAL. SAN MARTÍN. Por S.E. Cab D Andrés Mendieta OCSSPSIL,miem­bro corres­pon­diente de la Aca­de­mia Nacio­nal Sanmartiniana.


 DEL CENTRO DE EGRESADOS DE LA EX 

ESCUELA NACIONAL DE GUERRA - EDENA




San Martín un grande en la Gloria y el sacrificio “Pre­di­lecto de la glo­ria, nació para la gue­rra. Tenía el numen que impro­visa la vic­to­ria, la pru­den­cia que la pre­para sabia­mente. El pue­blo hizo de Bel­grano un héroe. San Mar­tín hizo del pue­blo armado un Ejér­cito… San Mar­tín salvó la Revo­lu­ción y la con­dujo triun­fante por tres nacio­nes cuya liber­tad ase­guró, huyendo del tea­tro polí­tico sin escu­char los lla­ma­mien­tos de su ambi­ción, gozoso de haber com­ple­tado la obra mas her­mosa que se haya aco­me­tido en el Nuevo Mundo con el hie­rro y con la sangre…” 

 José Manuel Estrada 


En días más, gran parte de la tie­rra evo­cará un nuevo aniver­sa­rio de la ascen­sión a la glo­ria del aban­de­rado de la liber­tad y de la demo­cra­cia: el gene­ral don José de San Martín. 

La vida de José de San Mar­tín es el res­peto de un valor extra­or­di­na­rio. Fue un mili­tar civi­lista, esto es, un sol­dado armado al ser­vi­cio de la ciu­da­da­nía, del pue­blo por cuya eman­ci­pa­ción com­ba­tió y se sacri­ficó. Se encuen­tra desde el comienzo con los pre­cep­tos del movi­miento de Mayo de 1810 puesto que juzgó que el sis­tema implan­tado por los reyes de España y la forma de gobierno en que el poder estaba en manos de un redu­cido grupo de per­so­nas per­te­ne­cien­tes a una misma clase social, como así, a apa­sio­na­mien­tos a su ser­vi­cio, eran adver­sos al ideal que tenían los pue­blos. José de San Mar­tín llegó al Río de la Plata con el bagaje espi­ri­tual de un tur­bu­lento siglo por­tando una misión reden­tora. Cum­plida ella, se retiró de la escena polí­tica para no sal­pi­car su lim­pia tra­yec­to­ria con la menor sos­pe­cha de ambición.

Este genio moral expresa en una carta que le dirige al pre­si­dente del Perú, gene­ral Ramón Cas­ti­lla, en 1848: “En el periodo de diez años de mi carrera, en que dife­ren­tes man­dos y Esta­dos, la polí­tica que me pro­puse seguir fue inva­ria­ble en sólo dos pun­tos, y que la suerte y cir­cuns­tan­cias, más que el cálculo, favo­re­cie­ron mis miras, espe­cial­mente en la pri­mera; a saber: la de no mez­clarme en los par­ti­dos que alter­na­ti­va­mente domi­na­ron aque­lla época en Bue­nos Aires, a lo que con­tri­buyó mi ausen­cia de aque­lla capi­tal por el espa­cio de nueve años. El segundo punto, fue el de mirar a todos los esta­dos ame­ri­ca­nos que las fuer­zas a mi mando pene­tra­ron como esta­dos her­ma­nos intere­sa­dos todos en un santo y mismo fin. Con­se­cuente a este jus­tí­simo prin­ci­pio mi pri­mer paso era hacer decla­rar su inde­pen­den­cia y crear­les una fuerza mili­tar pro­pia que la asegurase”.

El desin­te­rés y la mode­ra­ción fue­ron los resor­tes pri­mor­dia­les de su con­ducta. Pudo cons­ti­tuirse en un gober­nante pode­roso pero optó por el retiro volun­ta­rio. A Tomás Guido, su amigo incon­di­cio­nal, en 1819 le dice: “Mi exis­ten­cia la sacri­fi­ca­ría antes de echar un man­cha sobre mi vida pública que se pudiera inter­pre­tar por ambi­ción”. Tam­bién a Guido, refi­rién­dose a la liber­tad, la ins­truc­ción y la con­cien­cia le expresa tiempo des­pués: “Para defen­der la liber­tad y sus dere­chos se nece­si­tan ciu­da­da­nos, no de café, sino de ins­truc­ción, de ele­va­ción de almas”.

