Cuando los países naufragan,
las iras se desatan sobre los políticos: ¡que se vayan todos! Sobre ellos - con
razón y sin ella- cargan los pecados de la nación y la mayoría quiere nuevos
salvadores, críticos radicales y rotundos, que con su llegada al poder colmen
la plenitud de las necesidades y aspiraciones. Lo importante es barrer con lo
que hay, vengarnos de los traidores y prometer todo nuevo e inmaculado. Pero
-observo- la utopía sola, sin el polo realista a tierra, termina en frustración
y tiranía.
La
política trata del poder y de las posibilidades para construir la sociedad
necesaria. El buen
político, al igual que el buen médico, le habla al enfermo de la gravedad de su
enfermedad y lo acompaña y orienta en el proceso de cambio con esforzados
ejercicios de recuperación. Pero en las grandes crisis no queremos médicos,
sino mesías milagrosos; los alemanes acogieron al Hitler de la revancha y de la
promesa mesiánica del Tercer Reich. Le pasó a Venezuela con Chávez y ahora
estamos en similar encrucijada. Formas funestas de política son recibidas con
entusiasmo y pervierten el sentido político de la población.
La metamorfosis del poder.
La
política trata del poder para hacer las transformaciones necesarias prometidas.
Pero muchos políticos que llegan con deseos de servir, se enferman de poder,
convierten a los ciudadanos en siervos y hacen cualquier cosa por mantenerse.
La
política como manipulación propagandística, es un mercado donde la población demanda y
el político ofrece. Pero una vez en el poder se encuentran sin el prometido
producto político de calidad, ni la capacidad de gestión, ni el coraje para
movilizar a la gente y convertirla en productora de las nuevas realidades
deseadas.
Hoy y
aquí la productividad y el producto político del conjunto de nuestra sociedad
son pobres y de mala calidad, escasos los bienes públicos y raras las virtudes
republicanas de los ciudadanos y su Estado. Con el actual producto político de
los gobiernistas, de los opositores y de los indiferentes, es imposible salir
al encuentro de las necesidades, transformarlas en esperanzas y éstas en
realidades producidas.
Por eso
los políticos se tienen que agigantar y convertirse en maestros de ciudadanía,
en escuela de virtudes republicanas, pues sin republicanos no hay República,
sino monarquía. En
lugar de pedir que se vayan todos, tenemos que lograr una movilización de
protestas, necesidades, virtudes ciudadanas y exigencias de bien común, para un
renacer político como el que se vivió - por ejemplo- después del 23 de enero de
1958.
Necesitamos
políticos renovados, maestros de la reeducación ciudadana en todo el país,
escuelas de acción responsable donde las personas, rompiendo su estrecho
individualismo, salen a
construir el bien común de ”nos-otros”, con
conciencia pública, donde el yo y el otro producen y disfrutan el bien común
que necesitan. Políticos maestros capaces de aprender, escuchar e interpretar
los sufrimientos y las esperanzas de la gente.
En
estas mega-crisis se piensa con rabia en la necesidad de derrotar al que
gobierna, pero se olvida que para mañana gobernar y producir soluciones hay que
asociarse con él y contar con su esfuerzo creativo. Mandela, maltratado en su
larga cárcel, vence su justa rabia contra los blancos y las ganas de cobrarles
todos los abusos y atropellos acumulados, y en él triunfa la inspiración y la
fuerza para ver que en Sudáfrica, sin los esfuerzos de negros y blancos juntos,
no hay futuro para nadie.
Lo
contrario que Zimbabue: desastrosa situación, luego del primer desahogo
vengativo de un gobierno negro que persigue y despoja a los blancos que se lo
han merecido... Nos guste o no, no hay soluciones sin diálogo constructivo con
quienes nos persiguieron…, sin negociación y búsqueda del bien común de todos
los venezolanos. Construir futuro esperanzado es imposible con sólo medio país.
Por eso
el papa Francisco dice ”¡Pido a Dios que crezca el número de
políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente
a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!”
La Iglesia llama a los cristianos a asumir su responsabilidad política como una
de las formas más universales de amor al prójimo, porque ”el
bien cuanto más universal es más divino”; así como la mala política
multiplica el mal, la miseria y la muerte.
El papa
Francisco retoma con fuerza esa orientación: ”La política tan denigrada, es una
altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque
busca el bien común (…) ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes
les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”
(La Alegría del Evangelio 205).
Priorato General de Argentina
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