Fue un hombre especial y un conquistador superlativo. Hernán Cortés, conquistador de México, tiraba de espada con facilidad y cuando había que ponerse feroz, pues feroz que se ponía. Hombre osado, guerrero tenaz y capitán insobornable, la Historia le ha tratado como un tipo despiadado, obsesionado por el oro, poseído por unas inabarcables ansias de acumular (el orden es igual) dinero, mujeres y poder. Sin embargo, aunque el león siga siendo tan fiero como lo pintaron, su vida y su obra mexicana apuntan nuevos trazos en la biografía que de él ha realizado el historiador Christian Duverger: «Hernán Cortés. Más allá de la leyenda» (Ed. Taurus).
Duverger dibuja un hombre refinado, seductor, culto, un renacentista convencido, enfrentado al emperador Carlos V y que quiso fundar en México un nuevo país, nacido del mestizaje entre los nativos y los españoles». Creo que la manera de contar la historia de Cortés -explica Duverger- no se ha ceñido a la verdad, es una lectura satanizada de un hombre que fue mucho más complejo e interesante. Él consiguió algo realmente nuevo entonces, el mestizaje entre mexicanos y españoles para dar nacimiento a un país que es el México de hoy».
Contra la Monarquía
A los diecinueve años, Hernán Cortés ya estaba en América, en Santo Domingo. Sabía que allí estaba su destino, porque en España su familia, desde los tiempos de los Reyes Católicos, estaba enfrentada con la Monarquía, ya que en tiempos de Isabel habían tomado parte por sus contendientes, los que querían una alianza con los portugueses que ya se habían echado a los océanos y la colonización, frente a los simpatizantes de Isabel que defendían la opción de luchar contra los musulmanes en el Mediterráneo.
Ya en el Nuevo Mundo, Cortés siguió formándose como soldado y como intelectual. En 1511, participa en la conquista de Cuba y saca sus experiencias. Para él, estas conquistas en el Caribe, como explica Duverger, «han sido un desastre filosófico, humano y cultural. Él ve que hay una oposición absoluta entre el estilo vida español y el de los indígenas. En pocos años, el sistema de supervivencia de las islas desapareció y en una generación murió el noventa por ciento de la población. Cortés es testigo de este genocidio, sea o no intencionado, y en él va madurando otra idea, la del mestizaje. Hernán Cortés considera que hay que conservar las costumbres de los indios, y que la introducción del mundo europeo católico tiene que pasar por ese mestizaje». Cuenta también Duverger que en México no había tanto oro como se ha sugerido, y que nuestro conquistador por supuesto que necesitaba dinero, pero para llevar adelante sus proyectos. «Lo que realmente quería era fundar un nuevo país, no idéntico al mundo prehispánico pero que tampoco fuera una especie de clonación de España. En cuanto a sus supuestas ansias de poder, él lo necesitaba para que los otros no pudieran manejarle».
¿Fue Cortés un Satán como se ha escrito, un soñador, un idealista, un utopista? «No sé -concluye Christian Duverger- sí fue un soñador. Lo que fue, sin duda, es un hombre de su época, del Renacimiento, que fue en España un movimiento cultural tan importante como lo fue en el resto de Europa. Hernán Cortés fue un hombre imbuido de la práctica social cotidiana, alguien que quería transformar la realidad a través de un modelo intelectual y de la conceptualización del mestizaje».
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