Se dedicaba a los gastos de la guerra contra los infieles
El encuentro es en Santa Marta, a la tarde.
Una rápida verificación, y un guardia suizo me hace sentar en una pequeña sala
de estar. Francisco entra sonriendo: "¡Finalmente! ¡Yo la leo y ahora la
conozco!". Le respondo. "Yo, al contrario, lo conozco y ahora lo
escucho". Él ríe. Ríe con placer, el Papa, como lo hará más veces en el
transcurso de más de una hora de conversación fluida. El reportaje es de Franca
Giansoldati, publicado en el diario Il Messaggero el 29-06-2014. La traducción
es de Moisés Sbardelotto.
Seis sofás verdes de terciopelo un poco gastado, una
mesita de madera, un televisor de aquellos antiguos, con la ”protuberancia”
hacia atrás de la pantalla. Todo en perfecto orden, el mármol pulido y
brilloso, algunos cuadros. Podría ser una sala de espera parroquial, una de
aquellas a las que se va a pedir un consejo o para tramitar los documentos de
casamiento.
Roma, con sus males de megalópolis; la época
de cambios que debilitan la política; el esfuerzo para defender el bien común;
la reapropiación por parte de la
Iglesia de los temas de la pobreza y del compartir (”Marx no
inventó nada”); la desolación ante la degradación de las periferias del alma,
resbaladizo abismo moral que se abusa de la infancia, se tolera la mendicidad,
el trabajo infantil y, no por último, la explotación de niñas prostitutas con
menos de 15 años. Y los clientes que podrían ser sus abuelos, ”pedófilos”: el
Papa los define justamente así.
Francisco habla, explica, se interrumpe,
retorna. Pasión, dulzura, ironía. Un hilo de voz, parece arrullar las palabras.
Las manos acompañan el raciocinio, las entrelaza, las suelta, parecen diseñar
geometrías invisibles en el aire. Está en óptima forma, a pesar de los rumores
sobre su salud.
He aquí la entrevista.
Es la hora del juego
entre Italia y Uruguay. Santo Padre, ¿por quién hincha usted?
Ah, yo, por nadie, de verdad. Prometí a la
presidente de Brasil (Dilma Rousseff) que me mantendría neutral.
¿Comencemos por Roma?
Pero usted sabe que no conozco Roma. Piense
que vi la Capilla
Sixtina por primera vez cuando participé en el cónclave que
eligió a Benedicto XVI (2005). Nunca estuve ni siquiera en los museos. El hecho
es que, como cardenal, no venía muchas veces. Conozco Santa María Mayor, porque
siempre iba allá. Y después San Lorenzo Extramuros, donde fui para una
confirmación de bautismo, cuando estaba el padre Giacomo Tantardini. Obviamente
conozco la Plaza Navona ,
porque siempre me hospedé en la
Vía della Scrofa, allá atrás.
¿Hay algo de romano en
el argentino Bergoglio?
Poco y nada. Soy más piamontés, son esas las
raíces de mi familia de origen. Sin embargo, estoy empezando a sentirme romano.
Pretendo ir a visitar el territorio, las parroquias. Estoy descubriendo poco a
poco esta ciudad. Es una metrópolis bellísima, única, con los problemas de las
grandes metrópolis. Una ciudad pequeña tiene una estructura casi unívoca; una
metrópolis, al contrario, incluye siete u ocho ciudades imaginarias,
sobrepuestas, en varios niveles. También niveles culturales. Pienso, por
ejemplo, en las tribus urbanas de los jóvenes. Ocurre igual en todas las
metrópolis. En noviembre, haremos en Barcelona un congreso dedicado justamente
a la pastoral de las metrópolis. En Argentina, se promovieron intercambios con
México. Se descubren tantas culturas cruzadas, pero no tanto por causa de las
migraciones, sino porque se trata de territorios culturales transversales,
construidos con pertenencias propias. Ciudades en las ciudades. La Iglesia debe saber responder
también a este fenómeno.
¿Por qué, desde el
comienzo, usted quiso enfatizar tanto la función de obispo de Roma?
El primer servicio de Francisco es éste: ser
el obispo de Roma. Él sólo tiene todos los títulos de Papa, Pastor universal,
Vicario de Cristo, etc., porque es obispo de Roma. Es la primera elección. La
consecuencia del primado de Pedro. Si mañana, el Papa quisiera ser obispo de
Tívoli, es claro que me expulsarían.