Ante los ata­ques pro­du­ci­dos por algu­nos de sus com­pa­trio­tas con estoica sere­ni­dad, cual un filo­sofo clá­sico antes que un gue­rrero enfá­ti­ca­mente se pro­nun­ció de esta manera: “¿Mi sable? ¡No! Jamás se des­en­vai­nará en gue­rra civil. Para defen­der la causa de la inde­pen­den­cia no se nece­sita otra cosa que de un orgu­llo nacio­nal; pero para defen­der la liber­tad y sus dere­chos se nece­si­tan ciu­da­da­nos de ins­truc­ción, de ele­va­ción de almas y por con­si­guiente, capa­ces de sen­tir el intrín­seco y no arbi­tra­rio valor de los bie­nes que pro­por­ciona un gobierno repre­sen­ta­tivo”. José de San Mar­tín, el Padre de la Patria, dig­ni­ficó la con­di­ción humana, redi­miendo a indios y negros. Vic­to­rioso en el Perú y ele­gido pro­tec­tor del país her­mano en 1812, abo­cado a la deli­cada tarea de legis­lar des­pués de haber aba­tido en los cam­pos de bata­lla el pode­río del anti­guo régi­men, comenzó a poner en prác­tica, en el terreno de las rea­li­za­cio­nes la reivin­di­ca­ción de los indí­ge­nas mediante el reco­no­ci­miento de sus dere­chos de ciu­da­da­nos libres. De igual modo pro­curó la liber­tad de los escla­vos negros, empren­diendo esa obra a pesar de los múl­ti­ples intere­ses que se halla­ban liga­dos al régi­men de la escla­vi­tud esta­ble­cido durante el colo­niaje. Abo­lió ade­más, la pena de los azo­tes y la horca. Se preo­cupo por la cul­tura y creó la Biblio­teca Nacio­nal del Perú.

Una anécdota 

Cuenta la his­to­ria que el gene­ral José de San Mar­tín fue el único gene­ral que, coman­dando ejér­ci­tos en la gue­rra, llevó con­sigo su biblioteca.

Era muy afi­cio­nado a la buena lec­tura. Amaba los libros y decía que no se puede sos­te­ner ver­da­de­ra­mente la inde­pen­den­cia nacio­nal si no se cuenta con ciu­da­da­nos ilus­tra­dos para ello. Ya habían dicho en alguna opor­tu­ni­dad: “La ilus­tra­ción y fomento de las letras son las lla­ves maes­tras que abren las puer­tas de la abun­dan­cia y hacen feli­ces a los pueblos”.

Entre los libros que el Liber­ta­dor San Mar­tín trajo de Europa y fue­ron con él de Bue­nos Aires a Men­doza y de ahí a Val­pa­raíso, San­tiago y Lima se cuen­tan más de 800 volú­me­nes escri­tos en cas­te­llano, fran­cés, ingles, por­tu­gués y latín. Había obras de Mon­tes­quieu, Rous­seau, Vol­taire, Cice­rón, La Bru­yere y Madame de La Fayette. Los temas esco­gi­dos eran de lite­ra­tura, his­to­ria, filo­so­fía, arte, via­jes, mate­má­ti­cas, inge­nie­ría, geo­gra­fía, cien­cia y arte mili­tar, agri­cul­tura y gana­de­ría y diccionarios. 

Home­naje 

 De esta manera he que­rido hon­rar en el gene­ral José de San Mar­tín, al para­digma de vir­tu­des mas caras: la valen­tía, la dig­ni­dad, el desin­te­rés, el altruismo y –por sobre todo– el inso­bor­na­ble amor a la libertad. (**)Miem­bro Corres­pon­diente de la Aca­de­mia Nacio­nal Sanmartiniana Autor: Andrés Mendieta **





San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que  el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo  Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.


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