El Payo Roqué, llamado así por su muy rubio cabello, nacido en 1865, perteneciente a una conocida y acreditada familia de Córdoba, llegó a ser figura muy popular en Buenos Aires, ciudad a la que había arribado como uno de los “incondicionales” del presidente. Los que le trataron lo definían como “enemigo irreconciliable del trabajo y del casamiento” que, en sus épocas doradas, vivía de un subsidio presidencial de 400.000 pesos anuales.
Un cronista de La Nación lo presentó como una “maravillosa obra de la ingeniería imaginativa”, pues cada uno de sus gestos valía por todo un poema. Solía presentarse en las reuniones con un espectacular saludo, obra maestra del ademán sólo en él concebible. Bullanguero y sorprendente, era capaz de reproducir las más difíciles onomatopeyas y de relatar las más desopilantes aventuras.
Infaltable en Buenos Aires en lugares como el Jockey Club,
Club del Progreso, Círculo de Armas, Confitería del Águila, Café de París o Aus
Keller, había frecuentado confianzudamente a Rubén Darío, José Ingenieros,
Ricardo Rojas, Miguel Cané y Pedro Goyena, entre otros notables, y realizado
más de medio centenar de viajes a Europa y algunos a Estados Unidos. Por
cierto, pasajes y estadas no salían de sus bolsillos sino de los de sus
acaudalados padrinos, como don Benito Villanueva, caudillo político mendocino y
afortunado empresario, quien en su calidad de presidente provisorio del Senado
ejerció interinamente la Presidencia de la Nación.
Conoció, frecuentó y hasta convivió con nobles y magnates
del mundo. Asumió en sus rumbosos periplos las más diferentes
personificaciones: príncipe ruso en Londres, pariente de la casa real italiana
en Budapest y, su carta de presentación más habitual, “conde Benjamín de
Roqué”, palabras con las que estrechó la mano del rey de Bélgica en un ascensor
de París.
En sus salidas, el elegante y regordete cordobés se
presentaba generalmente con bigotes en forma de manubrio, lentes con cinta
hasta el ojal, corbata plastrón y levita abierta, haciendo marco a su chaleco
de piqué.
Un bastón de Malaca, galera negra y guantes patito finalizaban los detalles de su esmerado refinamiento. Hacia fines de la segunda década del siglo pasado, Enrique Loncan lo describe en su edad madura como de “silueta física inconfundible, amplios bigotes de domador de fieras, apostura bizarra y arrogante que los años han deformado con implacable pronunciamiento abdominal; aspecto de gran señor bien comido y satisfecho en sus estrechos jacquets de Bocconi Fratelli, además de dueño de actitudes que eran admiradas y comentadas en los principales círculos porteños”.
En una miscelánea, el escribano Eloy Domínguez lo señala como presente en el festejo inaugural de la sede inicial del Colegio de Escribanos de Córdoba, donde habría subyugado a la concurrencia, imitando disparos de bombas, sonidos de una banda de música y el discurso del presidente de una imaginaria Societá di Mutuo Soccorso.
Su presencia en la calle Florida fue proverbial y motivo
de la atención de los transeúntes, a tal punto que Ángel D’Agostino y Ángel
Vargas, en su versión del tango Shusheta -lunfardismo que puede traducirse como
“El elegante”, de los años 40-, incluyeron, con anuencia del autor de la letra
-Enrique Cadícamo-, una estrofa que lo menciona como prototipo delcajetilla
bien vestido.
Inquieto y relacionado con un mundillo de figuración
social, fundó varios periódicos humorísticos como La Roncha, Piff Paff de París
y Piff Paff de Buenos Aires, en cuyas páginas hacía escribir a prominentes
literatos de la época, ciertamente sin pagarles un centavo e ingresando -a sus
arcas- los francos o los pesos de la venta de los esperados ejemplares, dineros
que le permitían seguir gozando de la buena vida.
El más egregio silbador de su tiempo, el más sorprendente
imitador de sonidos, el más cordial e ingenioso de los conversadores
informales, el más gracioso de los narradores de café, murió en una camilla de
la Asistencia Pública de Buenos Aires, identificado con algunas dificultades
por su último protector, don Benito Villanueva.
Los enfermeros le habían
afeitado el bigote y sin los mostachos era otro. Además, en sus casi 70 años,
el rubio cabello se le había encanecido y una mala tintura le quitaba la
prestancia de otrora. En su necrológica, La Nación lo evoca del mejor modo:
“Nunca una pena. Nunca un exabrupto. Constituía la imagen ideal de la
felicidad”.
Fue un amigo fiel y consecuente, demostradamente generoso
y, tal vez, el único que siguió leal a Juárez Celman después de su derrumbe
político.
Genealogía
Benjamín del Corazón de Jesús Roqué Griera
Apodo : Payo
Nacimiento : 2 Jul 1865, Córdoba, Córdoba, Argentina.
Bautismo : 12 Jul 1865, Catedral Nuestra Señora de la
Asunción, Córdoba, Córdoba, Argentina.
Fallecimiento : 1 Oct 1930, Buenos Aires, Argentina.
Padre : Adolfo Roqué González Vélez Sarsfield
Madre : Eusebia Griera Novillo, n. Cir. 1834, f. 11 Jul
1920, Córdoba, Córdoba, Argentina.
Casado : 17 May 1859.
Carlos A. Ighina│Notario. Historiador urbano-costumbrista.
Premio Jerónimo Luis de Cabrera.
Nota│Comercio y Justicia
Foto: https://cuerposocorro.blogspot.com/2020/09/cuando-se-tiraba-manteca-al-techoy.html
Genealogía http://www.genealogiafamiliar.net/getperson.php...
No hay comentarios:
Publicar un comentario