Hace 40 años, con
Paulo VI, el Vicariato promovió el congreso sobre los males de Roma. Emergió el
cuadro de una ciudad en que aquellos que tenían mucho llevaban la mejor parte,
y aquellos que tenían poco, la peor. Actualmente, en su opinión, ¿cuáles son
los males de esta ciudad?
Son los de las metrópolis, como Buenos Aires.
Quienes aumentan los beneficios, y quienes son cada vez más pobres. Yo no era
conciente del congreso sobre los males de Roma. Son cuestiones muy romanas, en
aquella época tenía 38 años. Soy el primer Papa que no participó en ese
Concilio y el primero que estudió teología en el pos-Concilio; en esa época,
para nosotros, la gran luz era Paulo VI. Para mí, la Evangelii nuntiandi
continúa siendo un documento pastoral nunca superado.
¿Existe una jerarquía
de valores a ser respetada en la gestión de la cosa pública?
Ciertamente. Proteger siempre el bien común.
La vocación para cualquier político es ésa. Un concepto amplio que incluye, por
ejemplo, la protección de la vida humana, su dignidad. Paulo VI acostumbraba
decir que la misión de la política continúa siendo una de las formas más altas
de caridad. Hoy, el problema de la política –no hablo sólo de Italia, sino de
todos los países, el problema es mundial– es que se desvalorizó, arruinada por
la corrupción, por el fenómeno de los sobornos. Recuerdo un documento que los obispos
franceses publicaron hace 15 años. Era una carta pastoral que se titulaba
”Rehabilitar la política”, que abordaba justamente este asunto. Si no hay
servicio en la base, no se puede entenderni siquiera la identidad de la
política.
Usted dijo que la corrupción
tiene olor a podredumbre. También dijo que la corrupción social es el fruto del
corazón enfermo y no sólo de condiciones externas. No habría corrupción sin
corazones corruptos. El corrupto no tiene amigos, sino idiotas útiles. ¿Puede
explicarnos mejor eso?
Hablé dos días seguidos sobre este asunto,
porque comentaba la lectura de la
Viña de Nabot. Me gusta hablar acerca de las lecturas del
día. El primer día, abordé la fenomenología de la corrupción; el segundo día,
cómo terminan los corruptos. El corrupto no tiene amigos, sino sólo cómplices.
De acuerdo con usted,
¿se habla mucho de la corrupción porque los medios de comunicación insisten
demasiado en el asunto o porque efectivamente se trata de un mal endémico y
grave?
No, desgraciadamente, es un fenómeno mundial.
Hay jefes de Estado en prisión justamente por causa de esto. Me interrogué
mucho y llegué a la conclusión de que muchos males crecen fundamentalmente
durante los cambios de época. Estamos viviendo no sólo una época de cambios,
sino también un cambio de épocas. Y, por lo tanto, se trata de un cambio de
cultura. Justamente en esta fase, emergen cosas de este tipo. El cambio de
época alimenta la decadencia moral, no sólo en la política, sino también en la
vida financiera y social.
Los cristianos tampoco
parecen brillar dando testimonio...
Es el ambiente el que facilita la corrupción.
No digo que todos sean corruptos, pero creo que es difícil permanecer honesto
en la política. Hablo de todos los lugares, no sólo de Italia. También pienso
en otros casos. A veces hay personas a las que les gustaría dejar las cosas
claras, pero después se encuentran en dificultades, y es como si fuesen
fagocitadas por un fenómeno endémico, en varios niveles, es algo transversal.
No porque sea la naturaleza de la política, sino porque en un cambio de épocas,
los estímulos en dirección a un cierto desvío moral se vuelven más fuertes.
¿Usted se asusta más
con la pobreza moral o con la material, de una ciudad?
Ambas me asustan. Por ejemplo, puedo ayudar a
un hambriento para que no tenga más hambre, pero, si él perdió el trabajo y no
encuentra otro empleo, eso tiene que ver con la otra pobreza. Él no tiene más
dignidad. Tal vez él puede ir a Cáritas y llevar a casa una cesta básica, pero
experimenta una pobreza gravísima que arruina su corazón. Un obispo auxiliar de
Roma me contó que muchas personas van al restaurante popular y, a escondidas,
llenas de vergüenza, llevan comida a sus casas. Su dignidad progresivamente se
empobreció, viven en un estado de postración.
