Orden de los caballeros de
su santidad el papa
"san ignacio de loyola"
Priorato General del Reino de España
La vinculación al Principado se
ahondó con las amistades surgidas en la juventud, como Gonzalo Álvarez Arrojo o
la familia Masaveu
Emilio Botín y su hermano Jaime
completaron el bachiller en el Colegio de la Inmaculada de Jesuitas de Gijón
Los grandes personajes viven
siempre por encima de las fronteras del resto de los mortales. A finales de los
años cuarenta, cuando Santander estaba aún a casi un día de viaje por
carreteras que ahora son, en el mejor de los casos, comarcales, el padre de
Emilio Botín, el también banquero Emilio Botín-Sanz de Sautuola López decidió
enviar a sus hijos Emilio y Jaime a estudiar en el internado del Colegio de la Inmaculada , de Gijón.
La decisión de aquel banquero, entonces al frente de una entidad de tamaño
moderado, pudo verse influida por los ejercicios espirituales y formativos que
los jesuitas celebraban anualmente en Pedreña, al igual que por el prestigio
que el propio centro tenía en Asturias y sus provincias limítrofes.
En el colegio gijonés acabaron
los jóvenes Botín de cursar los siete años del Bachillerato, algo que por aquel
entonces no estaba al alcance de la mayoría, y compartieron pupitre con insignes
gijoneses tales como Fernando Urrutia, Alberto del Campo, Juan Campos Ansó,
Agustín Carril, Luis Riera, Antonio Martínez García o Fernando Allende, entre
otros. Mariano Abad recuerda de ellos que «eran muy deportistas, y Jaime era
especialmente brillante como estudiante. Llegó a hacer dos cursos en un solo
año». Por su parte, Senén Guillermo Molleda Valdés, que además de compartir
colegio con ambos también estuvo en la Universidad de Deusto cuando Emilio Botín cursaba
Economía allí, anotó que «ambos eran muy llanos y normales. Emilio era más
deportista, y Jaime era un dibujante excepcional».
Cuenta Molleda que Emilio Botín
padre se acercaba a Gijón «casi todos los fines de semana para sacar a los dos
hermanos a comer», mientras que Mariano Abad subraya que el agradecimiento del
progenitor al colegio se plasmó «en el regalo del retablo del altar de la
iglesia».
En Deusto, Emilio, «siempre muy
santanderino», recuerda Molleda, ejerció también de gijonés, al menos como
excolegial del Inmaculada. Sin embargo, ni ese orgullo jesuita, que le llevó,
por ejemplo, a que sus hijos estudiasen en el colegio madrileño de la orden, El
Recuerdo, le permitió ceder en uno de sus principios: No recibir premios
personales, sino sólo para el Grupo Santander. Y es que la Asociación de Antiguos
Alumnos del Inmaculada le propuso en varias ocasiones recibir el título de
alumno distinguido, algo que declinó con elegancia. La última vez, al actual
presidente, Antonio Pellico, que ayer expresó el pésame de la asociación.
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