Por las calles
consulares de Roma, se ven niñitas de sólo 14 años, muchas veces forzadas a
prostituirse ante la indiferencia general, mientras en el metro, se ve la
mendicidad de los niños. ¿La
Iglesia aún es fermento? ¿Usted se siente impotente como
obispo ante esta degradación moral?
Siento dolor. Siento un enorme dolor. La
explotación de los niños y niñas me hace sufrir. En Argentina también ocurre lo
mismo. En algunos trabajos manuales, se usan los niños porque tienen las manos
más pequeñas. Pero las niñas también son explotadas sexualmente en hoteles. Una
vez, me avisaron que en una calle de Buenos Aires había niñitas prostitutas de
12 años. Me informé, y efectivamente era así. Eso me hizo mal. Pero mucho más
por ver que eran automóviles de alta gama conducidos por ancianos los que
paraban. Podían ser sus abuelos. Hacían que la niña subiera y le pagaban 15
pesos, que después servían para comprar los restos de la droga, el ”paco”. Para
mí, las personas que hacen esto a las niñas son unos pedófilos. Esto también
ocurre en Roma. La
Ciudad Eterna , que debería ser un faro en el mundo, es espejo
de la degradación moral de la sociedad. Creo que son problemas que pueden ser
resueltos con una buena política social.
¿Qué puede hacer la
política?
Responder de modo claro. Por ejemplo, con
servicios sociales que lleven a las familias a entender, acompañándolas para
salir de situaciones pesadas. El fenómeno indica una deficiencia de servicio
social en la sociedad.
Pero la Iglesia está trabajando
mucho...
Y debe continuar haciéndolo. Ella necesita
ayudar a las familias en dificultades, un trabajo de salida que impone el
esfuerzo común.
En Roma, cada vez más
jóvenes no van a la iglesia, no bautizan a sus hijos, no saben ni siquiera
hacer la señal de la cruz. ¿Qué estrategia es necesario implementar para
invertir esta tendencia?
Y los párrocos no
deben quedarse peinando las ovejas...
(Risas) Obviamente. Estamos en un momento de
misión hace cerca de una década. Debemos insistir.
¿Usted se preocupa por
la cultura de la desnatalidad en Italia?
Creo que se debe trabajar más por el bien
común de la infancia. Formar una familia es un compromiso. A veces, el salario
no es suficiente, no se llega a fin de mes. Se tiene miedo de perder el trabajo
o de no poder pagar el alquiler. La política social no ayuda. Italia tiene una
tasa bajísima de natalidad. En España es lo mismo. Francia va un poco mejor,
pero allá también es baja. Es como si Europa se hubiera cansado de ser madre,
prefiriendo ser abuela. Mucho depende de la crisis económica y no sólo de un
desvío cultural marcado por el egoísmo y por el hedonismo. El otro día leía una
estadística de los criterios para los gastos de la población a nivel mundial.
Después de la alimentación, el vestuario y los medicamentos, tres ítems
necesarios, siguen la cosmética y los gastos con animales de estima, las
mascotas.
¿Los animales importan
más que los niños?
Se trata de otro fenómeno de degradación
cultural. Es así porque la relación afectiva con los animales es más fácil, más
programable. Un animal no es libre, mientras que tener un hijo es una cosa
compleja.
¿El Evangelio habla
más a los pobres o a los ricos para convertirlos?
La pobreza está en el centro del Evangelio. No
se puede entender el Evangelio sin entender la pobreza real, teniendo en cuenta
que también existe una pobreza bellísima del espíritu: ser pobre ante Dios,
porque Dios te llena. El Evangelio se vuelca indistintamente a los pobres y a
los ricos. Habla tanto de pobreza como de riqueza. De hecho, no condena a los
ricos; a lo sumo a las riquezas, cuando se convierten en objetos idolatrados.
El Dios dinero, el becerro de oro.
Usted da la imagen de
ser un Papa comunista,pauperista,populista. La revista The Economist, que le
dedicó una tapa, afirma que usted habla como Lenin. ¿Usted se reconoce en todo
eso?
Yo sólo digo que los comunistas nos robaron la
bandera. La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está en el centro
del Evangelio. Los pobres están en el centro del Evangelio. Tomemos por ejemplo
Mateo 25, el protocolo por el cual seremos juzgados: tuve hambre, tuve sed,
estuve en prisión, estaba enfermo, desnudo. O miremos a las Bienaventuranzas,
otra bandera. Los comunistas dicen que todo eso es comunista. Sí, como no, 20
siglos después... Entonces, cuando ellos hablan, se podría decirle a ellos:
¡pero ustedes son cristianos! (risas)
Si usted me permite
una crítica...
Claro...
Usted tal vez habla
poco de las mujeres y, cuando habla, aborda el asunto sólo desde el punto de
vista de la maternidad, de la mujer esposa, de la mujer madre, etc. Sin
embargo, las mujeres ya lideran Estados, multinacionales, ejércitos. En la Iglesia , en su opinión,
¿qué lugar ocupan las mujeres?
Las mujeres son la cosa más bella que hizo
Dios. La Iglesia
es mujer. Iglesia es una palabra femenina. No se puede hacer teología sin esa feminidad.
Sobre esto, usted tiene razón, no se habla lo suficiente. Estoy de acuerdo que
es preciso trabajar más sobre la teología de la mujer. Ya dije esto, y se está
trabajando en ese sentido.
¿Usted entrevé una
cierta misoginia de fondo?
El hecho es que la mujer fue sacada de una
costilla... (ríe con gusto). Estoy bromeando, es una broma. Estoy de acuerdo
que se debe profundizar más la cuestión femenina, si no, no se puede entender a
la propia Iglesia.
Podemos esperar de
usted decisiones históricas, del tipo una mujer como jefe de dicasterio, no
digo del clero...
(Risas) Bien, muchas veces los sacerdotes
acaban bajo la autoridad de las perpetuas...
En agosto, usted va a
Corea. ¿Es la puerta hacia China? ¿Usted está apuntando hacia Asia?
Voy a ir a Asia dos veces en seis meses. A
Corea en agosto, para encontrarme con los jóvenes asiáticos. En enero, a Sri
Lanka y a Filipinas. La
Iglesia en Asia es una promesa. Corea representa mucho, tiene
en su espalda una historia bellísima, por dos siglos no tuvo sacerdotes, y el
catolicismo avanzó gracias a los laicos. También hubo mártires. En relación con
China, se trata de un desafío cultural grande. Grandísimo. Y después está el
ejemplo de Matteo Ricci, que hizo tanto bien...
¿Hacia dónde está
yendo la Iglesia
de Bergoglio?
Gracias a Dios, yo no tengo ninguna Iglesia,
yo sigo a Cristo. No fundé nada. Desde el punto de vista del estilo, no cambié
a como actuaba cuando estaba en Buenos Aires. Sí, tal vez alguna cosita, porque
se debe, pero cambiar a mi edad habría sido ridículo. Sobre el programa, al
contrario, yo sigo aquello que los cardenales pidieron durante las
congregaciones generales antes del cónclave. Voy en esa dirección. El Consejo
de los ocho cardenales, un organismo externo, nace de ahí. Había sido pedido
para que ayudara a reformar la
Curia. Lo que no es fácil, porque se da un paso, pero después
surge que es preciso hacer esto o aquello, y, si antes había un dicasterio,
después se convierten en cuatro. Mis decisiones son el resultado de las
reuniones pre cónclave. No hice nada solo.
Un abordaje
democrático...
Fueron decisiones de los cardenales. No se si
es un abordaje democrático, yo diría más bien sinodal, aunque la palabra no sea
apropiada para los cardenales.
¿Qué desea usted para
los romanos a través de los patronos Son Pedro y San Pablo?
Que continúen siendo bravos. Son tan
simpáticos. Veo esto en las audiencias y cuando voy a las parroquias. Les deseo
que no pierdan la alegría, la esperanza, la confianza, a pesar de las
dificultades. El romanacio [dialecto romano] también es bonito.
Wojtyla había
aprendido a decir: Volemose bene, damose de la fa'. Usted aprendió algunas
frases en romanesco?
Por ahora, poco. Campa y fa' campa'! (risas).
Traducción: Daniel Barrantes
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